Introspección
Guadalupe Loaeza
27 Ene. 09
Debí de haber ido y sin embargo no fui. Miro la foto del Zócalo y me parece increíble que después de dos años el movimiento de Andrés Manuel López Obrador siga congregando a tanta y tanta gente. ¿Por qué no fui? ¿Pude haber ido? Era domingo. Si ya no creo en el movimiento, entonces en qué voy a creer. ¿En el PAN? ¿En las palabras de Germán Martínez? ¿En los discursos de Peña Nieto? ¿En la objetividad de los noticiarios de Televisa? ¿En los sermones de Norberto? Era domingo y no fui. Vuelvo a ver la foto del mitin mul-ti-tu-di-na-rio y no me encuentro entre toda esa gente. Allí no estoy. Me pongo triste. Porque no sé en dónde, carajos, estoy: si a la izquierda, a la derecha o en el centro. Si viviera en Estados Unidos, estaría 100 por ciento con Obama. Él, dicen que está más al centro que en la izquierda. Allí no dudaría ni un ápice, pero como soy mexicana y vivo en México, no sé dónde estoy.
Quiero volver a creer, 100 por ciento, en Andrés Manuel López Obrador. Bueno, aunque sea un 80 por ciento, o mínimo, un 75 por ciento. (Sé que al escribir todo lo anterior me arriesgo a recibir decenas de correos con un rosario de descalificaciones, pero no importa, sus críticas también son bien recibidas). ¿Será su movimiento, una opción, de verdad? (Ojalá que no me lea, porque se pondría furioso con la sola pregunta, en otras palabras, me viviría como una traidora). Sí, el movimiento, tiene que ser una opción, de lo contrario, no se mantendría tan firme como lo es hasta ahora. ¿Por qué habrá entonces tanta gente que dice que AMLO ya desapareció? Porque seguramente, para ellos, la gente que lo apoya no existe. "Son puros acarreados". "Ésos no piensan". "Son los mismos de siempre; unos ignorantes", dicen con todo el desdén del mundo. Yo les preguntaría a estas personas: Hoy por hoy, ¿qué político mexicano reuniría a tanta gente en el Zócalo, como lo hace AMLO? De todos los panistas, ¿quién es el que tiene un verdadero liderazgo, como lo tiene AMLO? Lo que sí habría que reconocer es que la izquierda mexicana actualmente está hecha un caos. Por lo que a mí se refiere, ya me rebasó por completo. Tal como se encuentra en estos momentos, ignoro si simpatizo con el PRD, o con Convergencia o con el Frente Amplio Progresista. Por otro lado, de lo que sí estoy segura es de que no tengo nada que ver con los "Chuchos". Claro que ellos tampoco tienen nada que ver conmigo. Bueno, pero finalmente, ¿quién tiene que ver conmigo? ¡Nadie! Estoy tan hecha bolas. Me siento como en el limbo. ¿Y saben qué? Se siente horrible. El domingo por la noche, mientras mi marido y yo cenábamos en la Fonda del Refugio, me preguntó: "Si en estos momentos fueran las elecciones, ¿por quién votarías?". Por primera vez en mi vida me quedé callada ante una pregunta tan crucial. Por primera vez en mi vida no supe qué contestar. "Creo que me abstendría", le dije titubeando. Sí, era la primera vez que asumía esa opción que siempre he odiado: la abstención. "Pues yo votaría por Andrés Manuel", dijo él con mucha seguridad. Lo odié. Odié su certidumbre. Pero sobre todo, odié su lealtad hacia su líder, quien a pesar de encontrarle muchos defectos, finalmente, lo prefiere por encima de todos. En la noche no pude dormir. Me sentía sumamente culpable: "¿Qué me está pasando?", me preguntaba constantemente, a la vez que me volteaba de un lado al otro. "¿Me estaré derechizando? ¿Se me estará pegando el panismo? ¿Se me estará poniendo cara de ex alumna del Colegio de la Asunción? ¿Querré irme a vivir a Guanajuato para que Enrique ya no me dé un solo beso apasionado? ¿Terminaré por olvidar todas las malas palabras que he aprendido de memoria con tantos esfuerzos?". Si bromeo es porque, en el fondo, estoy genuinamente preocupada. De sentirme tan vacía en el aspecto ideológico, temo convertirme en una señora cínica, indiferente, superficial, frívola y demasiado admirativa de lo que pasa políticamente hablando en el extranjero. Hay un párrafo en el discurso de López Obrador que me llamó particularmente la atención porque describe un sentimiento el cual temo que se está desdibujando en mí: "No perdamos la oportunidad histórica de que las nuevas generaciones nos recuerden con todos nuestros errores y defectos, pero que recuerden también que nuestras vidas siempre estuvieron inscritas en ideales nobles, inspiradas en el bien de nuestros semejantes. La vida es demasiado corta para que la ensuciemos dejándonos dominar por lo superfluo, por lo que no tiene valor. Sigamos adelante. El camino está lleno de obstáculos, pero no hay nada más humano que ejercer la libertad en pos de causas justas".
¿Cómo hago para que mi vida esté inscrita en ideales nobles y que esté inspirada en el bien de mis semejantes si ni siquiera voy a las manifestaciones que organiza el movimiento? Para ello, ¿debo pertenecer a la izquierda o también la derecha se ocupa de estos menesteres? Por otro lado... ¿acaso no son precisamente las señoras ricas las que mejor se organizan en agrupaciones filantrópicas, no obstante muchas se han hecho su lifting, compran su ropa en Miami y detestan a López Obrador? Para colmo, dice el líder tabasqueño que para lograr estos objetivos: "la vida es demasiado corta" y "el camino está lleno de obstáculos". ¿Qué hacer entonces para que mi vida no se vuelva estéril y egoísta? Por último diré que lo único que me llena de esperanzas es haber corroborado, una vez más, que el movimiento de AMLO sigue de pie, optimista y alegre. ¡Qué chistosa se veía, en el templete, Jesusa disfrazada de Peña Nieto, con su gran copete, vestida con su traje e imitando la voz del gobernador del estado de México! ¡Qué feliz estaba López Obrador, al ver a toda esa multitud, que sigue creyendo en su líder! Y si no creyeran en él, ¿en quién creerían? ¿En el PAN? ¿En el presidente municipal de Guanajuato? ¿En Elba Esther Gordillo? ¿En TV Azteca? ¿En El Chapo Guzmán? ¿En Ulises Ruiz? ¿En Genero García Luna? Y yo, ¿en quién creo?...
Estuche de monerías.
Felicitaciones al nuevo programa de TVUNAM que pasará los domingos a las 20:00 horas. Una serie de Antonio Navalón, con la participación de Carlos Monsiváis y la conducción de Javier Aranda. El primero estuvo espléndido. Como invitado especial se contó con la presencia del doctor José Narro. Qué bueno que el rector de la UNAM aparece en la televisión para conocerlo mejor, así nos dimos cuenta que se trata de un hombre laico y muy plural. Rosa Beltrán estuvo muy bien, clara y articulada; lástima que no participó en la ronda de las conclusiones. Nos gustó en especial Enrique González Pedrero, por sus referencias a Albert Camus. Y bueno, ¿qué decir de Monsi? Siempre atinado, humoroso y joven.
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