¡¡Exijamos lo Imposible!!
La vendedora de votos
Escrutinio
Juan José Morales
Hace unos días, en la columna que publica en diferentes diarios, Sergio Sarmiento escribía:
“No culpo a Felipe Calderón por haber hecho un acuerdo político con Elba Esther para las elecciones presidenciales de 2006. Tampoco a Eruviel Avila, que hizo lo mismo en el Estado de México en este 2011. Ni a Humberto Moreira, quien ha dicho que buscará una alianza con ella para el 2012.”
Esa es la opinión de Sarmiento, muy respetable. Pero la mía —si es que a alguien importa— es diametralmente opuesta: todos ellos son culpables. Son culpables de contribuir a mantener el poderío de uno de los más siniestros personajes de la política mexicana y de perpetuar métodos electorales sucios y putrefactos. Son culpables de ayudar a Elba Esther a eternizarse en su cacicazgo sindical y de ayudarla a seguir corrompiendo al magisterio y arruinando la educación.
Porque los pactos de todos ellos con la Gordillo no son simples acuerdos políticos, como los que legítimamente se hacen entre partidos y personas, basados en programas y principios, sino tratos mafiosos cuyo objetivo es el reparto del botín. Y no lo digo yo. Lo dice otro personaje del mismo jaez que ella, Miguel Angel Yunes, otrora su protegido pero que ahora —en uno de esos típicos pleitos de comadres— ha sacado a relucir la inmundicia de aquellos tratos de Elba Esther con Calderón y demás políticos.
Aquí cabe recordar que en las elecciones de 2006, el Panal, el partido propiedad de la Gordillo, tuvo como candidato presidencial a cierto individuo de nombre Roberto Campa Cifrián, de quien ya nadie se acuerda. Pero la votación que alcanzó, estuvo —sospechosamente— muy por debajo de la de los candidatos del Panal a senadores y diputados. Esa diferencia numérica permite deducir con fundamento que la encomienda de los mapaches de Elba Esther era acumular votos en favor de Calderón —aun en detrimento de Campa—, sin dejar de favorecer a los candidatos del Panal a las cámaras.
En este baño de estiércol que ha resultado la disputa entre Yunes y Gordillo, Andrés Manuel López Obrador recibió uno de los mejores elogios que alguien le hubiera prodigado jamás. Y provino nada más ni nada menos que de la propia Gordillo, su acérrima enemiga. Dijo la lideresa perpetua del SNTE y dueña del Panal, que durante la campaña electoral presidencial de 2006 no pudo hacer tratos con AMLO, porque “no respondía, no quería hablar con nosotros”.
Y cuando los reporteros preguntaron a López Obrador por qué no había aceptado el apoyo de esa señora, su respuesta fue contundente, demoledora: “No se puede llegar a la Presidencia dejando trozos de dignidad en el camino.”
Así es en efecto. A Calderón no le importó aliarse con una vendedora de votos que representa a lo más podrido del caciquismo sindical, con una mujer que ha corrompido y expoliado al magisterio y llevado la educación pública a los lamentables abismos en que se encuentra. Su objetivo era alcanzar el poder, aunque para ello tuviera que dejar en el camino, no trozos sino la decencia completa. A Madrazo, el candidato presidencial del PRI en aquel entonces, tampoco le hubiera importado ponerse en manos de “la maestra” y someterse a sus dictados a cambio de su apoyo para triunfar, pero si no lo hizo fue simplemente porque Elba Esther ya lo había rechazado. López Obrador, en cambio, supo mantener incólumes sus principios, su decencia y su decoro. Y qué bueno que así haya sido, pues más vale haber sido despojado con malas artes de un triunfo legítimo —lo cual significa una derrota honorable y una victoria moral— que llegar al poder como resultado de una alianza humillante y vergonzosa.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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