sábado, 2 de febrero de 2013

Las autoridades no saben ni lo que buscan

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Incapacidad
Lilia Arellano

Estado de los ESTADOS

Improvisación en el estallido en Pemex
Predomina opacidad y falta inteligencia
Explosión podría empujar reforma: FT
“Hallaremos la verdad”, promete PGR
Revela EU casos de “pederastia infernal”
Depredación oficial impune en Estados


“Gracias a la libertad de expresión, hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco”.- Jaime Perich

Las escenas del jueves desnudaron la capacidad que existe en el gobierno federal para hacer frente a las situaciones de emergencia que pueden presentarse en el país. Los rostros de los miembros del gabinete corrieron, una vez más, la cinta que contemplamos en 1985 cuando el terremoto devastó a la Ciudad de México. Entonces, a las zonas destruidas acudieron los funcionarios federales, los cuerpos militares, navales, la policía, el propio Miguel de la Madrid y el entonces regente capitalino Ramón Aguirre Velázquez. Todos ellos sin saber qué hacer, sin atinar a tomar decisiones, apanicados. Y sucedió igual.

Reunidos los del gabinete de seguridad encabezados por Enrique Peña Nieto y estando presentes también el secretario de Energía y el director general de Pemex, sólo atinaban a mirarse las caras sin emitir una sola palabra, con el pánico en el rostro, con las claras muestras de impotencia y de no saber ni tener la menor idea de lo acontecido. Con las guardadas proporciones, ya que el terremoto arrasó con una gran parte de la capital de la República y ahora se trató de un suceso que tiene una ubicación precisa y única, la improvisación y el desacierto fueron iguales y la variante, en este caso, no hizo sino incrementar los temores y resaltar que lo único que importa es lo mediático.

Porque resulta que de nuevo, fue la sociedad la que logró en minutos, en segundos, organizarse y lanzarse al rescate de víctimas. Una y otra vez repetían que se habían seguido y activado los códigos de seguridad y los protocolos, cuando fueron los vecinos, los de la colonia Anáhuac, los que tienen oficinas y casas en las cercanías de la Torre de Pemex, los que ingresaron rápidamente al inmueble y se dieron a la tarea de mover escombros y realizar las primeras acciones de rescate. Vino después un gran despliegue de fuerzas militares y de policías de todas las corporaciones, arribaron los miembros del gabinete seguidos por un cuerpo de seguridad que, lejos de ayudar a despejar el área para que pudiesen continuarse los trabajos, entorpecían todos los movimientos de auxilio.

Peña Nieto hizo un recorrido sin la menor precaución, sin casco, mostrando un don de aparente mando que contrastaba con la mirada interrogante de sus funcionarios. Llegaron los informes y con ellos las excusas y una aparente preocupación por atender a los heridos y trasladar los cuerpos de los fallecidos. Sabido es que las ambulancias no se daban abasto, que de nuevo intentaban por todos los medios coordinarse sin lograrlo. A los topos, que acudieron inmediatamente al lugar, se les impidió la entrada y cuando señalaron que escuchaban los quejidos, que era urgente ingresar y que les permitieran hacer su trabajo, se esgrimieron uno y mil argumentos que incluyeron hasta la fallida conferencia de prensa que brindara el titular de Gobernación para no dar mayores datos que los nombres de algunos, que no todos, los que estaban en hospitales y en la morgue.

La insistencia en no dar información, una plegaria permanentemente repetida en torno a no especular, no ha logrado sino incrementar las dudas sobre las causas que originaron la explosión. Sabido es que en ese inmueble no hay calderas, tampoco existen instalaciones de gas que puedan provocar explosiones, que tal vez, si hubiese un número importante de aires acondicionados, se podría haber generado un estallido que, aun cuando fuese en cadena, no logra destruir un inmueble ni causa los estragos de lo que ahí se registró. Incendio, está claro que no hubo, por lo que tampoco aceptan de inmediato que se tratara de cortocircuitos o de conexiones que provocaran estallidos. Surgen, entonces, las versiones que no dejan de apuntar a un atentado y se hace referencia a que en ese inmueble, en el edificio B 2 ya en septiembre de 1982 se registró un incendio que logró que se destruyeran archivos de proveeduría y compras relacionadas con la adquisición de los barcos Cantarell y Abkatum, por lo que tuvieron que salir huyendo del país Efrén Flores Chavarría e Ignacio Martínez León.

La zona donde se registró la explosión corresponde a lo administrativo, están archivos que, según reveló Emilio Lozoya Austin, pueden ser recuperados aunque mantuvo distante la certeza de que no se destruyeron. Este funcionario también ofreció su conferencia de prensa matutina para no aportar absolutamente ningún dato mayor a los 30 muertos y 103 heridos, señalando que 56 de ellos aún permanecían hospitalizados. Al cerrar estas líneas, el número de quienes fallecieron ya alcanzaba los 33 con 121 heridos y tal información la proporcionó Miguel Ángel Osorio Chong, titular de Gobernación, quien realizó otro recorrido acompañado del procurador Jesús Murillo Karam a quien también se le vio totalmente impotente ante los hechos.

En tanto que diputados y miembros de la iniciativa privada se unen a la petición de no especular sobre el origen de la explosión de Pemex aunque solicitan el pronto esclarecimiento de los hechos, es el propio funcionario petrolero quien advierte que “parece accidente” pero no puede descartarse ninguna línea de investigación. ¿Accidente, se preguntan? ¿Qué clase de accidente? Porque con el despliegue efectuado por las propias fuerzas armadas y bajo el supuesto, porque así se ha informado, de que tienen expertos en explosivos y en otras ramas que se dan cita cuando se trata de acciones como atentados y otras relacionadas con el terrorismo, se supone que habría información sobre lo que se descarta y eso, nos revelan, se tiene cuando se analizan los restos de las partes que resultaron dañadas.

Hasta ahora no han dicho absolutamente nada, y sus esfuerzos sólo se intensificaron para tener un control mediático. Nada han referido sobre los dichos de trabajadores en relación a que fue encontrada una bomba. Según Osorio Chong, al lugar se trasladaron 500 elementos de todas las corporaciones y así la exhibición sobre la incapacidad de hacer frente a las urgencias, a los imprevistos, a los sucesos que pueden modificar la trayectoria de la política y la economía de un país fue mayúscula.

Resulta, por ahora suficiente, que Pemex garantice la normalidad de sus procesos y que no habrá ningún desabasto. ¿No son ridículas esas expresiones cuando se trató de oficinas administrativas? ¿Qué pasó con el Sindicato Petrolero? ¿Están checando los inmuebles aledaños o andan en busca de instalaciones o guaridas de grupos que pudieran adjudicarse o que hubieran provocado tal explosión y derrumbe? Porque la averiguación previa sobre el estallido del edificio B 2 de la Torre de Pemex es contra quien resulte responsable y se incluyen sabotaje, explosión de gas o de instalaciones eléctricas, y no hay quien descarte el atentado, ya que la magnitud de la explosión es lo que da forma a esta posibilidad.

EXPLOSION EMPUJARÍA REFORMA

El punto perverso de este asunto lo registró el Financial Times de ayer, en el que un editor considera que la explosión de la Torre de Pemex podría ayudar a acelerar la reforma que permite abrir la paraestatal a la iniciativa privada. John Paul Rathbone advierte que aunque “suene insensible” estos eventos de consecuencias humanas, también las tienen políticas y en su artículo titulado “Las consecuencias de la explosión de Pemex” plantea que Peña Nieto puede señalar el declive en la producción petrolera y la explosión como evidencia de que una de las principales petroleras de mundo está en declive. Aún más: refiere que estos sucesos permiten modificaciones, como la realizada por el propio Barack Obama, al lanzar una campaña para el control de armas después de la tragedia de Conneticut.

Lo que despierta mayores interrogantes y tiene a quienes habitan en las cercanías de la Torre de Pemex irritados, molestos, enardecidos, es la forma como se presentan despliegues policíacos en busca de no saben qué. Nos dicen que aún no llegan a las revisiones, pero que no dudan que de un momento a otro, con cualquier pretexto se puedan dar allanamientos de morada. Con todo, esto queda claro que no encuentran todavía ni los pies ni la cabeza de lo sucedido y que, por supuesto, los servicios de inteligencia siguen brillando por su ausencia en nuestro país.

Y usted, ¿ya sabe en manos de quién estamos? 

Dentro de este caos gubernamental, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, prometió que la investigación sobre la explosión que se registró este jueves en las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) hallará la verdad “sea cual sea, ya sea un accidente, una imprudencia o un atentado”. El funcionario confirmó que expertos internacionales y universitarios han sido invitados a participar en las investigaciones. Dijo que hay peritos de la Secretaría de la Defensa Nacional, de la Secretaría de Marina y de la PGR, entre otros. Hasta el momento, precisó, los peritajes practicados señalan que no hay indicios de que hubo fuego en el edificio B 2 de Pemex.

La alineación a la política informativa oficial se registró también en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, donde se guardó un minuto de silencio en memoria de los fallecidos en la explosión de las oficinas de Pemex. Diputados y senadores exigieron una investigación exhaustiva en torno a este acontecimiento que costó la vida de 33 personas y dejó 121 lesionados.

El presidente Enrique Peña Nieto decretó tres días de luto nacional, por la explosión en el complejo corporativo de Pemex. El titular del Ejecutivo Federal confirmó, durante una reunión con empresarios de la Coparmex, que “las líneas de investigación siguen abiertas sin descartar ninguna posibilidad”.

PEDERASTIA INFERNAL
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