lunes, 19 de enero de 2009

Triste la actuación del PEDALES

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Encuentros y desencuentros
José Díaz Cervera


Finalizó en la Ciudad de México el Encuentro Mundial de la Familia, el sexto que se realiza en el orbe, y la impresión que deja este evento auspiciado por los sectores más reaccionarios del catolicismo es más bien amarga.

Tendríamos que señalar la triste actuación de Felipe Calderón en el acto inaugural del evento, ya que siendo Presidente de un estado laico, no pudo menos que obrar con una parcialidad impropia y aun ostentosa, en un país que ya está muy lastimado por su actuación como Jefe del Ejecutivo (tantos muertos, tan poco respeto a los derechos humanos y la pobreza creciente así lo indican).

Tendríamos que reflexionar, sin embargo, hasta dónde estos encuentros lo son a cabalidad, pues asistir a un evento de estas características resulta oneroso así sea para los propios mexicanos que viven alejados del centro de nuestro país. Ahí el encuentro empieza a decantarse y a desenmascarar su rasgo intolerante y sectario.

Nadie en su sano juicio podría considerar impropios los valores en que dicen sustentarse estos encuentros ecuménicos; el problema es que, en sentido estricto, no son un encuentro verdadero y sólo sirven exactamente para mostrar que el catolicismo más conservador no está dispuesto a respetar la dignidad de quien piensa de manera diferente ni tiene intención alguna de ser generoso con todos aquellos que han decidido obrar según su albedrío.

El verdadero encuentro supone alguna suerte de confrontación, porque en él hay un intercambio sano y respetuoso. En el Encuentro de México, sin embargo, vimos cerrazón y altos niveles de politización e ideologización del discurso (decir que el aborto y el narcotráfico son los dos flagelos de la actualidad es un manipuleo burdo).

Lo que llama la atención es el discurso totalitario y tramposo de la familia como célula de la sociedad, a partir del cual se teje toda una abstracción que nos impide entender mucho de lo que sucede a nuestro alrededor. Parece ser que si la familia es capaz de tejer vínculos sólidos entre sus miembros, a la larga aparecerán, como por arte de magia, relaciones de solidaridad entre los individuos que conforman el cuerpo social. No hay entonces que buscar la justicia social sino la caridad, y es suficiente que todos abracemos los valores del catolicismo para que las desigualdades desparezcan (todos somos hijos de Dios, aunque es natural que éste tenga algunos consentidos).

En este encuentro quedó claro que hay sectores del catolicismo que insisten en afirmar que no hay más verdad que la que ellos sustentan ni más estructura familiar que la que ellos proponen, tal y como lo dijo el Papa en la clausura del evento. Asimismo, la propuesta de buscar incidir en las legislaciones locales para que los valores de un sector se conviertan en norma universal para toda una comunidad, dio al Encuentro su verdadera razón de ser; ahí es donde la participación entusiasta de Calderón resulta irresponsable e insensible.

Este Encuentro Mundial fue una celebración donde algunos católicos pudientes se dieron un baño de pureza, pasando, como siempre, por encima de quien ha decidido construir un mundo distinto, dándole otro contenido a valores como el amor, la tolerancia o la dignidad: sin golpes de pecho, sin doble moral y solidarizándose con quienes se han visto pisoteados por la historia.

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