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Proceso
SCJN, IFE, Pemex… Impunidad a la mexicana
MÉXICO, D.F. (apro).- La impunidad mexicana es una de las más altas
en el mundo. A los tribunales llega 95% de los casos y simplemente no
son castigados.
Si un delincuente de cuello blanco, negro, rojo o
verde comete un crimen, sabe que difícilmente será castigado porque hay
múltiples formas de evadir la justicia –todas vinculadas con la
corrupción– o porque sabe que los aparatos de procuración de justicia
simplemente no funcionan.
En las últimas semanas se presentaron tres casos que tienen que ver precisamente con la injusticia y la impunidad.
El
primero en el Instituto Federal Electoral (IFE), con la investigación
de los gastos de campaña; el segundo en la Suprema Corte de Justicia de
la Nación (SCJN), con los casos Cassez y SME, y el tercero, con la
explosión en la torre de Petróleos Mexicanos (Pemex).
En los tres
casos las instituciones judicial y electoral han dejado más dudas y
críticas en sus investigaciones que certezas, acrecentando con ello la
desconfianza ciudadana, que ya existe, hacia los aparatos de gobierno,
los partidos políticos, los líderes y todas aquellas figuras públicas en
las que ya no se siente representada.
Desde el caso Amigos de Fox
y luego con la incapacidad, a propósito, mostrada para indagar todas
las irregularidades de la elección de 2006, el IFE melló su
credibilidad, que ahora ahondó con la falta de voluntad para castigar al
PRI en el exceso de gastos de campaña de su candidato Enrique Peña
Nieto –quien no reparó en dar dinero a las televisoras– y castigar a
Andrés Manuel López Obrador, quien desde el inicio se quejó de la
contienda y la falta de vigilancia de la Unidad de Fiscalización del
IFE.
Como sucedió con Amigos de Fox, cuando Alonso Lujambio se
negaba a investigar a fondo la triangulación financiera, aduciendo que
el IFE no tenía la capacidad para solicitar la apertura del secreto
fiduciario, hasta que finalmente debió aceptar que el Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación le corrigiera la plana, ahora el
titular de la Unidad de Fiscalización, Alfredo Cristalinas, de nueva
cuenta alegó incapacidad para investigar el entramado internacional que
usó el equipo de campaña de Peña Nieto –el Monexgate– para cubrir los
millonarios gastos, y se dio por bien enterado y satisfecho de la
comprobación que presentaron los priistas.
El IFE ya no es el
organismo ciudadano que al principio se quiso que fuera. Es un instituto
formado por representantes de los partidos políticos, y a ellos
responden todos y cada uno de los consejeros. La imparcialidad con la
que fue ideado cedió al juego de intereses, por lo que ya no tiene la
confianza ciudadana.
Lo mismo pasa con la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, que en 1995 igualmente perdió toda la confianza
social, al aprobar el cobro de intereses sobre intereses –es decir la
usura o el anatocismo– por parte de los bancos, a miles de ciudadanos
que habían pedido un crédito hipotecario o para sus autos, sumiendo en
una crisis a familias enteras.
En esa ocasión los ministros de la
Suprema Corte prefirieron hacerle caso al presidente Ernesto Zedillo, en
el sentido de ayudar a los bancos para no declarar en quiebra al país,
que a los ciudadanos, quienes pedían que se respetara la Constitución en
lo que se refiere a la prohibición de la usura.
A partir de
entonces ha habido una serie de fallos que han minado la confianza y la
credibilidad de la ciudadanía hacia la SCJN, algunos de ellos son la Ley
Televisa, la liberación de Cassez y de los asesinos de Acteal, así como
la indolencia ante miles de trabajadores electricistas que pidieron se
les reconociera su derecho de trabajo.
La procuración de justicia
tuvo en estos días un nuevo descalabro con las indagaciones sobre la
explosión en las instalaciones centrales de Pemex. Con una versión que
no convence a nadie y ofreciendo pruebas periciales a medias, el
procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, dijo que una
“explosión difusa”, ocasionada por una fuga de gas, fue lo que ocasionó
el siniestro y la muerte de 37 personas.
Los ciudadanos de a pie,
los que se informan por radio y televisión, los que viajan en transporte
público, no creen en esta versión sustentada en peritos nacionales y
extranjeros. La posibilidad de bombazos tiene más espacios en el
imaginario popular que una explicación técnica.
La desconfianza
sembrada y regada en años por yerros y decisiones sospechosas de la PGR,
el IFE, la SCJN y otras instituciones impide que se tomen por ciertas o
justas las investigaciones que se ha hecho en el transcurso de las
últimas décadas.
Frente a este problema estructural, solo es
posible recuperar la confianza y credibilidad ciudadana con acciones
claras, trasparentes y justas, algo que se ve difícil en un sistema
político basado en la protección de los intereses particulares sobre los
colectivos.
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