Sobre lo que dice @LHZambrano de la guerra de Calderón
Federico Arreola @FedericoArreola
2011-09-19
En el diario Excélsior la periodista Ana Paula Ordorica entrevistó a Lorenzo Zambrano, presidente de Cemex y del Tecnológico de Monterrey.
Estoy de acuerdo con algunos de los juicios expresados por el empresario, pero con otros no.
Es correcto lo que Zambrano dice acerca de que a Monterrey le está pasando lo mismo que a todo el país: “Una falta de instituciones fuertes, sólidas. En el caso de Monterrey, cuando llegó la prueba de fuego con el enfrentamiento de dos grupos del crimen organizado, nuestras instituciones –policías, jueces– no estaban a la altura”.
No es verdad lo que don Lorenzo afirma acerca de Felipe Calderón: que “no tenía de otra”. Falso. Es un mal análisis del señor Zambrano decir que si Calderón no se hubiera lanzado a su guerra, “estaríamos en peores condiciones de las que estamos ahora”.
Es verdad, sin duda, como sostiene Lorenzo Zambrano, que “desgraciadamente hubo una temporada” antes de que Calderón llegara al poder (una “temporada” que duró varias décadas, por cierto, en la que gobernaron a México el PRI y el PAN) en la que “nos volteamos, en general, hacia el otro lado. En donde lo más cómodo era el ‘mejor no me entero’; donde se sabía que había corrupción y se sabía del avance del crimen organizado, pero no se hizo nada”.
Le faltó agregar a don Lorenzo que en esa “temporada” anterior al gobierno de Calderón, el partido de este, el PAN, lo mismo que el PRI, fueron abiertamente apoyados por los grandes hombres de negocios mexicanos que, es un hecho, se opusieron fuertemente a que llegaron al poder proyectos políticos distintos que sí querían hacer algo para cambiar el sistema corrupto que impera en México, proyectos de transformación como los encabezados por los izquierdistas Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, dos líderes que no llegaron a la Presidencia de la República porque lo impidió el fraude electoral, contra Cárdenas en 1988 para favorecer a Carlos Salinas de Gortari, y contra López Obrador en 2006 para beneficiar a Felipe Calderón.
Tampoco mencionó Zambrano en su diagnóstico que la principal motivación de Calderón para meter al país en una absurda guerra fue lograr, con esa acción espectacular, la legitimidad que no le dieron las urnas electorales. Fue uno de los primeros actos de gobierno de Calderón, de ahí que se diera sin planeación, sin estrategia, sin objetivos claros, sin siquiera saber quién era el enemigo. Un empresario tan estructurado como Lorenzo Zambrano jamás permitiría que en sus negocios se tomara una decisión tan a la carrera, tan a tontas y a locas como lo hizo Felipe Calderón cuando pensó, erróneamente, que con solo sacar al ejército a las calles iba a resolver el problema del narcotráfico.
Dice Zambrano que Calderón “no tenía otra alternativa”. Claro que la tenía: la de diseñar una estrategia basada en un conocimiento claro de la situación. No lo hizo. Y tampoco hizo Calderón lo único que, a la larga, resolverá el problema: cambiar el modelo económico que no genera empleo, que lleva al cierre de empresas, que permite el florecimiento de compañías monopólicas u oligopólicas, que no fomenta la competencia, que no educa a demasiados jóvenes, que no brinda opciones para el desarrollo del deporte.
Es verdad lo que dice Zambrano de que “se tenía que hacer algo con los elementos confiables que había, con el Ejército y la Marina”. Pero no mandando a los soldados tan a lo tonto a matar y a que los maten en las calles. A Calderón, después de decenas de miles de muertes, está claro que le faltó estrategia, inteligencia, planeación, un buen diagnóstico de lo que estaba pasando.
Es falso lo que afirma Zambrano de que Calderón “está tratando de construir las instituciones que habíamos destruido”. ¿Cuáles? Al final de su sexenio lo único claro es que el aparato de seguridad del país está en peores condiciones que cuando Calderón arrancó su gobierno. El que lo dude que lea lo que pasó en el Casino Royale de Monterrey.
Desde luego, admiro lo que, como ciudadano pudiente, está haciendo Lorenzo Zambrano para que las cosas mejoren: “Primero que nada, aquí estoy, en Monterrey. Lo más fácil hubiera sido irme a otro lado. Cemex, desde el punto de vista funcional, podría establecerse en otros lugares. Nuestra principal actividad no está hoy en Monterrey. Pero aquí nacimos; aquí nació Cemex y aquí se desarrolló, y aquí estamos. Nos quedamos no sólo a contemplar las cosas ni sólo para quejarnos. Nos quedamos para hacer algo. Por eso un grupo de empresarios y yo estamos, junto con el gobierno estatal, rehaciendo las instituciones”.
Ojalá tengan éxito Zambrano y los otros empresarios que están “rehaciendo las instituciones” junto con el gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina. De todo corazón deseo que les vaya bien en ese proyecto, particularmente en la de la policía civil. Pero creo que no ocurrirá así. Porque ellos no han entendido lo fundamental: no puede haber estabilidad en una nación en la que sus líderes políticos y empresariales aplauden, como lo hicieron en 2006, el fraude electoral. Así no.
Es cierto lo que dice Zambrano de que “ya no es posible que en una guerra exista la corrupción”. El problema es que estamos en esa guerra porque no hemos combatido la corrupción que se nutre, sobre todo, de las trampas electorales mediante las cuales varios gobernantes, incluido Calderón, llegaron al poder.
Seguramente a Zambrano le parecerá insensato que yo insista tanto en el tema del fraude electoral. A mí, desde luego, me parece insensato que él y otros grandes empresarios cierren los ojos y digan que eso es un mito. Por favor.
Es verdad que Monterrey sigue “siendo una ciudad muy productiva, de las más productivas del país. Una ciudad en la que se vive muy bien, en donde el salario promedio está muy por encima del resto del país. Entonces, no estamos mal en muchos aspectos”. Pero las cosas han empeorado en la Sultana del Norte, y mucho, desde que llegó Calderón a Los Pinos. Todos los análisis lo prueban.
Estoy de acuerdo con el optimismo de Lorenzo Zambrano: “Tenemos un problema, pero vamos a salir”. Saldremos, sin duda, pero no será sencillo. La salida no está en más muertes y más guerra, sino en menos violencia. La salida está en la democracia que, hasta ahora, ha sido traicionada. Y la salida, desde luego, no se encontrará si no cambiamos el diseño del modelo económico, que favorece a muy pocos y deja en la miseria a muchos. Se necesita un cambio muy profundo, no solo reclutar policías bien capacitados y mejor portados.
Es cierto lo que dice Zambrano que si “nuestros abuelos vivieron aquí en el país en los años de la Revolución, ¿por qué ahora no? Habiendo periodos de enorme violencia en nuestro país, la gente se quedó a sacar adelante sus negocios. En esos años difíciles hubo esos actos de heroísmo y patriotismo que no estoy viendo ahora”.
Lamento que Lorenzo Zambrano, un empresario al que respeto, admiro y aprecio, no se haya dado tiempo de ver los grandes actos de heroísmo y patriotismo que están llevando a cabo personas como el poeta Javier Sicilia, con el que Zambrano haría bien en dialogar.
Mucho le beneficiaría al empresariado consumir más Sicilia y menos Calderón.
Me gustaría que Zambrano acertara en su pronóstico de que, en diez años, Monterrey será una ciudad que atraerá a los mejores profesionistas del país, que será “un centro médico regional… un centro estudiantil con muy buenas universidades. Veo a Monterrey siendo la capital intelectual en desarrollo tecnológico, llena de profesionales y profesionistas con muy buenos niveles de ingreso y de productividad”.
Me gustaría que ese pronóstico se convirtiera en realidad, pero creo que don Lorenzo, más bien, está describiendo el pasado de nuestro ciudad. No volveremos a esos niveles de bienestar si no logramos antes un cambio político verdadero. Pero veo a muy pocos líderes buscándolo, y desgraciadamente entre los grandes empresarios a ninguno.
Y bueno, después de elogiar a su colega José Antonio Fernández, “El Diablo”, presidente de Femsa, Lorenzo Zambrano habla de que si los empresarios de Monterrey no se hubieran globalizado hoy las grandes empresas de la ciudad “serían compañías mundiales, no mexicanas, y no estarían tan involucradas con lo que está pasando en nuestra ciudad”. Bueno, creo que don Lorenzo olvidó el pequeño dato que la compañía más representativa de Monterrey, la que dio origen al desarrollo de la ciudad, la Cervecería Cuauhtémoc, ya no es mexicana. Si no recuerdo mal, “El Diablo” la vendió a los holandeses de Heineken.
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