¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Cuál Fiesta Patria?
Alejandro Páez Varela
Que removieron a los maestros del Zócalo para que “los mexicanos
pudieran celebrar la Fiesta Patria”. Eso dijeron. Asombra tanta
amabilidad, pero no se hubieran molestado: muchos mexicanos no
recordamos, seguramente, a cinco Héroes de la Independencia (es más, me
atrevería a decir que ni Enrique Peña Nieto podría citarlos sin
apuntador). La verdad es que la protesta social le provoca más
incomodidad a la clase gobernante que una tía sacada del manicomio para
una Navidad, ¿para qué nos usan de pretexto? ¿Que los sacaron del Zócalo
para que los mexicanos celebráramos las Fiestas Patrias? Caray. A menos
que haya una nueva versión oficial de “Fiestas Patrias” que agregue
tanquetas con cañones de agua…
Porque, por si no lo saben, hace mucho tiempo que los presidentes se
alejaron de las fiestas populares. ¿De dónde viene, ahora, esa
preocupación? Para recordar la Expropiación Petrolera, por ejemplo,
inundan de spots la televisión mientras que organizan actos privados en
los que rinden honores a sus propios héroes, como Carlos Romero
Deschamps, símbolo de la corrupción revolucionaria institucional. Se
vende un “festejo” por la tele mientras los políticos refrendan su
simpatía a este líder corrupto (sí, corrupto, podrido e inmoral, que
roba en un país con más de 50 por ciento de sus ciudadanos en la
pobreza). ¿Y cómo no lo iban a festejar? Que sepamos, sólo en el año
2000 desvío mil millones de pesos para la campaña política del PRI, de
acuerdo con las autoridades electorales. Y mientras el IFE condenaba el
robo, la Procuraduría General de la República (PGR) exoneraba al ladrón
de los mismos cargos. Y no cualquier PGR: la PGR de Vicente Fox, quien
días después de asumir la Presidencia ya se sentaba con el líder
corrupto, así como lo hizo, en su momento, el mismo Felipe Calderón.
¿Cuál Fiesta Patria?
Hace mucho tiempo que el aniversario de nuestra Revolución es una
concesión exclusiva del PRI (aún cuando gobernaba el PAN). Sus desfiles,
como lo veremos el 20 de noviembre, no son desfiles populares. Sí, la
gente se acerca, ¿cómo no?, si el pueblo mexicano tiene afición por las
fiestas. Pero no son eventos para el disfrute de la sociedad mexicana,
sino demostraciones públicas de control: marchan militares, escuelas,
sindicatos. No es que ellos no sean pueblo –soldados, estudiantes y
maestros, obreros–. Lo son. Pero van allí porque es una obligación.
Luego, en el Castillo de Chapultepec o en la Residencia Oficial de Los
Pinos o en Palacio Nacional se organizan pachangas a las que asisten los
mismos de toda la vida y no para celebrar, sino para rendir pleitesía:
los grandes empresarios del momento, los secretarios de Estado, los
allegados del Presidente en turno, los líderes de partidos y sindicatos.
Los amigos de la casa, pues. La Revolución dejó de ser, desde hace
mucho tiempo, una celebración popular. ¿Cuál Fiesta Patria?
Hace tiempo que es lo mismo con los festejos de la Independencia: la
radio y la televisión anestesian durante días a la gente con gestas
heroicas y música de Moncayo; el acto medianamente popular es para
personas que aceptan someterse a operativos de vigilancia con miles de
policías y militares, y luego el Presidente en turno ofrece recepciones
privadas para –otra vez– embajadores, secretarios de Estado, empresarios
en turno, dirigentes partidistas y sindicales y gente “notable”. Muchos
mexicanos se toman 15 y 16 de septiembre como días de pachanga oficial,
y todos bebemos con fascinación. La verdadera fiesta nacional está en
la cena y la bohemia de esos días; en el puente que permite descansar;
en los ríos de tinta verde, blanca y roja que aleja (insisto en la
anestesia) a los mexicanos de su verdadera condición. ¿Cuál Fiesta
Patria?
Hace mucho tiempo que nos compramos ilusiones de alcohol y serpentinas
con las Fiestas Patrias porque así se nos ha educado. Curiosa manera de
celebrar los gestos de valentía de quienes nos precedieron: lo hacemos
encerrados en nuestra propia cobardía, en juegos de palabras que hablan
de la mexicanidad pero ignoran deliberadamente que esta Nación no
requiere de borrachos, sino de gente con arrojo. Festejamos,
anestesiados, por la Independencia de un país cada vez más dependiente
de la “buena voluntad” y la codicia de los extraños; festejamos una
Revolución cuando las revoluciones urgentes no han sucedido: México, con
más de 50 millones de pobres, alberga los negocios de uno de los
hombres más ricos del mundo. México, que presume su 20 de noviembre,
sigue padeciendo (y allí están las cifras del INEGI) del abuso, la falta
de oportunidades, la desigualdad y la corrupción de los años de
Porfirio Díaz. ¿Cuál Fiesta Patria?
Espero no echarle a perder, con este texto, sus ganas de celebrar. Pero
no me puedo quitar de la cabeza que México inaugurara el uso de
tanquetas de agua contra los manifestantes justo unos días antes de la
ceremonia del Grito; o, para ser más preciso, que se hubiera puesto como
pretexto que “los mexicanos queremos celebrar” para remover por la
fuerza, en un evento que ratifica el fracaso de la política, a maestros
que son parte de esa masa de millones de pobres insatisfechos.
Se dijo que “los mexicanos queremos celebrar a nuestros Héroes Patrios”,
y que por eso el uso de la fuerza. Ojalá fuera así, pero casi todos
sabemos que es mentira. Cuáles Héroes Patrios: la mayoría no podría
mencionar por sus nombres a cinco de esos que nos dieron Patria porque,
por un lado, el sistema educativo no nos lo enseñó bien y porque, por el
otro, la Independencia no es sino una serie de días que agrupados
constituyen un “puente” de ocio para beber, comer y endeudarnos.
Hace años que las Fiestas Patrias son pretexto para soltarnos el chongo,
y no hay nada de malo en ello. Removieron de la plancha del Zócalo a
los maestros porque no soportaban lo que significaban: Un Estado, el
mexicano, incapaz de responder a las demandas de un grupo de ciudadanos.
Que no vengan con que era para que “los mexicanos celebraran”, que la
mayoría ni siquiera pone un pie en el Zócalo.
Los disolvieron con la fuerza del Estado porque querían su pachanga, eso
sí. Una pachanga que ha perdido sentido y se volvió una justificación
para que la clase gobernante vista los colores patrios y celebre sus
negocios, mientras los demás simplemente nos emborrachamos.
Asombra tanta amabilidad, pero mejor se hubieran tomado otra molestia:
la de responder a esos maestros, tan pobres como los más pobres, que
reclaman casi en solitario que les hubieran disfrazado una Reforma
Educativa cuando en realidad es una Reforma Laboral como las que tanto
gustan a los que, les garantizo, no pasarán de la segunda estrofa del
Himno Nacional sin chícharo y sin apuntador. ¿Cuál Fiesta Patria?
(SIN EMBARGO.MX)
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