viernes, 6 de mayo de 2011

Lo que vale es la verdad y ...punto

¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Marcha

Carmen Aristegui

“¿Teme a una derrota política de la marcha?”, le preguntó Daniela Rea a Javier Sicilia en la entrevista publicada por “Reforma” este martes. La periodista llevó al poeta a imaginar sobre el número de personas que acudirán a la Marcha Nacional por la Paz y la Justicia convocada por él y que, desde ayer, enfiló su rumbo para llegar el domingo 8 a la principal plaza pública, corazón de los poderes y territorio indómito de nuestra historia nacional. Sicilia respondió no temer a la derrota de la marcha, si es que derrota se le puede llamar a no llenar a tope la plaza principal. “No, porque la verdad es la verdad, la diga uno o la digan un millón, no importa. Lo que estamos diciendo, aunque haya uno solo en esa plaza, es verdadero. Necesitamos una paz justa y un silencio que dice más allá de lo que podríamos definir, lo que es la justicia. Porque el horror que traemos detrás es del orden de lo indecible. Hay que leer ese silencio con mucha fuerza”, dijo Sicilia. Tiene razón el poeta: podría estar él solo en la plaza -que no lo estará porque habremos de estar miles- porque el dolor y el sufrimiento ya han rebasado las ideologías y lo que ahí se exprese estará partiendo de algo verdadero: el sentimiento de hartazgo de una ciudadanía y la convicción, cada vez más desarrollada, de que la demencial ola de violencia, descomposición, impunidad e incapacidad para resolverla debe ser frenada.

La marcha es la expresión de un lamento colectivo, de un alarido catártico que pretende abrir conciencias, sacudir el pasmo y plantearse salidas. Sicilia ha invitado a participar en silencio. Los pasos de los que están ahora recorriendo los diferentes caminos, rumbo al Zócalo, vienen acompañados por la memoria de los miles de muertos, torturados, desaparecidos, secuestrados, extorsionados, en el país, durante los últimos años. Ésta es la marcha del “Basta de sangre” y del “Estamos hasta la madre”, expresiones que resumen muy bien el sentimiento compartido.

Se trata de recomponer el camino. Para ello debe reconocerse que lo que se ha hecho, hasta el momento, ha fracasado y que incluso ha sido contraproducente. Los indicadores están a la vista. Lo que la marcha nos dice es que lo imperativo hoy es un cambio de rumbo para reacomodar los ejes y tomar nuevas decisiones. No es cierto que se pretenda “...frenar al gobierno federal en su tarea de defender a los ciudadanos” ni que se pretenda que el gobierno abandone sus responsabilidades -como insiste en decir Calderón ante cualquier asomo de crítica. Lo imperativo es reconocer la dimensión histórica de un fracaso mayúsculo y la necesidad imperiosa de que, entre todos, se reconduzca una realidad nacional que ha entrado en emergencia.

Para este domingo está programado que Sicilia pronuncie un discurso que ha causado expectativa, no sólo por la fuerza moral del poeta, sino porque se esperan ideas que sirvan de base para construir un pretendido pacto nacional. Se sabe que habrá planteamientos específicos para impulsar a que los actores de la élite política dejen de regatear a la ciudadanía herramientas que permitan el acceso y ejercicio del poder de una manera distinta. Se esperan ideas para combatir -con el concurso ciudadano- el abuso, la corrupción y la ineficacia gubernamental que tanto ayudan al ensanchamiento de las fuerzas criminales. Se espera la expresión de un poeta que recupere el pensamiento gandhiano y que invite a transformar al país a partir de un cambio de paradigmas. Se espera del poeta la propuesta de recuperación de experiencias organizativas, de convivencia y ejercicio político como las desarrolladas en las zonas zapatistas y tal vez se refiera a experiencias internacionales.

La marcha representa un llamado para sacudirse el pasmo, la angustia y el miedo que inmovilizan. Un llamado a ese México en el que nos hemos convertido. El de los 40 mil muertos; el que se horroriza con los migrantes de los cráneos destrozados; el de los cuerpos inertes de las fosas clandestinas; el de las mantas; el de los decapitados; el de las prácticas atemorizantes; el de una clase política que no logra estar a la altura, y el de los miles de niñas y niños huérfanos que no entienden, como tantos, esta guerra.

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