¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Por qué tanta sorpresa?
Ricardo Andrade Jardí
¿Por
qué tanta sorpresa con el hecho de que el “señor presidente” del fraude
MONEX, se fuera de vacaciones el mismo día del presumible atentado o
negligencia laboral en las oficinas administrativas de PEMEX? ¿Por qué
habría que esperar una reacción diferente de un mal actor de la
telebasura mexicana? ¿Por qué esperar que un analfabeta funcional que es
incapaz de recordar el título de tres libros que pudiera haber leído a
lo largo de su vida —lo que sabemos que no logró hacer— reaccionara de
manera más digna? Porqué, pues, tanta sorpresa por el hecho de que unas
horas después de la explosión de PEMEX, acontecida el jueves 31 de
enero, el candidato y ahora “presidente” impuesto por Televisa y
Soriana, una vez absueltos, él y su partido, en el país de la impunidad,
de la incapacidad de explicar de manera verosímil si los millones de
dineros utilizados para comprar el voto del hambre y la ignorancia son
dinero lícito, lo que la falta de explicación creíble abre la
especulación de que ese dinero es todo menos lícito, aunque el IFE
intente hacer legal el hecho de que en esta “democracia mexicana” no es
la voluntad popular la que decide —como no sucede por otro lado en
ninguna democracia burguesa del planeta por más espejismos que nos
vendan al respecto— quién nos saquea y nos roba..., perdón quién no
(des)gobierna, sino el que más dinero derrama, en este caso la
telecracia, quien además nos impone los destinos que debe asumir el
país, gracias a una inmensa mayoría de teleadictos incapaces de imaginar
la vida sin los melodramas y los culebrones que Azcárraga y Salinas
Pliego nos venden como la única verdad en la que podemos creer.
Así las cosas, que cause sorpresa que el niño Televisa saliera de puente
el día mismo de la explosión no cabe. No cabe porque, entre otras
cosas, lo que debería ser una sorpresa es que un sujeto, hecho a imagen y
semejanza de la telecracia para ser impuesto, entre otros, por ese
poder fáctico como “nuestro presidente”, además se comportara como un
estadista. Lo que no sucederá nunca.
Para ser estadista se requiere, entre otras cosas como dignidad y ética,
de un mínimo de preparación elemental. Lo que es evidente el señor Peña
Nieto no tiene ni tendrá jamás. Como no la tiene ya una buena parte de
la mal llamada clase política mexicana, por eso, como afirman los
bufones de “El Cardenal”, de Pavlovsky: “...No deja de ser curioso que
un país con una mayoría de gente inteligente siga siendo gobernado por
un grupo de idiotas, no deja de ser curioso, aunque si vemos cómo está
la educación y quiénes están detrás de ella, podemos comprender, mas no
justificar, porque los talentosos cierran los ojos a la realidad y bajan
su nivel para entretener a los imbéciles corruptos embriagados de poder
y éstos, a su vez, recompensan a los talentosos cada vez más
idiotizados con becas del sistema nacional y cargos más prestigiosos. No
hay sorpresa...”
Peña Nieto hizo lo que su capacidad intelectual, que no destaca más allá
de la imbecilidad, le permitió comprender y se fue de paseo con su
familia. Muchos, afirmarán, para justificarlo, que es porque se trata de
un buen jefe de familia, de alguien comprometido con su familia y
materia vomitiva similar llenará la programación basura de la
telecracia; prianistas cínicos evadirán la respuesta y los más
siniestros, quizás por ser tan imbéciles como el presidente de la
telecracia con la capacidad de tomar decisiones que nos afectarán a
todos los mexicanos, argumentarán las mismas huevadas que el guión de la
telecracia les imponga.
En tanto la realidad sigue su curso: El IFE legaliza la compra de
voluntades con dinero de dudosísima procedencia, en tanto la Corte de la
Injusticia Nacional se somete a la voluntad patronal y asesta un golpe
brutal y mortal en contra los más elementales derechos de los
trabajadores del país. Un golpe particularmente dado a los electrisistas
del país, al tiempo que el debate sobre la soberanía petrolera se ve
ensombrecido con la conveniente explosión en las oficinas de PEMEX,
pretexto que el terrorismo de Estado utilizará para que la telecracia e
intelectuales orgánicos nos “convenzan” a todos los sometidos ciudadanos
mexicanos, de las virtudes de privatizar la extracción, explotación y
comercialización del petróleo... Y para cuando despertemos de esta
pesadilla, descubriremos que aquella república libre y soberana que
otros hombres y mujeres iguales a nosotros, en otros tiempos no muy
distintos a los de hoy, quisieron otorgarnos, no es ya más que una
“nación” dependiente del más siniestro imperio del que la humanidad
tenga memoria: la hamburcolademocracia de mercado (neoliberalismo
transnacional).
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