¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
La Palabra se cumple
Raúl Godoy Montañez
Felipe Carrillo Puerto
Cuando imaginamos un presente justo y el mejor futuro posible para
Yucatán, las líneas del tiempo histórico, el de Carrillo Puerto y el de
hoy que nos pertenece, coinciden en una coordenada necesaria para
reanudar el diálogo de la justicia social que tantas veces ha sido
interrumpido.
Esa madrugada en la Mérida de 1924, cuando a la una y media de la mañana
finalizó el Consejo de Guerra Sumarísimo y fue condenado a muerte con
sus hermanos Edesio, Benjamín, Wilfrido y sus colaboradores, Felipe
Carrillo Puerto tuvo tiempo para pensar su vida, para mirar en una
ráfaga sus ideales y convicciones.
A la pregunta de “¿Qué cargo desempeñaba en el Estado?”, respondió, “No
desempeñaba, sino desempeño el de Gobernador Constitucional del Estado”.
Ni siquiera en esa hora aceptó que su responsabilidad como gobernante
pertenecía al pasado, él se afirmó en un presente que le costó la vida y
que sin embargo hoy mantiene su fuerza vital y renovadora.
No terminaron con la vida de Carrillo Puerto el 3 de enero a las tres de
la madrugada en el muro Oriente de este cementerio al que hoy acudimos
como testigos, pero también como deudores de un proyecto social y
político que todavía no se cumple.
Tal vez en esa madrugada, las personas reunidas alrededor de la
penitenciaría de la que salió Carrillo Puerto con la noche sobre su
frente, así como las voces y el silencio que lo acompañaron, le hicieron
preguntarse si era el fin de un viaje o su comienzo y le hicieron
alentar a pesar de la adversidad, esperanzas, y no obstante el sonido de
las balas, creer que en el porvenir sus palabras sonarían más fuerte, y
no obstante su soledad, imaginar un futuro donde alcanzaran todos la
justicia y la dignidad.
Tal vez esa madrugada, el olor de la pólvora dispersó en el aire los
pensamientos de Carrillo Puerto para que llegaran fuertes a nuestros
oídos, pensamientos que aún se escuchan: “La respuesta al futuro está en
nuestra identidad profunda, no hay necesidad de buscar en otros lados”,
“Nuestras manos saben trabajar la tierra y nuestros pies conocen donde
se guarda el agua”, “Creo que el futuro de nuestra tierra pertenece a
los mayas”.
Y hoy estamos aquí, los tres Poderes del Gobierno, los secretarios, la
sociedad civil, los estudiantes, todos juntos, como no estuvieron
entonces. Y estamos reunidos para recordar a un hombre con una clara
jerarquía de valores que aprendió de su familia y de la comunidad,
particularmente de los indígenas mayas, a quienes comprendió y defendió
como nadie lo había hecho jamás en Yucatán, porque sabía que una
auténtica comunidad solamente podía fundarse en los valores universales
del amor, la libertad y la justicia.
Y es por eso que reiniciamos el diálogo entre dos épocas, convencidos de
una frase de Carrillo Puerto que resume su vocación: “Sigamos haciendo
todo lo bueno, lo grande y lo más hermoso”.
Hoy las señales son claras, hay un rumbo y podemos pensar otro destino
porque trabajamos para él, un destino fundado en la ética, en la
ciencia, en la tecnología, en la cultura con su carga de identidad y su
permanente construcción.
Cruce de ideales, de voces convencidas de que lo inaplazable puede
hacerse de manera que nos honre a todos. Sabemos que el capital cultural
y el conocimiento tienen que redistribuirse, cumplir su vocación de
equidad y llegar a más personas en menor tiempo, tienen que expandirse
para contribuir a una mejora significativa en la vida de todos los
habitantes de esta tierra.
En esta administración, compartimos la visión de que para construir el
Yucatán que anhelamos, debemos fortalecer la política educativa,
consolidar los programas sociales, abatir los rezagos, impulsar la
práctica cultural y deportiva, y asumir la identidad maya, la identidad
yucateca.
Bien lo entendía Felipe Carrillo y mejor haríamos en entenderlo
nosotros, los caminos del Mayab se tienen que caminar juntos, sin
distinciones, con igualdad.
La distribución social de la cultura, el conocimiento y la tecnología es
un aspecto fundamental para una política social activa, que se refiera a
participantes y no solamente a beneficiarios; una política social que
aproveche el talento de la gente, que incluya y no margine que propicie
la integración de la comunidad y el trabajo por objetivos comunes.
Porque una visión amplia del desarrollo debe sustentarse en la
integralidad, para que cada elemento sea atendido plenamente; en la
inclusión, para que todos participen; en la equidad, para que todos
tengan las mismas oportunidades; y en la territorialidad, para que las
regiones y las comunidades potencialicen sus capacidades.
En ese diálogo en el que confluyen dos tiempos, el Estado sale a
escuchar las necesidades del ciudadano y regresa a cumplir los
compromisos adquiridos, porque del luchador incansable queda su ejemplo,
su energía, su pensamiento, su orgullo por Yucatán y su afán de cumplir
con la palabra empeñada.
¿Y por qué Felipe Carrillo el socialista, el visionario, el mártir, el
hombre apasionado del conocimiento, de su cultura, de la libertad, de la
revolución económica y educativa del pueblo maya, de su grandeza, sigue
siendo irremplazable, fundamental?
Quizá porque se atrevió a imaginar un futuro digno para nuestro pueblo, y
se atrevió sin darse tregua y hasta la muerte, a recorrer los caminos
necesarios para hacer realidad su imaginario; porque asumió como hombre
libre el alto riesgo que implicaba sacudir las raíces del viejo árbol de
la injusticia y la desigualdad social.
Carrillo Puerto dio visibilidad y lugar a los mayas de ayer y ese sueño
que se mantiene pendiente, esa deuda que aún no se salda, hoy se asume y
reconoce con los mayas que siguen caminado su tierra, trabajando y
observando lo que sigue escrito en las estrellas.
Por eso en el Yucatán en el que vivimos sus palabras, todas sus palabras
se siguen escuchando: “Hay que fundar muchas escuelas, cuantas escuelas
sean necesarias para que los niños y ustedes aprendan a leer, sobre
todo, para que aprendan el castellano y puedan hacer valer todos sus
derechos”.
En el Yucatán que vivimos la muerte de Carrillo Puerto no fue un final sino un principio, un retorno continuo.
Así reunidos en este primer acto público del año, reconocemos que el
legado de Felipe Carrillo Puerto no se cumple con nuestra presencia
numerosa y emocionada en este acto, tampoco con las palabras que se
sumen para manifestar nuestro fervor, justo y legítimo; el verdadero
compromiso con la obra de Carrillo Puerto se cumplirá en las tareas que
emprendamos todos los días desde cada área de este gobierno en favor de
los habitantes de Yucatán.
Nuestro más alto homenaje será cumplir nuestros compromisos y honrar
nuestra palabra. Y estoy seguro que el mayor reconocimiento a su visión
política y social será avanzar para que llegue el día en que lo que
imaginamos y se haga realidad, lo digamos en lengua maya y aún mejor,
que todos podamos entenderlo.
Hoy afirmamos como gobierno que no hay evasión posible y hasta que su
visión de Yucatán se haya cumplido, tendremos verdaderos motivos para
celebrar.
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