Puede ser histórica. Por lo pronto comienza a ponerse muy sabrosa. Aunque podría derivar en sanguinaria. En un extremo, los arrogantes del poder que creen que este país se inventó en el 2000, cuando llegaron a la Presidencia. En el otro, los resentidos de 2006, que quieren cobrarse el agravio frenando a como dé lugar la iniciativa más importante del que consideran un gobierno espurio. En medio, un creciente número de ciudadanos que —mas allá de soberbias o furias partidistas— cree que nos hace falta llevarla a cabo en beneficio de todos.
Así, la propuesta del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, se ha colocado con absoluta puntería justo en el centro del debate nacional. Por ello tiene, de origen, fortalezas y debilidades evidentes: la primera, que sea impulsada por quien ostenta el segundo cargo en importancia política y mediática del país, y en sentido contrario que sus opositores harán hasta lo impensable para impedir que se alce con un triunfo popular tan importante para 2012.
Y por supuesto que el gobierno federal, el PAN, Gobernación y anexos estarán en el primer frente para evitar lo que además sería una suerte de referéndum para el gobierno, que nadie de ellos quiere. La posibilidad de una derrota es realmente el miedo subyacente. Del otro lado del campo está la tercera fuerza política del país, diezmada por una rudísima contienda interna que requiere con carácter de urgencia un aglutinante que, paradójicamente, parece ser esta guerra petrolera. Ya por lo pronto la frágil dirigencia nacional perredista se ha sumado a la propuesta y el Instituto Electoral del DF ha dicho que sí a la organización de la consulta, mientras que prestigiosos juristas avalan la constitucionalidad y legalidad de la misma.
En tanto, el gobierno calderonista unge como sus voceros al senador Federico Döring —sin comentarios— y a la secretaria de Energía, Georgina Kessel, a la que maltarjetearon al hacerla afirmar que la Constitución no contempla la figura de la consulta. Y ciertamente los constituyentes del 17 nunca redactaron un artículo que diga: “En caso de que al presidente en turno se le ocurra presentar una iniciativa de reforma petrolera queda estrictamente prohibida la realización de consulta popular alguna”. Lo que, en cambio, sí dice la Constitución en relación a un Sistema de Planeación Democrática del Desarrollo Nacional, en el tercer párrafo del artículo 26, es: “La ley facultará al Ejecutivo para que establezca los procedimientos de participación y consulta popular en el Sistema Nacional de Planeación Democrática”. Por tanto es absolutamente falso el argumento de que la consulta es anticonstitucional y falso también que no esté contemplada. Resulta en cambio de la mayor sensatez que, reconociendo la importancia de la reforma, ésta se asuma como parte inherente del desarrollo nacional y por tanto motivo de consulta popular en el Sistema Nacional de Planeación Democrática, instrumentos citados a la letra en la propia Carta Magna. ¿O no ha sido el propio gobierno el que ha dicho hasta el cansancio que su reforma representa el futuro del país, el aumento del crecimiento económico, la generación de empleos, el abatimiento de la pobreza y todo un rosario de casas de oro y arcas de la alianza? ¿O no es eso desarrollo?
El otro argumento oficial es tan ofensivo como absurdo: los mexicanos no estamos preparados para decidir en un asunto tan complejo que no podemos entender porque todos somos idiotas. ¿Pues no hicieron ya una campaña gigantesca para explicárnoslo? ¿Y en generosa consideración a nuestras escasas inteligencias emplearon para ese fin a actores, conductores de espectáculos, lectores de noticias, comentaristas deportivos y cómicos? ¿Por qué además el desgarramiento de vestiduras por la supuesta anticonstitucionalidad de la consulta, cuando han dicho hasta al hartazgo que la reforma es tan necesaria que valdría la pena modificar una vez más la Constitución?
En suma, el jaque —probablemente mate— de Ebrard está obligando al fuera máscaras: no se puede ignorar la historia, particularmente la participación popular en la expropiación del 38 y ahora negarle a los mexicanos el derecho a decidir sobre el petróleo; si la reforma es tan buena como dicen, ¿cuál es el miedo a someterla al juicio popular?
P.D. Con un abrazo a Jesús Ramírez, por su hombría y talento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario