¡¡Exijamos lo Imposible!!
Leer entrelíneas
María Teresa Jardí
Es obvio que Felipe Calderón fue al país vecino para suplicarle de rodillas a Barack Obama que, metiéndose, como él hace aquí, en la Corte respectiva, le ordene que no juzgue a Ernesto Zedillo por la masacre de Acteal, que ese impresentable toleró a sabiendas de que se preparaba por paramilitares, entrenados ex profeso, para mandar un mensaje de muerte como ejemplo al resto de indígenas por si a alguno se le ocurría seguir luchando por el respeto a su dignidad y a sus derechos.
En el momento en que la humanidad entera debía verse reflejada en Cuba con su terco mantenimiento del sistema socialista como ejemplo, el gobierno de ese país decide someterse a la dictadura del mercado. Pobre Cuba ya sólo le faltaba la visita de Calderón a darle clases ¿de qué?, ¿de cómo realizar impunes limpias de pobres? ¿De cómo acabar, avalado por corruptos y bien comprados legisladores a modo, con el Estado laico, para dejar en manos de una Iglesia pederasta la educación y el abuso a los infantes?
Si lo que viven los pueblos del mundo no es el Apocalipsis, se le parece mucho.
Bajada la educación y la cultura a niveles que pasman ya no se cuida, ni en los medios escritos, aquello de no dejar plasmado entre líneas lo que en el fondo se busca, aunque lo mismo implique un crimen para los pobres. Lo que, tiempo ha, que tiene sólo que ver con la obtención de más dinero, en un país donde los valores han sido enterrados en las mismas fosas que los migrantes y pobres mexicanos ejecutados como parte de la limpia que la derecha panista realiza de manera impune.
Los medios masivos ya se sabe que son los amos y que éstos violan a las sirvientas en sus cuartos por la noche que tanto gusta a los cobardes como aliada de sus fechorías.
Pero la prensa escrita, con algunas excepciones, antaño se cuidaba de no dejar nada escrito entrelíneas cuando sabían que los lectores entenderían lo que en el fondo se decía.
Leo, en nuestro diario, que en el otro diario, cada día de lectura más minoritaria en Mérida, se opina “que no es bueno que la inseguridad no llegue a Yucatán”. Es decir, que mejor sería que no fuera tan seguro uno de los pocos estados en donde el PRI, con una mujer como cabeza, también hay que decirlo, ha sabido mantener la seguridad como lo que justifica la existencia de los gobiernos.
Viva la inseguridad, dice en el fondo el subtexto. ¡Ni hablar! La inseguridad, ya se sabe, deja dinero a raudales.
Si algo se le puede reconocer a Ivonne Ortega es que en Yucatán, el actual gobierno que ella encabeza, ha sabido mantener la seguridad controlando los daños. Lo que de ninguna manera significa no control de los delincuentes ni de las causas de la delincuencia.
Lo ha hecho, a pesar de los muchos casinos que convierten en ludópata a la sociedad. Los que deberían prohibirse, por supuesto.
Pero controlar los daños que el narcotráfico produce es lo mismo que en el resto del mundo se hace. Y en Yucatán se ha sabido hacer a pesar de que en uno de los estados integrantes de la Península yucateca, en Quintana Roo, se vive la inseguridad como regla.
Pocos seres, a los que me molesta llamar humanos dado que como salta a la vista han perdido muchas de las características que como humanas definen a las personas, obedeciendo las órdenes de un imperio asesino y pretendiendo así legitimarse, se prestan a convertir la vida del país donde nacieron en un largo río de sangre. No todos se prestan a hacer vivir a su pueblo una falsa guerra con la que en realidad se hace una limpia de pobres porque al imperio le molesta que lleguen a su casa o que vivan tan cerca de la misma.
El control de la violencia no significa las puertas abiertas para las narcos y es un grave error pensar que la violencia controla la llegada de los narcos. Pero si la llegada significara seguridad es obvio que guerrerenses y michoacanos y chihuahuenses y jaliscienses y, y, y... firmaban, sin pensarlo dos veces, permitiendo su llegada.
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