Calderón-Creel: hit and run
Indice Político
Francisco Rodríguez
Para Toño, mi hermano cómodo
En Alemania, un automovilista puede ser privado de su libertad hasta por tres años si atropella a un viandante y huye de la escena del crimen. Es lo que se conoce como hit and run. Pega y se da a la fuga. En Taiwán, por el mismo condenable delito, la prisión puede ser hasta de seis años, y aún mayor si el conductor del automóvil está alcoholizado. En ciertas jurisdicciones de Estados Unidos, atropellar a un animal y dejarlo tirado sin auxilio provoca multas de hasta 20 mil dólares y, claro, privación de la libertad. En México, hay quienes recomiendan echar reversa y pasar otra vez sobre el cuerpo inerme, pues “sale más barato un muerto que un herido”.
Ante ello, el señor Felipe Calderón debe regresar rápidamente de España -en donde realiza una visita de Estado- y volver a pasar por encima de Santiago Creel. Claro: le saldría más barato.Porque a estas alturas del PAN nadie duda que a Creel lo atropelló el mismísimo señor Calderón -sólo pidió a Germán Martínez que se pusiera un rato detrás del volante-, quien de inmediato abordó el TP-01 para volar a Madrid a encontrase con sus Majestades hispanas, evitando así el presenciar el levantamiento de los despojos de quien hasta hace un par de días fungía cual coordinador del PAN en el Senado de la República.
Cierto que Creel se había puesto peligrosamente a la mitad del arroyo, “toreando” todo tipo de vehículos. Lo dejaron ahí, a descubierto, Vicente Fox, Marta Sahagún y su operador Manuel Espino.
Sorteó entonces el veloz paso de un tráiler con dos cajas que en los costados llevaba la leyenda “Poderes Fácticos / División Mediáticos”, cuando en un acto de contrición mal entendida anatematizó a la llamada Ley Televisa. Se hizo a un lado, eso sí, cuando la cada vez más descompuesta carcachita en la que el calderonismo trepó a su “reforma energética” no pudo subir a la tribuna de la Cámara Alta. No ayudó a darle un “pushón”, a empujarla, y ahora lo relevan para intentar re-arrancarla con el clásico “segundón y volantazo”. No va a funcionar, la maquinaria está “ahogada”.
El atropello de Creel, empero, sobrevino cuando su visibilidad fue más notoria. La semana anterior, distintos vehículos encuestadores -uno, de armadora regiomontana; nuevecito y desde los pits zedillistas, el otro- prácticamente le pusieron encima los faros como el panista más popular de la comarca, lo que quizá se leyó cual una suerte de “arrepentimiento de los blanquiazules”, quienes así querrían llevarlo en el 2012 al sitial que, sospechan ellos también, les fue arrebatado en el 2005.
Y en medio de la carretera que lleva a la sucesión presidencial, iluminando como arbolito navideño-demoscópico, aún sin recuperar el equilibrio perdido por las ráfagas que el tráiler de dos cajas dejó a su veloz paso, Creel fue atropellado por Calderón, quien después del hecho se dio prácticamente a la fuga, dejando a Germán Martínez tras el volante para que hiciera las declaraciones pertinentes.
Lo peor es que el ya ex coordinador de los senadores panistas no murió en el “accidente”. Quedó herido y va a salir más caro.
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