viernes, 20 de septiembre de 2013

No hay que dar pretextos para la represión

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Es momento de valorar lo conseguido
Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

El movimiento magisterial disidente se encuentra en una encrucijada, que podría convertirse en una trampa mortal si los líderes actúan sin la suficiente madurez y visión para hacer comprender a sus bases el imperativo de no dar pretextos al grupo en el poder de lanzar una represión que aplaudiría la ciudadanía enajenada por la televisión. Los sucesos del miércoles dejan ver que se están formando dos bloques antagónicos, el de los acelerados y el de quienes están convencidos de que no se debe correr todo el tiempo, sino avanzar a paso seguro.

Es momento de valorar lo conseguido, y no caer en una actitud que sólo podría calificarse de infantil, como la de algunos profesores que consideran que la toma del Zócalo es esencial para el triunfo de su movimiento. Se trata de una acción táctica que ya dio lo que tenía que ofrecer, ahora lo conducente es conseguir más apoyos de la sociedad, que sólo podrán lograrse en la medida que demuestren la justicia de su movimiento, que su lucha no es por mantener vicios laborales, que se fueron gestando por líderes corruptos, sino por erradicarlos en beneficio de la educación.

La etapa de movilizaciones ya cumplió sus objetivos, buenos y malos, ahora lo razonable es pasar a otra de más relevancia política, con el fin de que se pongan al descubierto las verdaderas intenciones de la mal llamada reforma educativa. Es cierto que no se cuenta con recursos para emprender una lucha que demanda no sólo voluntad y destreza, sino capacidad para suplir las carencias materiales con la comprensión de la ciudadanía. Se dio un paso importante el miércoles, al sumarse varios contingentes de estudiantes de varias universidades públicas, ahora lo conducente es aprovechar al máximo tal apoyo.

Esto se podrá lograr en la medida que los maestros disidentes presenten una unidad a prueba de provocaciones. De ahí que sea preocupante la actitud asumida por quienes creen que tomar el Zócalo es sinónimo de victoria. Estos le hacen un valioso servicio al gobierno federal al actuar como lo hicieron. Las consignas que corearon hasta parecían elaboradas en la Secretaría de Gobernación: “¡Urgente, urgente, cambiar al dirigente!”… “¡Vendido, vendido, vendido!”… “¡No venimos a pasear! ¡Zócalo, Zócalo, Zócalo!”

La abrogación de la reforma educativa y de sus lesivas leyes secundarias, no se va a conseguir con actos que desaprueba la sociedad, sino con un trabajo político inteligente que vaya al fondo de los hechos y los haga comprensibles al ciudadano común. El gobierno de Enrique Peña Nieto no está comprometido con la educación, como lo pregona, sino con las políticas reaccionarias y decimonónicas del Consenso de Washington, a fin de que el sistema educativo sea el motor de éstas, y que el gremio magisterial sea sólo un conglomerado de peones sin derechos.

Lo que quiere el gobierno federal es tener los instrumentos jurídicos suficientes para dejar sin derechos básicos a los maestros. A Peña Nieto no le preocupa la educación, sino quedar bien con los barones del dinero y con los dirigentes de la OCDE y demás organizaciones creadas para ejecutar las políticas públicas neoliberales, instrumentadas en Washington con el fin de asegurar la permanencia del rancio sistema decimonónico.

Los maestros lograrán que el gobierno federal, y su Pacto por México, cancelen las reformas estructurales oligárquicas, en la medida que demuestren una indestructible unidad gremial a prueba de todo tipo de provocaciones y deslealtades. Sólo así se irán ganando el apoyo de la sociedad mayoritaria, de los trabajadores, estudiantes e intelectuales de mayor prestigio. Basta ver cómo la cúpula empresarial se impone al Ejecutivo, para tener una clara idea de lo importante que es la unidad corporativa. Un buen ejemplo lo tenemos ahora: el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, dio marcha atrás en la aplicación de la consolidación fiscal, en cuanto la elite empresarial hizo su primer berrinche.

Es cierto, la oligarquía tiene la sartén por el mango, gracias a su potencial chantajista, que usa de manera franca y sin disimulo. Pero el pueblo tiene un poder mayor que desgraciadamente no sabe ni puede utilizar en un sistema como el nuestro. De ahí el imperativo de que los maestros disidentes se erijan como la fuerza idónea para encauzar la liberación del pueblo.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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