¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Los gasolinazos y los embustes de la clase política
Lorenzo Salas González
Tal
vez el lector recuerde cuando Felipe Calderón Hinojosa convocó a lo que
en los tiempos del viejo PRI se llamó “las fuerzas vivas” y les
anunció, con gran pompa, que no habría ningún aumento a las gasolinas en
lo que restaba de su sexenio. Los aplausos, además de comprometidos,
fueron sonoros y prolongados, porque todos los presentes sabían –y
saben— que esa medida, además de impopular, era inflacionaria y la
inflación trae problemas a todos aunque no todos pueden enfrentarla con
las ventajas de los presentes aplaudidores.
Como sucedió durante la docena trágica, después de tan tajante
declaración, en el mes de enero de 2010, ocurrió el primer gasolinazo.
El pretexto fue que México tenía que equipararse a los precios
internacionales.
Nosotros hicimos una investigación y demostramos que esto era mentira,
que el gobierno panista sólo tomaba como punto referencial a los precios
de Estados Unidos, país que le vende al nuestro el 40% de su consumo,
es decir, de cada 10 litros que consumimos, cuatro provienen del vecino
del Norte.
Que hay países, como Venezuela, que venden cada litro de combustible a
un precio casi tres veces menor (4.50 pesos) del que tiene en México,
aunque, justo es decirlo, hay países en donde se vende a 18 pesos el
litro, como Brasil, en donde Petrobrás está parcialmente privatizada (el
gobierno mantiene el control sobre el 55.7% de las acciones de la
empresa).
Felipe Calderón empujó mucho lo que llamó las reformas estructurales, y
de las que consiguió su aprobación, no se ha visto hasta la fecha cambio
alguno. Más que reformas estructurales, han resultado reformas
salivales.
Lo mismo ocurre, hasta el momento, con el actual gobierno federal: se
convoca a un pacto, el que es firmado por las cúpulas partidistas, se
hace mucho ruido a su alrededor y… todo sigue igual.
En el caso específico de los precios de las gasolinas, ninguno, ni
panistas ni priístas, se ha atrevido a tomar una medida en verdad
eficaz, eficiente, trascendente y benéfica para todos; construir una,
por lo menos una refinería para que se vea, se entienda y se acepte que
esa es una solución contundente. Y mentira que se va a acabar el
petróleo, como un tiempo enarbolaron los calderonistas.
Hace unos días leímos y se repitió en la televisión, que se acaba de encontrar un nuevo y riquísimo yacimiento de petróleo.
Claro, los proyectos de Nación no coinciden: mientras Andrés Manuel
López Obrador propone, impulsa y defiende fortalecer a México primero,
Carlos Salinas de Gortari —el verdadero poder tras el trono, recordemos
que él se ha opuesto a la construcción de las refinerías en nuestro
país— sigue imponiendo el neoliberalismo y la globalización, aunque esto
implique el empobrecimiento de los mexicanos y la destrucción de la
economía nacional.
Los gobiernos panistas creen que el Pueblo mexicano es tonto y de ahí
que mintieron con total descaro en esto, aunque tuvieron que corregir el
rumbo porque las economías que son asimétricas, difícilmente puedan
tener referentes comunes.
Ejemplificamos: el salario mínimo en gringolandia es de 7 dólares por
hora, es decir, al tipo de cambio de 13 pesos, el ingreso diario de un
trabajador es de ¡728 pesos! En México, el salario mínimo es de 56
pesos, una diferencia de ¡672 pesos!
Pero la poca posibilidad de comparación no queda ahí. En Estados Unidos
los precios de las gasolinas varían de una gasolinera a otra, de ahí que
el conductor puede escoger la estación donde puede comprar, pues a la
entrada de la gasolinera ponen en letreros grandes el precio del galón
del combustible para atraer al cliente. Lógico, vende más el que vende
menos caro. Además cada Estado de la Unión Americana establece su
política de precios y los dueños de las estaciones se sujetan a los
cambios del libre mercado, los que se dan a diario.
Por lo anterior, los funcionarios de Hacienda de la actual
administración ahora hablan de “promedio de precios”, en vez del absurdo
genérico de “los precios internacionales” que usaron los panistas.
Por cierto, estamos volviendo a las palabras máscara, que dijera Octavio
Paz: cuando el precio de la gasolina sube, dicen que “desciende, se
desliza” y que esto es un “ajuste de precios” que, además, causarán muy
poco impacto en la economía “de los que menos tienen”. ¡Ah, el viejo
lenguaje de hace 30 ó 40 años!
No cabe duda, la renovación del morral de la sociedad es una realidad,
porque México tiene prisa… Seis años son pocos para llenar el morral y
luego llevárselo.
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