El día que Tundieron a Granados Chapa, Entrevista de Semblanza
Jenaro Villamil
(Primera Parte)
En octubre de 2008, en vísperas de que el Senado de la República le otorgara la Medalla Belisario Domínguez, su máximo reconocimiento, sostuve una larga entrevista con don Miguel Ángel Granados Chapa. Él salía de su emisión radiofónica de Plaza Pública en Radio UNAM. Estaba de muy buen humor.
La entrevista inició y terminó con una de las remembranzas más importantes para Granados Chapa: la influencia de Manuel Buendía, el columnista asesinado en mayo de 1984. Ese crimen marcó no sólo a una generación de periodistas sino al país entero. Y Granados Chapa tomó, en muchos sentidos, la estafeta del autor de la Red Privada.
En muchos sentidos, superó en influencia pública a Buendía, pero Granados Chapa nunca cesó en su interés por denunciar a los involucrados en el homicidio del periodista y en rendirle homenaje a este maestro de muchos periodistas. Preparaba un libro muy documentado sobre el caso Buendía. Desgraciadamente, su fallecimiento dejó incompleta la obra.
A continuación, para los lectores de Zócalo, las partes sustanciales de ese diálogo con Granados Chapa y de su visión de dos grandes reporteros de su generación: Buendía y Julio Scherer.
-¿A usted lo secuestraron por unos reportajes de la ultraderecha en Crucero?
-Me tundieron. Me secuestraron.
-¿Cómo inició sus trabajos en Crucero?
-Un amigo común, Horacio Guajardo, me puso en comunicación con Manuel Buendía. El me pidió un reportaje de prueba, lo aprobó y me contrató. Buendía era muy irónico y me dijo cuando leyó el texto:
“Mire nomás, en la universidad sí enseñan periodismo”.
“El daba clases en la Carlos Septién. Entonces fui uno de los dos reporteros de su semanario. Era una empresa chiquita. El había sido director del periódico La Prensa. Lo corrieron y al salir de ahí fundó este semanario que tenía alguna vinculación con el periódico El Día, que se imprimía ahí. Además, Enrique Ramírez y Ramírez era socio de Buendía en Crucero.
-¿Por qué la animadversión de los grupos de ultraderecha contra esa publicación y contra Buendía?
-Buendía estaba muy interesado en los grupos secretos católicos. Me pidió una serie de reportajes, algunos de ellos con bastante buena información, a partir del MURO. Era un organismo de fachada, pero detrás de él estaba un grupo secreto.
“A pesar de que el periódico circulaba poco, los reportajes causaron mucho efecto.
“Meses después de concluida la serie –el tiempo esperado para que no se establecieran relaciones de causa-efecto-, saliendo de dar clases en Ciencias Políticas, como ayudante de profesor, me secuestraron en el camino a la parada del autobús, cerca de Copilco. Me llevaron a Contreras, me ataron a un árbol, me dieron cinturonazos en la espalda y en las nalgas. Me tundieron muy fuertemente y me dejaron ahí”.
-¿Le dijeron algo?
-Sí. ‘Ahora vas a saber quiénes son los troskistas, cabrón’.
“Tenían todo el estilo de la violencia de estos grupos. Una de las cosas que salieron a relucir en los reportajes que hice es que eran un grupo muy violento, que incluso llegaban al asesinato. De modo que desde el momento mismo que me secuestraron supe de qué se trataba. El estilo, la complexión, coincidían. Me subieron a un Mercedes Benz negro. Todo era denunciatorio de quiénes eran.
-¿Encapuchados?
-No, con la cara abierta. De tal manera que cuando me dejaron ahí golpeado me sentí aliviado porque sabía yo que podía ser peor. Era una deuda que tenía yo que pagar y la había pagado en ese momento. Tuve el humor, cuando pude volver a la civilización, de hablarle a Buendía y le dije: ‘le tengo una exclusiva’. Le conté y publicamos el relato.
“Luego tuvimos dos comprobaciones: una de que sí eran ellos, los del MURO, y que tenían vínculos con el gobierno, con Gobernación.
“Buendía era muy amigo de policías. Consiguió que le pusieran a un compadre suyo agente de la judicial a hacer la investigación. Y al compadre le dijeron un día: ‘Párale’. Y el compadre nos contó. Se paró la investigación por decisión directa de Luis M. Farías, en ese entonces director de Prensa de Gobernación, bajo las órdenes de Echeverría. El era el contacto con las sociedades secretas. El era miembro desde su época de estudiante. Mantuvo ese vínculo, de modo que no se avanzó en la investigación y ahí murió ese asunto”.
-¿Le contagió Buendía esa parte muy característica de indagar en el rostro oculto de la política?
-Sí.
-¿Por qué Buendía tenía esa obsesión?
-Por dos razones. Primero porque él había sido seminarista, había sido militante del PAN y vio cosas que no le gustaron y se hizo antipanista. Y porque fue reportero de policía y se imbuyó de un espíritu de investigador policiaco. Eso lo aplicó a la política y por eso sus temas y su estilo eran de investigador policiaco.
“Eso le costó la vida. Zorrilla, el que lo mató, era un policía”.
-En sus escritos, Buendía marcó el inicio de la narcopolítica y también del ascenso de la ultraderecha. ¿Es correcta esta apreciación? ¿Qué es lo diferente entre esa época y ahora para un periodista que investigaba eso?
-No creo que tengan vinculación la narcopolítica con la derecha, pero son grupos violentos. Son grupos criminales que fingen no serlo, especialmente los de la ultraderecha. Pero también hay narcos que no se ostentan como tales, los lavadores de dinero, y contra ellos no se combate.
-¿Es igual de difícil para un periodista investigar ahora?
-No, ha mejorado muchísimo. Para empezar, esos temas interesan a más gente y hay la posibilidad de intercambio profesional de información, de apoyo entre colegas, de búsqueda en común de contactos. Ahora más o menos se sabe quién es quién. Todo el trabajo de Alvaro Delgado, por ejemplo, se realizó, en buena medida, adentro del PAN, a sabiendas de con quién hablaba. Los grupos secretos ya no son tan secretos.
“En cambio, cuando el terreno no está roturado, corren el riesgo de meter la pata. Pretender que un informante no es parte de lo informado y sí lo es. “Había un sacerdote jesuita Martens, con quien yo tenía una buena relación, hasta que descubrí que era un secreter también. Un juramentado. Era una de mis fuentes. Porque hay grupos, con muertos entre ellos, muy adversos, muy antagónicos. Son extremistas católicos, pero con distintas modalidades”.
-¿El hecho de que hayan llegado al poder los vuelve más vulnerables frente al periodismo?
-Sí. Por ejemplo, el secretario de Gobierno de Guanajuato, Gerardo Mosqueda, él está ahora muy expuesto a la luz, aún en medios que hubieran sido muy afines con él, como AM. Ganan poder, pero pierden opacidad y yo creo que a la larga va a ser para ellos es negativo porque pueden perder el poder, por ser tan visibles.
-¿Siguen siendo una amenaza a la democracia?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque no son demócratas, son autoritarios, y porque son violentos, pueden matar.
(Continúa mañana)