La democracia en Michoacán, ¿al baile?
DANIEL MÁRQUEZ MELGOZA
La disputa electoral por el gobierno de Michoacán está llena de significados y retos: para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) significa la reconquista de un poder que le perteneció por décadas; significa vengarse de una izquierda que se incubó en su seno en 1986, dando lugar a la disidencia (Corriente Democrática) que conformó una fuerza política creciente, que dio inicio al debilitamiento estructural de ese partido, que iba a terminar en el 2000 con la pérdida del poder presidencial y de una hegemonía de 71 años ininterrumpidos.
Triunfar en la elección del 13 de noviembre tendría dos elementos simbólicos para el PRI: darle un golpe mortal al Partido de la Revolución Democrática (PRD) en su cuna, heredero de aquella gesta inicial de 1986, y dar un paso firme hacia Los Pinos, pues esperarían haber vencido un obstáculo de peso que les facilitaría el camino a la meta acariciada: la recuperación del poder presidencial.
Para el Partido Acción Nacional (PAN) ganar el gobierno de Michoacán el 13 de noviembre significa literalmente un sueño, por imposible. En primer lugar, por tratarse de una entidad con historia por las causas más nobles de esta nación, que dieron lugar al surgimiento de personajes de trascendencia nacional a lo largo de las principales etapas de la formación de México como nación: Vasco de Quiroga, Miguel Hidalgo, José María Morelos, Melchor Ocampo, Francisco J. Múgica, Lázaro Cárdenas del Río, entre otros; hombres que dejaron su pensamiento y el ejemplo de su acción como modelos a seguir por las generaciones futuras de michoacanos. Herederos de esos modelos históricos, los michoacanos de hoy no pueden menos que ser fieles a esa tradición de rebeldía, pasión, compromiso, patriotismo, en la búsqueda y consecución de mejores condiciones de vida y bienestar de las mayorías, sobre todo de las más desprotegidas.
Es un sueño para el PAN conquistar el gobierno de Michoacán, pero es un sueño imposible por todo lo que significa el peso de una administración federal panista plena de fracasos, conducida desde Los Pinos, primero por el presidente Vicente Fox Quesada y luego por Felipe Calderón Hinojosa, hermano de la candidata Luisa María Calderón. Once años panistas que le han traído a los mexicanos mayor pobreza, desigualdad, corrupción, impunidad, desempleo, inseguridad, violencia, desorden en la mayor parte de los rubros de sus administraciones.
Con esos antecedentes, ¿con qué autoridad moral puede venir el panismo a ofrecer a los michoacanos precisamente orden, empleo, seguridad, efectivo combate a la corrupción y a la impunidad?, ¿con qué argumentos pueden convencer de que aquí en Michoacán sí se tendrán resultados a la hora de combatir la pobreza y la desigualdad social?.
Para el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ganar la elección del 13 de noviembre significaría el refrendo de la confianza de los michoacanos, quienes han votado por esta opción en dos elecciones anteriores. Significaría la oportunidad de ampliar y consolidar la opción política de izquierda en Michoacán, con el compromiso de profundizarla, hacerla más evidente hasta que a nadie le quede duda de que un gobierno de izquierda hace la diferencia con otros en la forma de administrar los recursos con transparencia, en la forma con que se conducen los políticos de izquierda con honestidad, sin frivolidades, sin veleidades y traiciones ideológicas, con oficio, capacidad y compromiso políticos, pero sobre todo con resultados que se palpen en programas de desarrollo y de política social que incidan en el bienestar de la gente.
Volver a ganar el gobierno de Michoacán para el PRD significaría aportar una cuota de optimismo para refrendar otro triunfo electoral en la Ciudad de México y, sobre todo, alentar la esperanza de que al fin la izquierda pueda alcanzar el poder presidencial en el 2012, gracias a que las fuerzas de izquierda por primera vez vayan a esa contienda electoral unidas y organizadas.
Por todo lo que significa para los tres principales partidos políticos ganar la elección del gobierno de Michoacán, se pone en riesgo el sentido democrático del proceso electoral. Por ello están a la orden del día las acciones de coacción del voto, una de cuyas formas, ya mencionadas en colaboraciones anteriores, son las famosas tarjetas La Ganadora y La Efectiva; las condiciones de competencia no son parejas, pues unos candidatos y partidos disponen de más recursos que otros: PRI y PRD se quejan del gasto desmedido de la candidata Luisa María Calderón, que se manifiesta en espectaculares y apariciones en la televisión abierta de Televisa y TV Azteca, la cooptación de liderazgos regionales, proliferación de encuestas amañadas, los ejércitos de jóvenes ninis que al fin encuentran un efímero empleo, etcétera.
“El 13 de noviembre nos vamos a bailar al PAN y al PRD”, aseguró Moreira, según la cabeza de nota de La Jornada Michoacán (20/10/2011). Por todas esas acciones, que desde ya se pueden reconocer como acciones irregulares y fuera de la ley, la que más parece invitada al baile es la democracia en Michoacán.
No debemos pasar por alto que quien a nivel nacional anima la campaña del candidato Fausto Vallejo es el cuestionado presidente del PRI, Humberto Moreira, quien cobija su integridad bajo el beneficio de una supuesta guerra sucia cada vez que se mencionan los delitos cometidos por él en el manejo de la cuenta pública cuando fue gobernador de Coahuila. Mencionar en este momento los graves ilícitos cometidos por el político coahuilense, en efecto puede dar la idea de guerra sucia calderonista e incluso se puede navegar durante el tiempo electoral con bandera de víctima, pero lo cierto es que muy mal quedará la administración del presidente Felipe Calderón si negocia a cambio de algo la corrupción implícita en el descomunal endeudamiento del gobierno de Coahuila, según datos hechos públicos por la Secretaría de Hacienda y diversos medios y comunicadores sociales. No sólo es el endeudamiento en sí, que está fuera de toda proporción guardada (32 mil millones de pesos), sino también o sobre todo la forma ilegal y tramposa con que fue consumado.
Nada bueno para la democracia se puede esperar de liderazgos políticos de esta calidad moral urgidos de poder, urgidos de ampliar los frentes de poder. Nada bueno se puede esperar de otros liderazgos que ha prometido Moreira que vendrán en fechas próximas a Michoacán a brindar apoyo a su abanderado Fausto Vallejo, por cuanto para ellos ha sido más importante cerrar filas en torno a un militante, convertido en líder nacional de su partido, que permitir que se haga justicia. Sin calidad moral es muy fácil llevar al baile a la democracia, lo cual es para dar miedo, venga de donde venga la invitación.
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