Políticamente expuestos,
políticamente impunes
Jairo Calixto Albarrán
28 enero 2009
Jairo Calixto Albarrán
28 enero 2009
Murió John Updike. Conejo dejó de correr pero no descansa
Como si no fue suficiente con el extraño retorno de Emilio Chuayfett para hacernos saber que la cosecha de dinosaurios nunca se acaba, ha comenzado la persecución de los verdaderos próceres de la patria. Si yo fuera senador que no lo soy no por falta de cariño sino por no ser el orgullo del nepotismo de nadie, me sentiría aterrado ante la disyuntiva de pasar de políticamente impune a políticamente expuesto. Por alguna razón, seguramente relacionada con el sospechosismo enfermo que se vive en México, se tiene la malsana idea de fiscalizarle la existencia a nuestros compatriotas que por sus esfuerzos y sacrificios han escalado el Everest de los puestos de elección popular que, luego al final, no resultan tan populares.
Es una injusticia que, después de los grandes esfuerzos realizados en pro de la patria, todavía se les tenga desconfianza y en el IFE hayan osado siquiera insinuar que sus emolumentos podrían estar relacionados con dinero de dudosa procedencia. No se vale. ¿Cuándo se ha visto en México que algún legislador se corrompa, caiga en la tentación del dinero mal habido y tenga afición por las puertas falsas? Nuncamente. Antes al contrario, es tradicional que sólo las almas puras, ajenas a malsanos deseos materialistas, poseedoras de un corazón generoso puedan entrar al paraíso terrenal de San Lázaro y la Casona de Xicoténcatl.
Eso es de sobra conocido. ¿O suponen que estos gratos personajes son como el Pozolero (bueno, él apenas si cobraba 600 dólares a la semana, algo que un legislador usa para corbatas de esas horribles que tanto les gustan) o Mariano Herrán, el Fiscal de hierro ahora muy oxidado, ese Gandhi de las procuradurías?
Es por eso que me alarma que existan almas impías, con toda probabilidad talibanes del laicismo, que han criticado burlonamente a seres admirables como Gustavo Madero y Carlos Navarrete por resistirse a ser tratados como cualquier contribuyente al que le checan hasta las gónadas para impedir evasión y enriquecimiento inexplicable.
O sea, deberían aprender a tener el nivel de tolerancia de la Arquidiócesis que, para señalar a aquellos comecuras que criticaron agriamente a Calderón por comportarse como monaguillo llamándolos “talibanes del laicismo”.
Además, que los políticamente expuestos sean pasados por la báscula, quizá pase. Pero pretender que los estén esculcando los de la Nueva Banda TimbirIFE, eso si ya me parece una extraña y cuasi zoológica forma de perversión.
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