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EPN, Punta Mita y el escaso valor de la mentira
Alejandro Páez Varela
En
vivo, de cara a la nación, el Presidente Bill Clinton negó haber tenido
relaciones sexuales con Mónica Lewinsky. La presión era mucha. Los
tribunales habían recibido ya una denuncia de la becaria y la prensa
repetía el caso hasta el cansancio.
Clinton mintió y debió aceptarlo. Porque la otra opción era que
discutiera que para él, un jugueteo que incluía actos sexuales hardcore
no eran “relaciones sexuales” en forma. Y debió aceptarlo y pagar con el
descrédito (y la derrota electoral) porque la sociedad estadounidense
lo presionó hasta el borde de casi dejarlo en la calle.
Casos como el de Clinton se repiten en el mundo cada de cuando en
cuando. Al que llaman “rey” en España, Juan Carlos, ha debido salir al
público a ofrecer disculpas y decir “no lo vuelvo a hacer”, por ejemplo,
después de haber asesinado a un elefante (con más virtudes que él, un
zángano).
No me puedo quitar de la cabeza: ¿Cómo es que los políticos en México,
como Enrique Peña Nieto, pueden mentir con tanta facilidad sin que nadie
les exija, ni un tribunal ni los ciudadanos, que enfrenten a la Nación?
Tengo sospechas. Creo que es porque somos una sociedad de mal
informados, y porque nuestros políticos, casi todos, son una bola de
mentirosos. Entonces, la mentira pierde su valor. Una mentira, la que
sea, es tolerada porque de mentiras se construye la política mexicana.
Eso creo. No siento estar muy alejado de la realidad.
Las dos mentiras más famosas del último año y medio, vinculadas con Peña Nieto, son de una importancia toral para el país.
De la primera hablé aquí mismo hace poco tiempo: Cuando, en su Sexto
Informe de Gobierno, dijo que habían disminuido los homicidios en el
Estado de México. Mintió, y a niveles realmente escandalosos: un
periodista de The Economist, y no uno de nosotros, lo descubrió.
La segunda es todavía peor. El coordinador de la campaña de Josefina
Vázquez Mota, Roberto Gil Zuarth, pregunta a Luis Videgaray, el hombre
fuerte de Peña Nieto, si usaban Monex o no.
—No —respondió seco el priísta, ante cámaras y micrófonos.
Mintió como un caradura. Deliberadamente. Y no lo digo yo: el IFE, al
que uno puede o no creerle (y es terrible que esa institución esté en
estos niveles de desprestigio) lo dictaminó… aquel día surrealista en el
que también dictaminó que el PRI no tenía culpa por el manejo ilegal de
recursos durante la campaña de Peña Nieto.
Ahora está el tema de las vacaciones en Punta Mita.
Si uno se informara solamente por la televisión, el Presidente Enrique
Peña Nieto no se fue de vacaciones justo después de declarar luto
nacional, cuando los cuerpos de varios mexicanos yacían calientitos bajo
los escombros de la Torre de Pemex. Si uno sólo se alimentara de cierta
prensa, el Jefe del Ejecutivo no abandonó el mando en plena emergencia
nacional.
Cuento esto rápido: Primero fue el periódico Reforma y luego otros
medios —como SinEmbargo— informaron, la tarde del sábado, que Peña
estaba de vacaciones mientras se rescataban cuerpos en el anexo de la
Torre de Pemex. ¿En medio de la tragedia, vacaciones? La Presidencia
guardó silencio durante horas. Y ya de madrugada, por medio de la cuenta
de Twitter de Pemex (de manera inusual: imagino que Comunicación Social
sí se quedó en las vacaciones) se informó que el mandatario recorría la
zona cero. El escándalo ya había escalado a niveles penosos
Si usted que me lee no sabe quiénes informaron y quiénes se callaron lo
de Punta Mita, muy sencillo: vaya a los diarios y aplique “Punta Mita”
en sus buscadores. No pierda el tiempo con la televisión; se los digo:
ni una palabra. El ejercicio le servirá para que sepa bien con quién se
informa. (Yo, en su lugar, dejaría de informarme en esos medios. Pero no
soy nadie. Usted haga lo que quiera).
Lo que sí salió en esos medios es que el Presidente estuvo, la madrugada del sábado, en la Torre de Pemex.
Es decir: una buena parte de la ciudadanía mexicana jamás se enteró que
su Presidente se fue de vacaciones mientras el país, en teoría, lloraba a
sus muertos.
Otra vez, la mentira disfrazada.
Y lo de The Economist y lo de Monex tuvieron un trato similar en gran
parte de la prensa. Esa prensa no mintió: simplemente omitió dar
información vital. Pero el PRI de Peña Nieto mintió. Logró engañar a los
ciudadanos. Mintió, y alejó a los votantes de información vital.
¿Vital? Sí, vital: el Estado de México está hoy en guerra porque Peña
Nieto ocultó la realidad de la violencia; y el PRI está en Los Pinos
porque mintió por lo menos con Monex. Así nada más. Imagínese.
***
Clinton no renunció a causa de aquel episodio. La sociedad
estadounidense tuvo toda la información para evaluar, y su fallo fue: ha
sido un buen Presidente; dejémoslo que termine su mandato. Pero negaron
a los demócratas seguir en la Casa Blanca.
Sin embargo, a Richard Nixon sí lo echaron a la calle y al basurero de la historia por mentir.
En México, le garantizo que la gran mayoría no supo lo de la mentira con
los homicidios en Edomex, la mentira con Monex, y la mentira,
construida con medias verdades y complicidades, sobre el viaje de
vacaciones en medio de la tragedia.
***
Viviremos una democracia simulada si los medios no asumen su rol de
imparcialidad. Seguiremos viviendo una democracia simulada, cómoda,
mientras no tengamos una prensa libre, limpia, confiable.
Pero, sobre todo, viviremos en una democracia al servicio del dinero
mientras la clase política, toda, no entienda que una mentira es una
mentira, y que debe ser castigada como tal.
Para el que siempre hace la misma pregunta (“sí, pero, ¿y qué
hacemos?”), yo creo que el camino es largo y el trabajo es mucho: hay
que leer más, hay que mantenerse bien informado y con distintas fuentes;
hay que compartir la información con tantos como podamos y hay que
tratar de vivir sin mentiras ni autoengaños. No soy un revolucionario,
disculpen; sólo se me ocurren las cosas más simples.
@paezvarela
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