¡¡Exijamos lo Imposible!!
El 11-S de mala memoria
María Teresa Jardí
Hoy hace diez años que el gobierno del imperio asesino conmemora, en solitario, su decisión homicida de tumbarse las Torres Gemelas y el invento último de esa nación para sojuzgar al mundo, la exportación del terrorismo.
Y sí, se trata de terrorismo, pero de terrorismo de Estado que el imperio yanqui encabeza. Nada nuevo por otro lado. Otro 11 de septiembre, también de triste memoria, con Allende, en Chile, Pinochet, con el apoyo de la CIA, acababa matando además la esperanza para los pueblos de América Latina de que era posible la construcción cada uno a su manera de otro sistema, menos injusto que el capitalista, como forma de vida.
Terrorismo de Estado es lo que exporta desde hace diez años ya sin ninguna vergüenza el imperio asesino como forma de imposición de los designios decididos por ese país para todos los pueblos, a los que el propio imperio pone el mote del terroristas, para hacerse con los bienes que a cada nación pertenecen, y lo hace, canalla, en que se ha convertido a nombre del dios que, como referencia, para todo usan los yanquis, aunque no crean en otro dios que el dinero, enfrentando la decisión del Dios verdadero, si existe, que entregara como bienes para uso y disfrute de aquellos que sobre cada geografía han nacido y en ella, como pueblos diferenciados por razones de idioma y cultura, completan el destino que como personas tienen por el sólo hecho de haber nacido humanos con la garantía inherente al disfrute de una vida libre y digna.
A diez años tan sólo de haber contemplado azorados lo que se informaba era un ataque de fuera contra las Torres Gemelas, aunque ese mismo día se hayan empezado a dar las evidencias de que de dentro venía el suceso infame.
A sólo diez años nos alcanzó a los mexicanos el destino siniestro decidido para el mundo por el imperio canalla que hoy arrastra a todos a una debacle económica que se da merced a la aplicación de las recetas asesinas impuestas por Estados Unidos, que como cabeza de un puñado de mafiosos transnacionales que no tienen llenadera y quieren apoderarse de todos los bienes, aunque ni en el petróleo, ni en el gas, ni en las obras de arte, robadas también en Irak, esté el mejoramiento de la vida de nadie, porque, como salta a la vista también el pueblo norteamericano ha sido condenado a vivir en la cárcel en que se van convirtiendo el resto de países con sus adicciones, también decididas como negocio por el mismo imperio que al mundo avasalla, porque millones de personas lo dejan hacerlo.
Lo que están demostrando las crisis europeas, que arrastran a América, es que llegó la hora para los pueblos de renunciar al consumismo y empezar a vivir de otra manera. Apagar el televisor y volver a abrir los libros. Caminar y buscar otros modo de transportarnos, en el entendido de que sólo rompiendo el negocio de unos cuantos se podrá construir ese otro mundo posible para todos.
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