Infiernos premonitorios
Me armé contra la justicia. Llamé a los verdugos para morir mordiendo la culata de sus fusiles. El infortunio fue mi dios. Me he secado en la ráfaga del crimen. Y le he jugado malas pasadas a la locura.
Estas frases bien podrían ser la reflexión íntima de Felipe Calderón en un lapsus de improbable sensibilidad. Memento mori de una misa en honor a sus miles difuntos. No lo son. Salieron de la pergeña de Rimbaud en Una Temporada en el Infierno. “Tú seguirás siendo una hiena. Gana la muerte con todos tus apetitos, y con tu egoísmo y con todos los pecados capitales”. Le diría entonces en consecuencia el demonio que lo coronó donde está.
Porque hoy vivimos, el país vive el resultado no sólo de un sistema político autoritario, sino las consecuencias de una estructura política esencialmente arbitraria. No es, nunca ha sido, la ley la columna que articula y acota las decisiones, sino el mecanismo discrecional del poder con el cual se disciplina a la disidencia pero a los socios y cómplices en los negocios se les encuentra el modo de ser perdonados u olvidados. Conveniente distorsión de Juárez: a los amigos justicia y gracia; a los enemigos la ley a secas.
Durante sus más de cuatro años, consistentemente el gobierno Calderonista ha apelado a su inocencia. Todo pasa así porque se “atrevieron” a cortar con la tradición sistémica de la connivencia de personeros del crimen con los representantes el sistema político y del gobierno. A la matanza arbitraria y aleatoria la visten como consecuencia del éxito de sus decisiones estratégicas. Aunque salta a la vista que las decisiones gubernamentales no son decisiones y mucho menos estratégicas. Son, si acaso, meras reacciones a las iniciativas de los poderes de facto, llámense corporativos criminales o liderazgos sindicales.
El Estado mexicano está en crisis y ésta es la consecuencia de las decisiones tomadas por la actual administración federal, que se plegó sin pudor a los intereses de la política estadounidense . Sin un solo contrapeso. De los contrapesos posibles Calderón se distanció.
Los equilibrios y estabilidad del Estado mexicano fueron durante años estables pero siempre precarios. Su extrema fragilidad actual, incapaz de controlar partes significativas del territorio nacional (por lo pronto Ciudad Juárez y Monterrey, por mencionar las más conspicuas) es producto de las decisiones concretas de este gobierno.
Decisiones como la de asociarse/aliarse con Elba Esther Gordillo que, en una dinámica de ruptura iniciada por Felipe Calderón, propiciaron la reacción confesora de Elba Esther Gordillo en una conferencia de prensa convocada ex profeso. Miguel Ángel Yunes como testaferro presidencial carga con el peso del enfrentamiento. El diferendo real es entre Calderón y Gordillo. Enfrentamiento que más de una semana de haberse destapado tiene aún al Presidente dando explicaciones sobre su alianza.
En la última semana la violencia regresó. El gobierno reacciona con la voz de Alejandro Poiré, secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional. Con evidente pobreza argumental dijo en uno de sus mitos desmitificadores que la lucha anticrimen es de todos los mexicanos, no sólo de Felipe Calderón. Así, a ritmo de la masacre que salpica y aterra al país, Calderón podría decir que aún danza en el aquelarre, en un rojo calvero, con niños y con viejas. Que sus recuerdos no van más lejos que esta tierra y que el cristianismo. Que nunca acabará de verse en ese pasado. Siempre solo.
“Ahora estoy maldito, tengo horror de la patria. Lo mejor es un sueño bien ebrio, sobre la playa”. Rimbaud, luego de una temporada en el infierno.
*Es Cosa Pública
leopoldogavito@gmail.com
Fuente: La Jornada de Veracruz
No hay comentarios:
Publicar un comentario