¡¡Exijamos lo Imposible!!
Los medios y el poder
Francisco Rodríguez
Indice Político
Llama la atención el primero de los diez fundamentos básicos que el candidato presidencial de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, blande en su lucha para anular la más reciente elección federal: “Actitud tendenciosa en los medios de comunicación para favorecer a Enrique Peña Nieto.”
¿A qué obedece esa parcialidad detectada por estudios al respecto elaborados por la UNAM? ¿Actuaron esos medios de acuerdo a instrucciones políticas? ¿O por su propio interés?
Vale preguntarlo porque, cada vez más, se acrecienta el protagonismo de los medios de comunicación en la configuración del escenario político en nuestro país.
Y aunque en el fondo es la credibilidad y la democracia lo que están en juego, lo que destaca es que los medios son actores que además –y ahí lo delicado del asunto— registran la actuación de los otros actores.
Los años recientes, en efecto, colocaron de forma más que evidente la presencia de los medios de comunicación como parte del conflicto político nacional. No sólo en lo electoral. Igual sucede con la guerra de Calderón que, en el ámbito comunicacional, ha resultado en la proliferación de hechos de violencia contra periodistas y medios donde estos laboran.
Los medios están en la escena política de nuestros días. Son un actor más, con responsabilidades específicas por su naturaleza, pero es impensable que en un contexto de polarización, en el cual también las entidades públicas están alineadas con una causa partidista, ofrezcan una mirada imparcial sobre lo que pasa en el país del cual son parte.
Diversidad de autores coinciden en reconocer el rol político que juegan los medios de comunicación. La debilidad que tienen los partidos, sindicatos, iglesias y otras instancias del tejido social abre la puerta para que estos actores entiendan que su posibilidad de intervención en la vida pública está íntimamente atada a su relación con el mundillo mediático.
Esta tendencia se ve acrecentada en la medida en que dirigentes políticos y candidatos tienen menos de mitin en la plaza, o en la calle, y mucho más de aparición en espacios mediáticos. La pantalla de televisión, especialmente, pasa a ser la nueva plaza pública desde donde se define la agenda política del país.
Estamos, pues, ante un cambio sustancial no sólo en nuestra relación con lo político, intermediado por la llamada pantalla chica, sino en nuestra propia manera de convivir socialmente.
La relación entre medios y política es antigua, sin embargo en las últimas dos décadas es que se ha vivido un cambio sustantivo. Antes, el poder político –el salinato, por ejemplo— fijaba a los medios su política de comunicación, pero desde la segunda mitad de la década de los 90’s la relación se ha invertido y son los medios de comunicación quienes imponen sus ritmos y sus reglas del juego a la actividad política.
Tradicionalmente se habla de los medios en términos de “cuarto poder”. Ha sido esa aseveración motivo de innumerables debates sobre el poder real de los medios. Los otros poderes informales o fácticos como se les denomina ahora, han venido perdiendo influencia en las últimas décadas, y en un sentido inverso, los empresarios privados, el sector financiero y los medios de comunicación, han pasado a copar espacios de decisión y atribuciones en las determinaciones que emanan de los poderes tradicionales.
La gente hoy confía más en la prensa que en otras instancias. La vigilancia que han cumplido los medios en relación con otros poderes, por ejemplo con las denuncias de corrupción política, son bien recibidas por los ciudadanos. De forma tradicional se le ha otorgado al sector mediático un rol fiscalizador, sin embargo en la medida que se ha hecho más patente esa condición de poder fáctico, surgen interrogantes sobre la condición de “un control sin control” que parecen tener los medios.
Teóricamente, los medios operan como límite para los otros poderes, especialmente el gubernamental. Ese rol de contrapoder termina siendo un aspecto positivo en la mirada de la sociedad.
Los medios, en fin, son un actor político en la medida en que intervienen de manera decisiva y abierta en la toma de decisiones políticas de la sociedad.
Pero también son un negocio.
Y un negocio necesita no sólo los dividendos de su inversión, también requiere sobrevivir.
¿Por eso la parcialidad de algunos de ellos? ¿Para favorecer a Peña Nieto? ¿Al mejor postor?
Índice Flamígero: Decía el escritor francés Albert Camus que “Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala.” + + + Para quienes llevamos la cuenta, 114 días son todavía muchos días, ¿o no?
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