¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Sumisión, dedazo y salto al vacío
Humberto Musacchio
Resultó fácil. Sin siquiera leerla, diputados y senadores aprobaron la
Ley General del Servicio Profesional Docente con los votos del PRI, el
PAN y sus satélites, incluida el ala derecha del PRD. Para que los
legisladores pudieran levantar el dedito, bastó que afuera de los
recintos parlamentarios se apostaran miles de policías capitalinos,
federales, bancarios y hasta del Estado de México, debidamente apoyados
por granaderos, un regimiento de la Montada y un contingente del
Ejército por lo que hiciera falta.
El Poder Legislativo, otra vez sometido al otro poder, fue protegido por
un improvisado muro de tres metros de altura, tanques antimotines y un
helicóptero. De este modo, los “representantes populares” pudieron votar
una ley anticonstitucional, una norma que por sus consecuencias
altamente lesivas para la convivencia social tendrá consecuencias
impredecibles, pero seguramente graves para la nación.
Se legisla, dicen, para mejorar la educación, pero se hace sin la
participación de quienes serán los encargados de aplicar la reforma
educativa, cualquiera que ésta sea, y se atropellan derechos laborales.
Eso se llama incongruencia y augura un éxito nulo para un ordenamiento
que marginó a los profesores y que promete pasar sobre ellos y sus
derechos.
El despliegue policíaco fue para reprimir a los integrantes de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, pero ante la
aparición de grupos que se hacen llamar anarquistas, los mentores
retrocedieron para no ser parte de la violencia. Los maestros de la
CNTE, es cierto, dificultaron por varios días la vida de los
capitalinos, quienes fueron sometidos a una feroz campaña mediática para
que se culpara a los profesores, y sólo a ellos, de todas las
desgracias nacionales, sin considerar el enorme sacrificio que hacen
para trasladarse a la Ciudad de México, lo que tiene su origen en la
imposibilidad de hacerse oír desde las entidades de donde provienen,
porque, no hay que olvidarlo, se trata de un problema federal.
Ante la explicable irritación de los capitalinos por los bloqueos,
marchas y plantones, la derecha se exhibió con la sed de sangre que tan
elocuentemente mostró en el sexenio de Felipe Calderón. El humanista
Gustavo Madero exigió lanzar contra los profesores “tanquetas hidrantes”
y Raúl Plascencia Villanueva, presidente de la Comisión Nacional “de
Derechos Humanos”, histéricamente demandó que el gobierno del Distrito
Federal reprimiera a los profesores.
El colmo ha sido la intentona de iniciarle juicio político y
eventualmente desaforar a Miguel Angel Mancera porque se ha negado a
reprimir a los profesores, que son, no hay que olvidarlo, un grupo de
ciudadanos en el ejercicio de sus derechos constitucionales. Mequetrefes
del PAN, el PRI y el Partido Verde quieren correr de nuevo la película
foxista del desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, la que, por si
no se han dado cuenta, mantiene dividido al país.
Por último, cabe recordar que en todo país democrático y aún en aquéllos
que no lo son, el derecho de manifestación causa molestias a los
ciudadanos. Aquí, después de años de golpizas, detenciones y muertos,
logramos que se respetara la Constitución y ganamos para todos la
posibilidad de ocupar la calle con la protesta. Por supuesto, hay abusos
en ese ejercicio democrático, pero ningún partido ha querido dar el
primer paso para su necesaria reglamentación, lo que permitiría
conciliar ese derecho con las libertades y actividades del conjunto de
la sociedad. Las consecuencias están a la vista.
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