¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Atentado de Estado
María Teresa Jardí
Lo único que iba quedando claro, luego del impacto del primer momento,
era que la explosión en PEMEX no era un evento guerrillero. De haber
sido un atentado con esa procedencia el grupo en cuestión de inmediato
lo habría reivindicado. Aunque tampoco era esa la explicación de porqué
no era un atentado guerrillero, dado que aun siendo un atentado de los
enemigos que Peña tiene en su propio partido o un atentado del propio
Peña que es la hipótesis que se perfila como la más certera, igual
podían esos mafiosos, que al alimón se manejan como políticos, Peña o
sus enemigos partidarios, que también saltan a la vista, es claro que
podrían hacer la reivindicación en términos guerrilleros inventado un
grupo con esas características a conveniencia. Aunque, como la
inteligencia no es regla entre la mafia que como clase política hoy en
nuestro país se desempeña, tampoco les hubiera resultado creíble la
cosa, o no les resultará creíble si finalmente la PGR se inclina por esa
explicación.
Porque, y aquí se encuentra el fundamento de la segunda razón
demostrativa de que no se trata de un atentado guerrillero, es que de
haberse tratado de un atentado ajeno a esos que manejan el Estado como
rancho propio, no se habría dado en las oficinas donde trabaja gente
igual de desesperada a los que son obligados a tomar las armas para
buscar un cambio.
Y fundamentalmente no se habría dado en el lugar donde se guardan o
guardaban las pruebas —lo más probable es que convenientemente ya estén
quemadas o desaparecidas— de la corrupción inaudita con la que se ha
manejado Pemex, que en manos del entreguista Peña va a concretarse con
el regalo de la única paraestatal que queda en manos, más o menos, de la
nación explotada por la voracidad de traidores que, a nombre de la
imposición del neoliberalismo, se han convertido en los hombres más
ricos del mundo y, aunque les ofenda que se les recuerde, también en los
más canallas ladrones jamás vistos.
Razones en el pueblo sobran para poner bombas y al pueblo están
invitando a hacerlo, desde Calderón, todos los días, como justificación
para militarizar el país. No han dejado de hacerlo a pesar de que han
ido de fracaso en fracaso las muchas gestiones tendientes a hacer
estallar a algún grupo porque el pueblo mexicano es pacifista.
Aunque esa tampoco sea la razón fundamental de la apatía de los
mexicanos. El miedo que produce la sangre impunemente derramada y la
condena a la miseria ha producido una sociedad que atina a sobrevivir
apenas. Pero como los pueblos incluso ante las más adversas condiciones
impuestas conservan una cierta sabiduría propia, que no les ha podido
ser arrebatada todavía a los mexicanos, queda claro, incluso sin
analizar la periferia, compuesta por el lugar elegido, donde por
guardarse los contratos, salta a la vista que lo que se busca es borrar
la existencia de las licitaciones ilegales; por la hora elegida para
asesinar a unos cuántos, pero no a demasiados. ¿En un país ahogado en
sangre qué pueden significar 32 más, o treinta y dos menos, si en dos
meses Peña tiene en su haber casi 2,000 ejecutados impunes? Como habría
sido de haber consumado el atentado por la mañana. Aunque tampoco podía
hacerse por la noche porque se necesitaban unos cuantos muertos para que
los medios a modo demandaran —como desde el primer momento se hizo en
la telebasura controlada por Milenio y seguramente también por Televisa y
por TVAzteca— mano dura contra el pueblo y paso raudo a la reforma
energética, que en realidad quiere decir entrega inmediata del último
bien que a la nación le queda. Queda claro que se trata de un atentado
de Estado y no de un atentado guerrillero. Vamos a extrañar a Ebrard y a
Calderón los mexicanos. Con el peñista atentado de Estado cometido
contra los trabajadores de PEMEX sumado a la militarización del Distrito
Federal empezó la criminalización de la protesta.
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