Juan José Morales
Escrutinio
Hace poco, en una reunión con estudiantes de la Universidad del Valle de México, un joven preguntó a López Obrador cómo podría gobernar México si sólo tiene título de licenciatura, y hasta para ocupar una simple cátedra en esa universidad se exige a los maestros tener nivel de maestría o doctorado.
Independientemente de que el título profesional se ha convertido en el equivalente de los títulos nobiliarios, y se menosprecia a quien no pueda anteponer a su nombre un Lic., Ing., Prof. Dr. o cosa parecida, vale la pena hacer una somera comparación respecto a grados académicos entre los últimos presidentes que ha padecido México y los que ha tenido Brasil.
Con excepción de Vicente Fox —que se cuece por separado—, todos los presidentes, de López Portillo para acá, han tenido por lo menos maestría, si no es que doctorado, y para mayor lucimiento, de alguna universidad norteamericana, salvo López Portillo, que se doctoró en la UNAM. Miguel de la Madrid cursó la maestría en Harvard, Salinas se sentía muy orgulloso de haberse doctorado en Harvard, en tanto que su sucesor, Ernesto Zedillo, se vanagloriaba de su doctorado en Yale, y el actual ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón, no se conformó con una maestría en el Instituto Tecnológico Autónomo de México —conocida cuna de tecnócratas— sino que, para no ser menos que Salinas, obtuvo otra en Harvard.
Durante casi 36 años, pues, hemos tenido —salvo el período de Fox— una constelación de maestros y doctores al frente de los destinos del país... y ya vimos cómo nos fue. Han sido 36 años de crisis casi continua, estancamiento económico, reducción del poder adquisitivo, desempleo, carestía, aumento incesante en el número de pobres, desesperanza para millones de jóvenes que no pueden trabajar ni estudiar por falta de oportunidades, fuga de talentos, emigración de millones de mexicanos en busca de empleo... Todo ello desde el punto de vista económico. Por lo que a la problemática social se refiere, no es necesario hablar.
Veamos ahora quiénes han gobernado Brasil durante los últimos tiempos. Durante ocho años, del 1° de enero de 2003 a igual fecha de 2011, aquel país sudamericano estuvo gobernado por Luiz Inácio Lula da Silva, un obrero metalúrgico carente de cualquier título universitario. De él se dijo que un simple obrero no tenía la capacidad suficiente para gobernar un país y lo llevaría a la ruina. Pero en los ocho años de su gestión, Brasil tuvo un impresionante desarrollo económico, la pobreza se redujo espectacularmente, decenas de millones de personas mejoraron sustancialmente su nivel de vida, otras decenas de millones ascendieron a la clase media, el país se ganó el respeto internacional en el terreno diplomático, y hoy —junto con Rusia, India y China— forma parte del grupo de naciones llamado BRIC, que tiene un peso decisivo en la economía mundial.
A Lula le sucedió Dilma Roussef, a quien también se miraba desdeñosamente por tener sólo título de licenciatura. Pero en el año y pico que lleva al frente del gobierno, ha mantenido el vigoroso impulso que le dio su antecesor a Brasil y los avances económicos y sociales han proseguido, y es ya una de las figuras políticas más destacadas del mundo.
Con lo anterior, desde luego, no quiero decir que quienes posean maestrías y doctorados serán invariablemente malos gobernantes, y que para ser bueno hay que carecer de tales títulos, sino que lo importante no son los diplomas colgados en la pared sino la forma en que se gobierna.
La conclusión de estas reflexiones puede resumirse en una frase: De doctores como esos, líbranos Señor.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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