Se ve, se siente
Laura Bolaños Cadena
Los
viejos comunistas insistían: No hay que perder la perspectiva. Aun en
momentos que parecían justificar el mayor desánimo, mantenían su
posición. Tenían fe en la humanidad. El estado de cosas no puede
prolongarse por siempre, decían. Llegará el momento, pero no llegará
solo; hay que trabajar para acercarlo.
Y no es que esa fe esté puesta sólo en lo que Mircea Eliade, el gran
historiador de las religiones, llamó “la vigorosa utopía comunista”,
utopía que como su propio nombre lo revela, es inalcanzable; pero como
dijo un escritor de nuestra América: es lo que nos hace caminar.
No es comunista, ni siquiera socialista lo que se pretende actualmente
con el cambio; es izquierda, en el sentido de buscar la mejoría de los
sectores mayoritarios del país, ese 99 por ciento del que hablan los
indignados. Es la búsqueda del bienestar que incluye no sólo derechos
elementales como alimentación, vivienda, atención médica; sino algo
igualmente indispensable: educación, cultura, apoyo a la ciencia.
Todo esto ligado a una posición digna en el área de las relaciones con
otros países. No más sometimiento, no más entrega de los intereses
nacionales al extranjero. No más corrupción. Seguridad nacional y
seguridad pública. Que podamos caminar sin miedo por nuestras ciudades.
Que cese la impunidad.
Estamos viendo la justificación de lo que parecía terquedad, obstinación
de aquellos viejos militantes. Lo que aparentaba estar dormido, nos da
la sorpresa gracias al que nunca perdió la perspectiva a pesar del
panorama desalentador. Con obstinada terquedad, con empecinamiento a
prueba de circunstancias adversas; sin desalentarse ante el revés
propinado por el fraude ni por la campaña negativa o por el silencio de
los medios que pretendían desaparecerlo del mapa, Andrés Manuel
persistió en su lucha por México. Recorrió municipio por municipio. Su
ánimo no decayó un momento. Tuvo fe en el país.
La gran ausencia
Si algo nos desalentaba a los observadores políticos que estábamos de su
lado, era la composición de sus seguidores: hombres y mujeres viejos o
que por lo menos sobrepasaban la mediana edad. Notable escasez de
jóvenes. Y los centros de estudios superiores ausentes del movimiento.
Apasionados del fútbol y de los conjuntos rockeros pero indiferentes
ante el movimiento político. La UNAM y el Poli, dos de los sectores más
activos en otros tiempos, como dormidos. Lograron castrar a la juventud,
lamenté en ocasiones. Crecía el movimiento a favor de Andrés Manuel,
pero con poca participación juvenil.
Y de pronto salta la liebre por donde menos se espera. Irrumpen en
escena los muchachos de un centro de estudios privado donde se pagan
altas colegiaturas. Inician con el rechazo al candidato de las
televisoras, el que desde el principio creyó asegurado su triunfo. La
torpe respuesta de su partido, el PRI, a la manifestación espontánea en
contra de Peña Nieto en la Ibero, fue leña seca donde prendió la chispa.
Que ahora cunde como reguero de pólvora, primero en la continuidad del
rechazo al candidato priísta y luego en apoyo a Andrés Manuel. Y
empiezan a añadirse justo esos chicos de cuya pasividad nos quejábamos:
los de la UNAM, el Poli, la UACM.
La primera manifestación con presencia estudiantil de apoyo a López
Obrador, ni siquiera contó con su presencia; la segunda, donde acudió,
efectuada en un espacio simbólico: la Plaza de las Tres Culturas en
Tlatelolco, fue apoteósica. Y actos similares se efectuaron en muchas
ciudades de la república. Se ve, se siente, la juventud está presente.
Este vigoroso refuerzo va a impulsar todavía más la candidatura de
Andrés Manuel, ya posicionada en primer lugar pese a cifras amañadas.
Rubén Jaramillo y el PRI
Se están llevando a cabo actos de conmemoración y homenaje a un líder
campesino asesinado hace cincuenta años junto con su familia por la
dictadura priísta. Rubén Jaramillo era un viejo zapatista que estuvo
levantado en armas en el estado de Morelos, en una guerrilla anterior a
las de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Jaramillo fue amnistiado por
López Mateos, quien posteriormente ordenó su asesinato en vista de que,
ya en forma pacífica, seguía reclamando los derechos de los atropellados
campesinos de su estado. Como representaba un movimiento opositor con
fuerza y prestigio, fue eliminado al acostumbrado estilo priísta de
gobernar. Lo fusilaron en las ruinas de Xochicalco junto con su esposa y
sus dos hijos.
Fernando Benítez, entonces director del suplemento México en la Cultura,
del periódico Novedades, se atrevió a publicar tres crónicas del
asesinato, una escrita por Monsiváis y otra por Carlos Fuentes. No
recuerdo el nombre del tercer periodista.
Benítez, junto con todo su equipo, fue despedido del periódico Novedades. Buen recuerdo de la forma de gobernar del PRI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario