¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Saber hacerlo
Luis Linares Zapata
Los que dijeron saber
cómo hacerlo llegaron, hace ya meses, al poder central. A partir de esos
momentos idos, sus predicadas habilidades se han ido diluyendo en
trasteos incompletos y erradas conceptualizaciones en sus diseños de
estrategia. Adicionalmente, la defectuosa vigilancia sobre la marcha de
la economía mundial (en especial EU) equivoca y menosprecia las serias
dificultades externas. El resultado no puede ser más desalentador. En
primer término, porque la marcha de la fábrica nacional, medida por el
famoso crecimiento del PIB, languidece y no hay, en el horizonte
venidero, motivo que retome el progreso acelerado que se había prometido
una y mil veces. Las reformas, sobre todo esas catalogadas como
estructurales, las que el país requiere de manera vital según conseja
ampliamente difundida, fueron desgranándose, sin orden ni concierto,
hasta empastelarse unas contra otras. Las que faltan (hacendaria,
energética, fiscal) para redondear el pretendido espíritu transformador
(según versión oficial), hoy se antojan de extrema vulnerabilidad.
Los adalides del priísmo de nuevo cuño,
al menos esos que aparecen
cotidianamente en los espacios noticiosos,
de tanta palabrería vertida
terminan por confundir las de por sí endebles percepciones populares.
Sueltan,
estos conductores de elite y a la primera provocación de un
micrófono cualquiera a su alcance,
un alud declarativo poco asequible
para el grueso de la población.
A los iniciales retobos de los grupos
afectados,
el oficialismo desató una beligerante campaña de propaganda
que incluyó,
como punto álgido,
la detención de la denostada profesora
Gordillo de triste y lejano recuerdo.
Después se fue estirando la cuerda
de las iras guerrerenses hasta hacer desfilar a guardias comunitarios
armados con fusiles de (
casi)
utilería.
Engallados,
los priístas y
difusores aliados amenazaron,
desde la más alta de las tribunas del
poder,
con ir,
de manera terminante y costara lo que fuera necesario,
por la reforma educativa.
La beligerante reacción del magisterio
disidente,
sin embargo,
logró abrir sendas mesas de diálogo y
propuestas.
Se llevaron a cabo 10 masivas reuniones de maestros y
especialistas del tema.
El resultado de tan esforzado intercambio de
posturas e ideas alternas del magisterio,
sin embargo,
fue ninguneado
por el oficialismo,
por decir lo menos.
La reforma,
con sus leyes
secundarias intactas,
sigue,
con aparente fuerza,
un curso de inevitable
colisión,
no sólo con los maestros disidentes (
CNTE),
sino con la
mayoría de ellos,
aunque aparezcan ubicados en el coto de los charros
del SNTE.
En medio del fragor de la disputa,
un hueco inmenso se nota a
las claras:
la ausencia de las autoridades de la SEP.
Su secretario,
tan
afecto a los formalismos legaloides de corte inapelable,
se ha esfumado
del escenario y de los mismos entretelones de las negociaciones.
Se
quedó anclado en anunciar el rescate,
para el Estado,
de la conducción
educativa.
Y,
al andar el tiempo,
se sabe que esa era la única ambición
de tan excelsa sabiduría:
el control administrativo de los maestros,
en
especial de los disidentes.
La calidad educativa fue dejada,
sin
contemplaciones,
para las calendas griegas.
Ni siquiera intentaron
formular alguna plataforma reformadora,
de la muy cuestionada tarea
educativa,
como cimiento del desarrollo equitativo ambicionado.
Tampoco
han podido diseñar un programa de escala para el rescate y modernización
de la infraestructura escolar tan precaria como la que ahora existe.
Proyectar un plan de construcción,
del tamaño y envergadura requerida
por un sistema tan desigual y destartalado,
bien podría actuar como
detonante y alentar la depresiva economía actual.
Pero embarcarse en tal
aventura constructiva es solicitar demasiado a esos funcionarios que saben cómo hacerla
Lo suyo,
al parecer,
es promover la venta de garaje de la riqueza petrolera.
Y en esa tarea llamada de apertura y modernización arriesgan
el poco,
poquísimo capital disponible.
Afirman,
con aires de sensibles
profetas,
que el momento es propicio para la siguiente reforma:
la
crucial,
la mera estelar de sus pretensiones entreguistas.
Al estrellato
han lanzado a un improvisado personaje recién enganchado en la
Secretaría de Energía (
P.J. Coldwell).
Con desplantes de experto en la
materia,
lanza proclamas y cálculos sin recato alguno.
No pudo,
sin
embargo,
responder a una simple pregunta:
¿a quién le compran las
gasolinas importadas y a qué precio? El versado funcionario evadió la
respuesta,
demasiado comprometedora para su permanencia en el puesto.
Similar papel viene escenificando el joven director de Pemex (
E.
Lozoya).
Pronósticos descocados de inversiones masivas van y vienen en
sus doctas apariciones.
Las acompasa con cientos de miles y hasta
millones de empleos por derivar de ellas.
Sin embargo,
los contratos
hasta ahora exhibidos como factibles –
los de utilidades compartidas–
son
ninguneados por las grandes compañías petroleras del mundo a través de
sus voceros,
analistas y difusores.
Ellos quieren,
exigen,
cuando menos,
que sean de producción compartida y,
de ser posible,
obtener francas
concesiones.
Sus balances requieren estos instrumentos para obtener
financiamiento de sus planes.
Por el momento,
empero,
todo está pendiente de varios hilos sueltos y
tenues.
La reacción opositora se va dibujando lenta,
pero consistente y
densa,
en el horizonte nacional.
El pleito parece inminente y los
priístas están más que desconcertados.
Los largos años de exilio del
poder central no pasaron en vano.
Tienen oxidadas las entendederas y
son,
al menos por ahora,
poco dúctiles en sus aprestos de negociadores
efectivos.
Y,
aun en tales condiciones,
se quieren lanzar al ruedo sin
reparar en lo tambaleante de su equipamiento.
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