¡¡Exijamos lo Imposible!!
Incapacidad
Lilia Arellano
Estado de los ESTADOS
Improvisación en el estallido en Pemex
Predomina opacidad y falta inteligencia
Explosión podría empujar reforma: FT
“Hallaremos la verdad”, promete PGR
Revela EU casos de “pederastia infernal”
Depredación oficial impune en Estados
“Gracias a la libertad de expresión, hoy ya es posible decir que un
gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco”.- Jaime Perich
Las escenas del jueves desnudaron la capacidad que existe en el gobierno
federal para hacer frente a las situaciones de emergencia que pueden
presentarse en el país. Los rostros de los miembros del gabinete
corrieron, una vez más, la cinta que contemplamos en 1985 cuando el
terremoto devastó a la Ciudad de México. Entonces, a las zonas
destruidas acudieron los funcionarios federales, los cuerpos militares,
navales, la policía, el propio Miguel de la Madrid y el entonces regente
capitalino Ramón Aguirre Velázquez. Todos ellos sin saber qué hacer,
sin atinar a tomar decisiones, apanicados. Y sucedió igual.
Reunidos los del gabinete de seguridad encabezados por Enrique Peña
Nieto y estando presentes también el secretario de Energía y el director
general de Pemex, sólo atinaban a mirarse las caras sin emitir una sola
palabra, con el pánico en el rostro, con las claras muestras de
impotencia y de no saber ni tener la menor idea de lo acontecido. Con
las guardadas proporciones, ya que el terremoto arrasó con una gran
parte de la capital de la República y ahora se trató de un suceso que
tiene una ubicación precisa y única, la improvisación y el desacierto
fueron iguales y la variante, en este caso, no hizo sino incrementar los
temores y resaltar que lo único que importa es lo mediático.
Porque resulta que de nuevo, fue la sociedad la que logró en minutos, en
segundos, organizarse y lanzarse al rescate de víctimas. Una y otra vez
repetían que se habían seguido y activado los códigos de seguridad y
los protocolos, cuando fueron los vecinos, los de la colonia Anáhuac,
los que tienen oficinas y casas en las cercanías de la Torre de Pemex,
los que ingresaron rápidamente al inmueble y se dieron a la tarea de
mover escombros y realizar las primeras acciones de rescate. Vino
después un gran despliegue de fuerzas militares y de policías de todas
las corporaciones, arribaron los miembros del gabinete seguidos por un
cuerpo de seguridad que, lejos de ayudar a despejar el área para que
pudiesen continuarse los trabajos, entorpecían todos los movimientos de
auxilio.
Peña Nieto hizo un recorrido sin la menor precaución, sin casco,
mostrando un don de aparente mando que contrastaba con la mirada
interrogante de sus funcionarios. Llegaron los informes y con ellos las
excusas y una aparente preocupación por atender a los heridos y
trasladar los cuerpos de los fallecidos. Sabido es que las ambulancias
no se daban abasto, que de nuevo intentaban por todos los medios
coordinarse sin lograrlo. A los topos, que acudieron inmediatamente al
lugar, se les impidió la entrada y cuando señalaron que escuchaban los
quejidos, que era urgente ingresar y que les permitieran hacer su
trabajo, se esgrimieron uno y mil argumentos que incluyeron hasta la
fallida conferencia de prensa que brindara el titular de Gobernación
para no dar mayores datos que los nombres de algunos, que no todos, los
que estaban en hospitales y en la morgue.
La insistencia en no dar información, una plegaria permanentemente
repetida en torno a no especular, no ha logrado sino incrementar las
dudas sobre las causas que originaron la explosión. Sabido es que en ese
inmueble no hay calderas, tampoco existen instalaciones de gas que
puedan provocar explosiones, que tal vez, si hubiese un número
importante de aires acondicionados, se podría haber generado un
estallido que, aun cuando fuese en cadena, no logra destruir un inmueble
ni causa los estragos de lo que ahí se registró. Incendio, está claro
que no hubo, por lo que tampoco aceptan de inmediato que se tratara de
cortocircuitos o de conexiones que provocaran estallidos. Surgen,
entonces, las versiones que no dejan de apuntar a un atentado y se hace
referencia a que en ese inmueble, en el edificio B 2 ya en septiembre de
1982 se registró un incendio que logró que se destruyeran archivos de
proveeduría y compras relacionadas con la adquisición de los barcos
Cantarell y Abkatum, por lo que tuvieron que salir huyendo del país
Efrén Flores Chavarría e Ignacio Martínez León.
La zona donde se registró la explosión corresponde a lo administrativo,
están archivos que, según reveló Emilio Lozoya Austin, pueden ser
recuperados aunque mantuvo distante la certeza de que no se destruyeron.
Este funcionario también ofreció su conferencia de prensa matutina para
no aportar absolutamente ningún dato mayor a los 30 muertos y 103
heridos, señalando que 56 de ellos aún permanecían hospitalizados. Al
cerrar estas líneas, el número de quienes fallecieron ya alcanzaba los
33 con 121 heridos y tal información la proporcionó Miguel Ángel Osorio
Chong, titular de Gobernación, quien realizó otro recorrido acompañado
del procurador Jesús Murillo Karam a quien también se le vio totalmente
impotente ante los hechos.
En tanto que diputados y miembros de la iniciativa privada se unen a la
petición de no especular sobre el origen de la explosión de Pemex aunque
solicitan el pronto esclarecimiento de los hechos, es el propio
funcionario petrolero quien advierte que “parece accidente” pero no
puede descartarse ninguna línea de investigación. ¿Accidente, se
preguntan? ¿Qué clase de accidente? Porque con el despliegue efectuado
por las propias fuerzas armadas y bajo el supuesto, porque así se ha
informado, de que tienen expertos en explosivos y en otras ramas que se
dan cita cuando se trata de acciones como atentados y otras relacionadas
con el terrorismo, se supone que habría información sobre lo que se
descarta y eso, nos revelan, se tiene cuando se analizan los restos de
las partes que resultaron dañadas.
Hasta ahora no han dicho absolutamente nada, y sus esfuerzos sólo se
intensificaron para tener un control mediático. Nada han referido sobre
los dichos de trabajadores en relación a que fue encontrada una bomba.
Según Osorio Chong, al lugar se trasladaron 500 elementos de todas las
corporaciones y así la exhibición sobre la incapacidad de hacer frente a
las urgencias, a los imprevistos, a los sucesos que pueden modificar la
trayectoria de la política y la economía de un país fue mayúscula.
Resulta, por ahora suficiente, que Pemex garantice la normalidad de sus
procesos y que no habrá ningún desabasto. ¿No son ridículas esas
expresiones cuando se trató de oficinas administrativas? ¿Qué pasó con
el Sindicato Petrolero? ¿Están checando los inmuebles aledaños o andan
en busca de instalaciones o guaridas de grupos que pudieran adjudicarse o
que hubieran provocado tal explosión y derrumbe? Porque la averiguación
previa sobre el estallido del edificio B 2 de la Torre de Pemex es
contra quien resulte responsable y se incluyen sabotaje, explosión de
gas o de instalaciones eléctricas, y no hay quien descarte el atentado,
ya que la magnitud de la explosión es lo que da forma a esta
posibilidad.
EXPLOSION EMPUJARÍA REFORMA
El punto perverso de este asunto lo registró el Financial Times de ayer,
en el que un editor considera que la explosión de la Torre de Pemex
podría ayudar a acelerar la reforma que permite abrir la paraestatal a
la iniciativa privada. John Paul Rathbone advierte que aunque “suene
insensible” estos eventos de consecuencias humanas, también las tienen
políticas y en su artículo titulado “Las consecuencias de la explosión
de Pemex” plantea que Peña Nieto puede señalar el declive en la
producción petrolera y la explosión como evidencia de que una de las
principales petroleras de mundo está en declive. Aún más: refiere que
estos sucesos permiten modificaciones, como la realizada por el propio
Barack Obama, al lanzar una campaña para el control de armas después de
la tragedia de Conneticut.
Lo que despierta mayores interrogantes y tiene a quienes habitan en las
cercanías de la Torre de Pemex irritados, molestos, enardecidos, es la
forma como se presentan despliegues policíacos en busca de no saben qué.
Nos dicen que aún no llegan a las revisiones, pero que no dudan que de
un momento a otro, con cualquier pretexto se puedan dar allanamientos de
morada. Con todo, esto queda claro que no encuentran todavía ni los
pies ni la cabeza de lo sucedido y que, por supuesto, los servicios de
inteligencia siguen brillando por su ausencia en nuestro país.
Y usted, ¿ya sabe en manos de quién estamos?
Dentro de este caos gubernamental, el procurador general de la
República, Jesús Murillo Karam, prometió que la investigación sobre la
explosión que se registró este jueves en las instalaciones de Petróleos
Mexicanos (Pemex) hallará la verdad “sea cual sea, ya sea un accidente,
una imprudencia o un atentado”. El funcionario confirmó que expertos
internacionales y universitarios han sido invitados a participar en las
investigaciones. Dijo que hay peritos de la Secretaría de la Defensa
Nacional, de la Secretaría de Marina y de la PGR, entre otros. Hasta el
momento, precisó, los peritajes practicados señalan que no hay indicios
de que hubo fuego en el edificio B 2 de Pemex.
La alineación a la política informativa oficial se registró también en
la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, donde se guardó
un minuto de silencio en memoria de los fallecidos en la explosión de
las oficinas de Pemex. Diputados y senadores exigieron una investigación
exhaustiva en torno a este acontecimiento que costó la vida de 33
personas y dejó 121 lesionados.
El presidente Enrique Peña Nieto decretó tres días de luto nacional, por
la explosión en el complejo corporativo de Pemex. El titular del
Ejecutivo Federal confirmó, durante una reunión con empresarios de la
Coparmex, que “las líneas de investigación siguen abiertas sin descartar
ninguna posibilidad”.
PEDERASTIA INFERNAL
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