¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Es momento de valorar lo conseguido
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
El movimiento magisterial disidente se encuentra en una encrucijada, que
podría convertirse en una trampa mortal si los líderes actúan sin la
suficiente madurez y visión para hacer comprender a sus bases el
imperativo de no dar pretextos al grupo en el poder de lanzar una
represión que aplaudiría la ciudadanía enajenada por la televisión. Los
sucesos del miércoles dejan ver que se están formando dos bloques
antagónicos, el de los acelerados y el de quienes están convencidos de
que no se debe correr todo el tiempo, sino avanzar a paso seguro.
Es momento de valorar lo conseguido, y no caer en una actitud que sólo
podría calificarse de infantil, como la de algunos profesores que
consideran que la toma del Zócalo es esencial para el triunfo de su
movimiento. Se trata de una acción táctica que ya dio lo que tenía que
ofrecer, ahora lo conducente es conseguir más apoyos de la sociedad, que
sólo podrán lograrse en la medida que demuestren la justicia de su
movimiento, que su lucha no es por mantener vicios laborales, que se
fueron gestando por líderes corruptos, sino por erradicarlos en
beneficio de la educación.
La etapa de movilizaciones ya cumplió sus objetivos, buenos y malos,
ahora lo razonable es pasar a otra de más relevancia política, con el
fin de que se pongan al descubierto las verdaderas intenciones de la mal
llamada reforma educativa. Es cierto que no se cuenta con recursos para
emprender una lucha que demanda no sólo voluntad y destreza, sino
capacidad para suplir las carencias materiales con la comprensión de la
ciudadanía. Se dio un paso importante el miércoles, al sumarse varios
contingentes de estudiantes de varias universidades públicas, ahora lo
conducente es aprovechar al máximo tal apoyo.
Esto se podrá lograr en la medida que los maestros disidentes presenten
una unidad a prueba de provocaciones. De ahí que sea preocupante la
actitud asumida por quienes creen que tomar el Zócalo es sinónimo de
victoria. Estos le hacen un valioso servicio al gobierno federal al
actuar como lo hicieron. Las consignas que corearon hasta parecían
elaboradas en la Secretaría de Gobernación: “¡Urgente, urgente, cambiar
al dirigente!”… “¡Vendido, vendido, vendido!”… “¡No venimos a pasear!
¡Zócalo, Zócalo, Zócalo!”
La abrogación de la reforma educativa y de sus lesivas leyes
secundarias, no se va a conseguir con actos que desaprueba la sociedad,
sino con un trabajo político inteligente que vaya al fondo de los hechos
y los haga comprensibles al ciudadano común. El gobierno de Enrique
Peña Nieto no está comprometido con la educación, como lo pregona, sino
con las políticas reaccionarias y decimonónicas del Consenso de
Washington, a fin de que el sistema educativo sea el motor de éstas, y
que el gremio magisterial sea sólo un conglomerado de peones sin
derechos.
Lo que quiere el gobierno federal es tener los instrumentos jurídicos
suficientes para dejar sin derechos básicos a los maestros. A Peña Nieto
no le preocupa la educación, sino quedar bien con los barones del
dinero y con los dirigentes de la OCDE y demás organizaciones creadas
para ejecutar las políticas públicas neoliberales, instrumentadas en
Washington con el fin de asegurar la permanencia del rancio sistema
decimonónico.
Los maestros lograrán que el gobierno federal, y su Pacto por México,
cancelen las reformas estructurales oligárquicas, en la medida que
demuestren una indestructible unidad gremial a prueba de todo tipo de
provocaciones y deslealtades. Sólo así se irán ganando el apoyo de la
sociedad mayoritaria, de los trabajadores, estudiantes e intelectuales
de mayor prestigio. Basta ver cómo la cúpula empresarial se impone al
Ejecutivo, para tener una clara idea de lo importante que es la unidad
corporativa. Un buen ejemplo lo tenemos ahora: el secretario de
Hacienda, Luis Videgaray, dio marcha atrás en la aplicación de la
consolidación fiscal, en cuanto la elite empresarial hizo su primer
berrinche.
Es cierto, la oligarquía tiene la sartén por el mango, gracias a su
potencial chantajista, que usa de manera franca y sin disimulo. Pero el
pueblo tiene un poder mayor que desgraciadamente no sabe ni puede
utilizar en un sistema como el nuestro. De ahí el imperativo de que los
maestros disidentes se erijan como la fuerza idónea para encauzar la
liberación del pueblo.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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