Indice Político
Francisco Rodríguez
Francisco Rodríguez
Maridos, no; ¿policías, sí?
La mala suerte o tal vez la improvisación parecen perseguir a las declaraciones públicas del señor Felipe Calderón, quien apenas el lunes de esta semana, último día del primer semestre de 2008, se dirigió a un grupo de mujeres mazahuas reunidas cual fondo escenográfico de uno de sus eventos asistencialistas, a quienes alentó a subir al ring y ponerse los guantes:
“Yo les quiero decir a todas las mujeres que no está bien, está muy mal que se le pegue a las mujeres en la casa: que no se dejen; y al marido, que se cuide porque no se los vamos a permitir…”
No habían transcurrido 24 horas de tan peculiar declaración en boca de un ¿conciliador Jefe de Estado?, cuando otro grupo de mujeres mazahuas, tal vez el mismo de la tarde anterior –sabido es que el Estado Mayor Presidencial tiene identificados en cada localidad a claques a las que reúne y “acarrea” cada que se requieren impostadas porras y vivas-vivas artificiales para su jefe en turno— fue golpeado, ya no en sus casas ni por sus maridos o concubinos, ¡sino en un acto público y por las fuerzas públicas federales!, a cuyo mando se ubica el señor Calderón.
Supondría cualquiera que dichas mujeres fuertemente reprimidas pertenecen, quizá, a un peligroso cartel del narcotráfico y que por tal las mujeres mazahuas iban al evento del señor Calderón armadas con metralletas, granadas y hasta obuses teledirigidos, dada la reacción y respuesta inmediata de la gendarmería federal. Pero no. Enteradas de la presencia de quien dos años antes, en campaña electoral, se había comprometido con ellas a dotarles del servicio de agua potable, se acercaron –al margen de los llamados “acarreados”— para demandar el cumplimiento de lo ofrecido y, claro, como muchas otras cosas más cual el empleo y la seguridad, hasta ahora permanecen incumplidas.
Desconocedoras de que los políticos hacen campaña en verso y gobiernan en prosa, las mazahuas sí iban armadas, pero con mantas sobre las cuales desplegaban sus demandas: “Exigimos agua”. “Diputados zánganos y gorrones”. “Calderón y Peña Nieto, cumplan el convenio”. “Señor Calderón, hay dos México, el de los ricos y el de los pobres”.
¿Mentiras? ¿Calumnias? ¿Exigencias exorbitantes? Nada de ello. Verdades hirientes en una comunidad indígena cuyo principal problema no es el de la condenable violencia de género a la que Calderón llama a repeler con ¡más violencia!, sino la carencia de los satisfactores más necesarios cual es el agua.
En la zacapela de hace dos días se retrata otra vez el choque del desmedido uso de la fuerza pública --¿ejercicio legítimo de la fuerza?— contra los marginados, mismo que en los últimos días se ha focalizado interesada y exclusivamente en el Distrito Federal, donde las policías quedaron exhibidas por su persecución, hasta la muerte, de jóvenes pertenecientes a familias con recursos económicos limitados.
El crimen no es ser joven. El crimen es ser joven y pobre. O indígena en situación de extinción social, como las mujeres mazahuas.
Contra la pobreza es que se ceba la violencia. Lo peor es que los ejecutores de estas prácticas no se encuentran en mejor situación económica y social.Ya lo saben pues las mujeres mazahuas.
No deben permitir que los maridos las golpeen. Pero si los golpes se los lanzan los policías federales, ni modo, ¡a apechugar!
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