Las aviadoras del carnal Marcelo (y primero los ricos y mi grupo)
Álvaro Cepeda Neri
Marcelo Ebrard fue priísta hasta que Salinas, el tenebroso que se embolsó toda la partida secreta, según declaró el presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez (pillado éste en confesiones a través de su celular que dejó abierto, y quien quiso hacer de las suyas contra Purificación Carpinteyro quien lo puso en su lugar de bribón de siete suelas), dejó fuera de la sucesión presidencial a Manuel Camacho y ambos pintaron su raya para irse a la izquierda oportunista (tanto que son aliados de los Chuchos). Y así el hoy supuesto perredista (a la mejor se vuelve candidato presidencial de su amigocha Elba Esther Gordillo, quien ya le guiñó con su ojo derecho), ha tensado la cuerda que por un extremo tiene López Obrador, puesto que lo hicieron presidente de la Conago (Conferencia Nacional de Gobernadores), sólo para tener justificación de darle en público la mano a Calderón, con quien antes se ha entrevistado en Los Pinos, y hacer las paces para contar con su bendición para quitar de en medio al tabasqueño a quien Calderón odia a muerte.
Ebrard nos ha presumido con sus tres mujeres. Si bien se divorció de la primera, la contrató como representante de sus Relaciones Internacionales, con un súper sueldo, oficinas en el edificio de gobierno y otra en Washington; un cargo que no existe en la jefatura defeña, pero que él, por sus calzonsotes (como diría la India María, cómica de películas y televisión), creó con buena paga. La segunda esposa, de la que asegura también rescindió el contrato matrimonial, la tiene en un sanatorio allá por la capital de Morelos. Y la tercera, mientras fue su novia, ocho meses antes de anunciar su tercer enlace civil, exembajadora de Honduras, le dio un cargo con 53 mil pesos mensuales.
Cuando le dijeron que en el portal del gobierno defeño aparecía su ahora esposa cobrando, Marcelo manifestó que, como nada tiene que ocultar, abrió tal información como parte de la transparencia de su administración. Si fuera con su dinero y no con el de los contribuyentes del sufrido pueblo que sobrevive en la capital del país con altísimos impuestos y altos pagos de servicios, nada importaría. Pero Ebrard tiene a sus mujeres como aviadoras. Al fin y al cabo que prevalece en el sistema la corrupción (como ahora con los panistas pillados y el más reciente escándalo de Larrazábal Bretón en Monterrey) y la impunidad. Y él, supuesto izquierdista chuchista, quiere es demostrar que está casado (no por la “ley” natural, con todo y que ande del brazo y por la calle del cardenal Rivera), para tener uno de los requisitos extras para ser candidato del Partido Nueva Alianza y, como los panistas, competir sin siquiera salir a la cancha, donde López Obrador ya tiene asegurada la candidatura por la izquierda. En cuanto a sus aviadoras (ver el periódico Reforma del 8 de septiembre pasado), no importa. Como muchos otros de los funcionarios, se sirve de los dineros de la sociedad como si fuera un botín: a manos llenas.
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