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El meteorito de Rusia y las bombas sónicas
Juan José Morales
Escrutinio
Quizá
habrá usted observado, al leer las informaciones sobre el meteorito que
hace unos días cayó cerca de Cheliabinsk, en Rusia, que los extensos
daños que ocasionó y las heridas que causó a más de mil personas, no se
debieron al impacto de fragmentos de ese objeto, sino a lo que se conoce
como estampido sónico, una poderosa onda sonora de tal intensidad que
puede romper ventanas y dañar estructuras. De hecho, la mayor parte de
los heridos lo fueron por fragmentos de vidrio de los miles de ventanas
destrozadas. A nadie lo golpeó un pedazo del meteorito.
Para entender mejor esto, hay que recordar que un estampido sónico se
produce cuando un objeto atraviesa el aire a mayor velocidad que el
sonido. En su desplazamiento, forma una onda de choque que, al llegar al
suelo se escucha como una detonación, seca y breve pero muy violenta y
de tal intensidad que puede lesionar los tímpanos o provocar hemorragias
nasales y otros daños. Los estampidos sónicos más conocidos son los que
producen los aviones supersónicos a reacción, pero también los causan
los meteoritos que entran a la atmósfera a miles de kilómetros por hora.
En el caso de Rusia, las informaciones señalan que los estruendosos
estampidos sembraron el terror entre los habitantes de la región, muchos
de los cuales entraron en pánico, creyeron hallarse bajo un ataque
aéreo o ante el fin del mundo o sufrieron crisis nerviosas.
Pues bien, lo que padecieron los habitantes de esa región de Rusia lo
sufren repetidamente desde hace años los palestinos confinados en la
franja de Gaza. Pero no por fenómenos naturales, sino a consecuencia de
actos deliberados del ejército israelí que sigue cometiéndolos pese a
haber sido condenados por las Naciones Unidas y por organizaciones
médicas internacionales: el uso de las llamadas bombas sónicas para
aterrorizar y desmoralizar a los habitantes de Gaza, esa especie de
campo de concentración de apenas 360 kilómetros cuadrados donde viven
apiñados casi millón y medio de palestinos.
En julio de 2006 escribíamos al respecto en esta columna: “En el momento
menos esperado, a cualquier hora del día o de la noche, lo mismo a las
dos o tres de la madrugada, cuando casi toda la población duerme, que
por las mañanas cuando los niños están en la escuela, o a la hora de la
comida familiar, los cazabombarderos a reacción israelíes aparecen de
pronto a baja altitud, aceleran hasta romper la barrera del sonido y
pasan sacudiendo los edificios y espantando a la gente. Las
consecuencias del bombardeo sónico sobre la población civil son
devastadoras. De acuerdo con los médicos de las clínicas de la agencia
de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, las personas
sometidas a él llegan a sufrir importantes daños físicos y mentales,
como dolor de oídos, hemorragias nasales, ataques de ansiedad, espasmos
musculares, sordera temporal y dificultades respiratorias.” Incluso, se
han dado casos de mujeres que abortan por esa causa. Todo ello sin
contar las paredes agrietadas y las ventanas destrozadas por los
poderosos estampidos.
Las bombas sónicas afectan a todos, pero especialmente a los niños, que
sufren trastornos sicológicos, como sentimientos de inseguridad,
pesadillas, insomnio, temor ante cualquier ruido o movimiento
inesperado, incontinencia urinaria y otros problemas por el estilo. Por
ello la ONU ha pedido a Israel que deje de utilizar tales tácticas, que
constituyen una flagrante violación a las leyes internacionales. Por
ejemplo, al artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra, destinada a
proteger a la población civil en caso de guerra. Dicho artículo prohíbe
utilizar castigos colectivos o cualquier tipo de intimidación o
terrorismo contra los civiles.
Pero, pese a las condenas y peticiones de la ONU, Israel ha continuado
utilizando durante años las bombas sónicas contra la población civil de
la franja de Gaza. En ocasiones tres o cuatro veces cada noche, día tras
día, durante semanas, con el deliberado propósito —anunciado
explícitamente por el gobierno israelí— de que nadie pueda dormir
tranquilo en Gaza.
Pero a veces se les pasa la mano. En una ocasión, las autoridades
tuvieron que pedir disculpas porque los aterradores estampidos se
escucharon también en territorio de Israel y ocasionaron una oleada de
pánico y crisis nerviosas entre la población.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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