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Pemex, reforma energética y explosión
Sanjuana Martínez
¿Bombazo, accidente o autoatentado?… Son las hipótesis que siguen en la
opinión pública mientras el gobierno continúa con su política de
ocultamiento y falta de transparencia en materia de información.
El martirologio petrolero aumenta, mientras rumores y especulación
crecen en torno a la tragedia del edificio B 2 de Pemex, una tragedia
anunciada y fomentada por la falta de medidas de seguridad y
mantenimiento del extenso complejo administrativo de la paraestatal.
“El incidente”, como al principio lo llamó Enrique Peña Nieto, está
envuelto de más preguntas y dudas, que certezas. ¿Cuántos desaparecidos
hay? ¿Por qué han prohibido a los trabajadores de Pemex hablar de las
razones del siniestro? ¿Cuáles son las líneas de investigación en las
que trabajan después de cinco días de labores?
Mientras decenas de familias sufren por la pérdida o desaparición de sus
seres queridos en la Torre de Petróleos Mexicanos, el señor Peña Nieto
decidió tomarse unas vacaciones con su numerosa familia en Punta Mita,
Nayarit, luego de decretar Luto Nacional. Lo peor no fue que se
ausentara para hospedarse en el lujoso hotel St. Regis, sino que, ante
las críticas, volviera de su asueto sólo para hacerse una foto en el
lugar de la tragedia y luego volver nuevamente a la playa.
La tranquilidad y falta de reacción inmediata del nuevo inquilino de Los
Pinos contrasta con la gravedad de los sucesos, en Pemex y en otros
lugares de la República, como el motín de las Islas Marías o el
ejecutómetro generado por la narcoviolencia que no cesa y ha avanzado
rápidamente durante los dos primeros meses de su gestión: 1,524 personas
fueron asesinadas.
La indolencia y falta de sensibilidad de Peña Nieto se ha dejado sentir
desde el principio de la explosión en Torre Pemex. Primero, porque
suspendió el primer día su visita a los heridos internados en distintos
hospitales. Y luego porque no ha tenido el valor de dar la cara a los
mexicanos para exponer una explicación coherente de lo que sucedió.
Los testimonios que hablan de una bomba crecen en las redes sociales.
También la posibilidad de un autoatentado, bajo el argumento de
visibilizar a Pemex como una paraestatal vulnerable y en mal estado que
requiere un proceso de privatización urgente, un objetivo nada oculto
del nuevo gobierno priísta. La falta de información fidedigna, clara y
expedita del gobierno, genera todo tipo de leyendas de ficción y no
ficción.
Lo que está claro, es que la explosión fue en el sótano de las oficinas
centrales de Pemex, justo donde estaban los archivos, que contienen
auditorías de órganos internos de control. ¿Fue para destruir estos y
otros archivos comprometedores? ¿Es el nitrato de amonio el elemento de
la potente explosión, lo que nos oculta el Estado?
Más allá de las teorías de la conspiración que circulan, debido a la
falta de transparencia informativa del gobierno, habría que dejar de
lado los distractores y centrarnos en la próxima Reforma Energética que
el gobierno peñanietista pretende hacer.
Ya lo dijo el senador David Penchyna, presidente de la Comisión de
Energía del Senado: “Lo que pasó en el edificio administrativo de Pemex
no tiene por qué ser vinculado con la reforma energética, son dos
eventos diferentes. La necesidad de una reforma estructural al sector
energético no puede variar ni depender de eventos fortuitos”.
El PRI en el poder, con sus aliados, no han dejado claro si lo que
pretenden es apertura o privatización de Pemex, pero los mexicanos
podemos imaginar que el gran botín negro de la riqueza nacional sea un
dulce anhelo para llenar los bolsillos de unos cuantos y empobrecer más
al pueblo.
El subsecretario de Hacienda, Fernando Aportela, nos ha dejado claro que
el gobierno peñanietista tiene prisa por realizar su reforma: “No hay
razón por la cual esperar. Al final del día, lo que se quiere es tener
un nivel de desarrollo más amplio y es mejor empezarlo; ya hay un
calendario”. Y aunque el Ejecutivo ha insistido en que no hay intención
de “privatizar” Pemex, todo indica que la explicación no pedida es
justamente la “acusación manifiesta” que nos anuncia el futuro incierto
de Pemex.
La “gran transformación” de México incluye, por tanto, la venta de
Pemex: “Por qué seguir anclados a los dogmas, a este debate anacrónico,
obsoleto, cuando otros países como Brasil, Colombia o Cuba, han hecho
reformas precisamente para volverse más productivos”, dijo el señor
Peña, mientras los familiares velaban a los fallecidos de la explosión.
La reforma peñanietista incluye la exploración y producción de
hidrocarburos y la explotación de gas seco o no convencional; y la
asociación privada en procesos de la industria petrolera. El PRD, en el
Senado de la República, ya tiene el borrador de la iniciativa en materia
energética que Cuauhtémoc Cárdenas coordinó. Entre otras cosas,
proponen que la Secretaría de Hacienda no controle las adecuaciones
presupuestales de Pemex y sus organismos subsidiarios y que el Consejo
de Administración de Pemex avale dichas adecuaciones.
Ya veremos en qué termina. Los ciudadanos somos convidados sin voz ni
voto a este paso trascendental de transformación del sistema económico y
político nacional.
Y no existen casualidades. La explosión de la Torre Pemex es una señal
de alerta que proporciona, en lenguaje cifrado, muchas de las claves en
torno al futuro de Pemex. El señor Peña nos deja claro que 35 muertos y
decenas de lesionados son, lamentablemente, los daños colaterales de las
ambiciones gobiernistas del PRI y sus aliados, en torno al oro negro.
(SINEMBARGO.MX)
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