¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Un siglo de fraudes
MÉXICO, D.F. (apro).- El tema de las boletas lo trivializaron bajo el
argumento de que sólo se trataban de mil 500 toneladas de papel que se
almacenaron por siete años con un costo de mil 300 millones de pesos
para el Instituto Federal Electoral (IFE). El magistrado presidente del
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Alejando Luna
Ramos, incluso consideró su resguardo una “necedad” onerosa tras la
demanda de apertura hecha por la revista Proceso y el investigador Sergio Aguayo.
Esos
papeles eran las únicas pruebas que se tenían de las irregularidades
que hubo en la elección del 2006, los únicos documentos con los cuales
se podría saber la verdad de ese proceso manchado de irregularidades en
el que ganó Felipe Calderón y que ninguna autoridad mexicana accedió a
la consulta a pesar de que son documentos públicos.
Los fraudes
electorales en México son parte de nuestra historia política y han
marcado etapas importantes desde hace un siglo. En las elecciones de
1910, por ejemplo, el dictador Porfirio Díaz se negó a que se revisaran
las boletas como lo pedía Francisco I. Madero para corroborar el fraude
que entonces se orquestó para que el general oaxaqueño siguiera
entronizado en el poder más años. Al rechazar esta demanda, el
movimiento armado comenzó a fortalecerse hasta explotar en la revolución
y en unas elecciones extraordinarias en 1911 que ganó Madero.
En
1929, cuando Plutarco Elías Calles ya había formado el Partido Nacional
Revolucionario, antecedente del PRI, José Vasconcelos denunció el
fraude con documentos y pruebas. El caudillo ya dominaba el mundo de la
política mexicana y la denuncia del exsecretario de Educación fue
rechazada, ante lo cual Vasconcelos lanzó el Plan de Guaymas
proclamándose presidente electo, desconociendo a las autoridades y
convocando a una nueva revolución. El plan no prosperó y Vasconcelos
salió exiliado rumbo a Estado Unidos.
La tradición del dedazo para
elegir al candidato y en automático al sucesor presidencial se
fortaleció al mismo tiempo que el partido en el poder. En 1940, después
de hacer a un lado a Francisco José Mujica, el general Lázaro Cárdenas
puso como candidato al general Manuel Ávila Camacho, quien compitió
contra Juan Andrew Almazán lanzado por el Partido Revolucionario de
Unificación Nacional (PRUN).
La historia registra que el día de
las elecciones hubo fraude y enfrentamientos entre seguidores de ambos
personajes. También represión del ejército y la policía con un saldo 30
muertos y 158 heridos en la ciudad de México. Al final Ávila fue ungido
presidente con 95% de los votos y Almazán fracasó en un intento de
revuelta.
Hacía las elecciones de 1952, con el PRI ya formado y
controlando todas las instituciones, Adolfo Ruiz Cortines llegó a la
presidencia con denuncias de fraude por parte de Miguel Enríquez Guzmán
postulado por la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) y
Vicente Lombardo Toledano por el Partido Popular. La misma tónica se
mantuvo en los procesos electorales presidenciales hasta que el fraude
se hizo más evidente en 1988 cuando Carlos Salinas llegó al poder tras
la famosa “caída del sistema” imponiéndose a Cuauhtémoc Cárdenas quien
denuncio el fraude.
Fue en ese año cuando el panista Diego
Fernández de Cevallos convalidó el fraude desde la Cámara de Diputados
apoyando la quema de las boletas electorales que demostraban el fraude
con el que ganó Salinas de Gortari. A partir de entonces el PAN y el PRI
juntaron sus voluntades para ocultar el engaño tramado desde el poder
para mantenerse en la silla presidencial. Eso fue lo que pasó en 2006
con Felipe Calderón.
Hoy, se escribe una nueva historia en la
larga historia de los fraudes en México. Lo nuevo o lo novedoso es que
no se trata del PRI sino del PAN cuyo candidato, Felipe Calderón, llegó a
la presidencia entre severas sospechas en la legitimidad de su triunfo.
Durante siete años la revista Proceso
litigó en todas las instancias a nivel nacional e internacional para
que el IFE abriera los paquetes electorales y se revisaran las boletas
utilizadas en la elección del 2006. En todo momento la decisión de las
autoridades electorales fue rechazar la petición bajo el argumento de
que se trataba de un asunto de seguridad nacional. Mientras que el
tribunal electoral y la Suprema Corte de Justicia arguyeron que no se
trataba de un tema de acceso a la información, sino uno de índole
estrictamente electoral, reservado a los partidos políticos.
El
destino tiene su ironía, pareciera que a partir de la decisión de la ONU
notificada el 22 de agosto de que en la petición de acceso a las
boletas electorales no opera el artículo 19 del Pacto, referido a la
libertad de expresión, con la orden del IFE de reciclar las boletas
utilizadas en la elección de 2006, lo que en realidad se recicla es la
tradición del fraude electoral en México, esa costumbre que ya lleva más
de un siglo de no permitir la limpieza de los procesos electorales
cuando están repletos de manchas y lo peor del caso es que todo indica
que dicha costumbre seguirá siendo el sello de la clase política
mexicana, independientemente del partido que gobierne.
Twitter: @GilOlmos

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