¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Primer año fallido
Sanjuana Martínez
Enrique Peña Nieto llega a su Primer Informe de Gobierno con el estigma
del fracaso. Ninguna de sus iniciativas han dado resultado: la violencia
persiste, el desempleo aumenta, la crisis económica se acentúa y la
devaluación se aproxima en medio del descontento social.
El inquilino de Los Pinos no da el kilo. Hemos esperado 12 meses para
comprobar lo que ya sabíamos: el señor Peña Nieto carece de capacidad
suficiente para gobernar este país. Su gabinete tampoco ha resuelto los
apremiantes problemas que mantienen a México en una severa crisis
institucional.
Las formas son importantes. Presentar el Primer Informe de manera
virtual es un síntoma de debilidad, de absoluta cobardía. El Ejecutivo
no sólo evadió su responsabilidad constitucional de manera cabal, sino
que buscó el típico subterfugio para ofrecer su informe no asistiendo y
mandando en su lugar al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong.
El acto protocolario se hizo con las peores señales: seis mil elementos
de la Policía Federal, la capitalina y la del Estado de México
resguardando el Palacio Legislativo de San Lázaro, la que se supone es
la casa del pueblo, el hemiciclo que supuestamente le pertenece a los
ciudadanos y que ahora es blindado contra esos ciudadanos.
Peña Nieto le teme a las protestas, le aterra enfrentar de nuevo la
huida al baño como en la Universidad Iberoamericana. No quiere ver la
realidad, ni las demandas de diversos sectores de la sociedad, ni las
quejas de unos y de otros, a consecuencia de su fallido año de gobierno.
No está dispuesto a vivir una rechifla, a escuchar el abucheo. Se ha
negado a ver el descontento, la inconformidad de los ciudadanos. Pero
ayer, Día del Informe, pasará a la historia porque fue una jornada
enmarcada por las marchas y protestas de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE) y de grupos de la sociedad civil.
Fue un día de protestas sin Presidente. La ausencia de Peña Nieto es la
prueba más fidedigna del vacío de poder que padecemos los mexicanos
desde que el priísta llegó a Los Pinos.
Es verdad que al presentar su Primer Informe de manera tan especial, dio
cumplimiento al artículo 69 constitucional que establece la obligación
de hacerlo por escrito. Pero la forma es el fondo. Y Peña Nieto no pasó
la prueba de gobernabilidad. Su huida, su falta de valor para enfrentar
la situación lo deja aún peor.
Y es que la gente ya no aguanta más sus políticas antisociales, ni sus
reformas al vapor, ni su intención de quitarle a los trabajadores sus
conquistas laborales. Y mucho menos sus ganas de arrebatarle a los
mexicanos su más preciado tesoro: el petróleo.
Su gabinete pensó que para aprobar sus reformas: energética, educativa y
hacendaria, sólo era necesario “convencer” a los grupos políticos de la
“oposición”. Nunca se tomaron la molestia de pensar en la reacción de
los ciudadanos, porque daban por hecho y así están acostumbrados, de que
el sufrido pueblo mexicano aceptaría silenciosamente sus modificaciones
autoritarias.
El gobierno de Peña Nieto quiere seguir funcionando desde su torre de
marfil, tomando decisiones por encima de la voluntad popular. Su
estrategia es cocinarlo todo con diputados, senadores y gobernadores. Se
niega a hacer una consulta ciudadana sobre la reforma energética,
tampoco escucha el clamor de los maestros que rechazan su reforma
educativa y se prepara para aumentar a un 22 por ciento el IVA sin tomar
en cuenta el sentir popular ni el daño que puede causar a la maltrecha
economía familiar.
En 12 meses no ha sabido aplicar un plan que disminuya la violencia, al
contrario, casi 15 mil ejecuciones, según conteo de diversas
organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación, hablan muy
mal de su política de seguridad.
En un año, tampoco supo atender a las víctimas de la guerra: familiares
de desaparecidos, desplazados, huérfanos… En materia de derechos humanos
su gobierno ha resultado un gran fiasco. Las fuerzas armadas (Ejército y
Marina) y las distintas policías siguen cometiendo ejecuciones
extrajudiciales, desapariciones forzadas y tortura. Hay 300 mil
desaparecidos en el país y sus familiares siguen deambulando por los
anfiteatros buscando a sus seres queridos a falta de un Banco Nacional
de ADN que coteje las pruebas de sangre con los 10 mil cadáveres sin
identificar. Aunque el gobierno se empeñe en no dar cifras, no puede
esconder los muertos debajo de la alfombra, ni los desaparecidos en
fosas clandestinas o campos ilegales de detención del Estado o del
crimen organizado.
La clase trabajadora sigue sufriendo los embates del mal gobierno. Su
poder adquisitivo ha caído un 80 por ciento. Su mini salario no le
permite alcanzar un buen nivel de vida. Y para colmo, la reforma laboral
aprobada ha generado un cúmulo de calamidades.
En fin, el acto privado del Primer Informe se parece a señor Peña Nieto:
un fiasco. Su ausencia en el Congreso nos deja claro que será el
sexenio de la evasión y la simulación. El Ejecutivo no ha tenido la
valentía de mirar de frente a la nación.
La desfachatez de intentar contrarrestar esto con propaganda pagada en
segmentos de publicidad y noticias, es la guinda del pastel. Enrique
Peña Nieto llegó a su primer año de gobierno temeroso, menguado,
amilanado. Es la imagen de un hombre asustadizo y timorato. Justo lo
contrario que necesita México.
En esas condiciones la pregunta es obligada: ¿terminará el sexenio?
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