sábado, 10 de septiembre de 2011

Pemex y sus viles antipatrióticos contratos

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Causas del activismo de Salinas
Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

No hay duda que en los comicios del próximo año, México se juega su destino. Ello explica el activismo de Carlos Salinas de Gortari, quien como el líder de la mafia oligárquica que pretende mantener el control de las instituciones nacionales, está obligado a darlo todo para evitar ser desplazados por las fuerzas progresistas. Tiene que actuar así para llenar el vacío de poder que ha dejado Felipe Calderón Hinojosa, quien ha sido ampliamente rebasado por circunstancias adversas que él mismo contribuyó a crear, con su brutal ineficiencia y por no tener otro programa de gobierno que su sangrienta e inútil “guerra” contra el crimen organizado.

Salinas sabe muy bien que el PAN concluyó su fase histórica de partido gobernante, situación que podría ser aprovechada por las corrientes democráticas para hacerse del poder y comenzar la reconstrucción de las instituciones, hechas garras a partir de que los tecnócratas neoliberales llegaron a Los Pinos. Este objetivo no encaja en el proyecto de la oligarquía, de la mafia en el poder, porque se perdería la oportunidad de seguir haciendo negocios con los bienes de la nación. Para evitarlo está Salinas, debido al control que aún tiene sobre los barones del dinero por sus conocimientos de los engranajes del poder económico y financiero.


Por otro lado, sabe muy bien que es preferible que sea él quien reciba el alud de críticas, en vez de su delfín, Enrique Peña Nieto. Su principal interés en esta etapa es el de preservar la imagen del joven tecnócrata mexiquense, para que llegue a los comicios en julio venidero bien arropado por Televisa, sin los desgastes a que estaría expuesto de ser él quien diera la cara ante los cuestionamientos que seguramente se le harían, en caso de que así llegara a suceder, por ser el abanderado de las fuerzas antidemocráticas y entreguistas.

De ahí la actitud provocadora de Salinas, sus desplantes absurdos, como el de retar a un debate a Andrés Manuel López Obrador, cuando bien sabe que no tiene argumentos para defender su postura antipatriótica. Al igual que Calderón, con un cinismo que raya en lo patológico, se ponen, uno y otro, a criticar hechos que son ellos los que los llevaron a cabo. Sobran ejemplos para demostrar esta afirmación, basten los más recientes: según el actual inquilino de Los Pinos le ha “echado muchas ganas” a la lucha contra la corrupción, sin que la gente lo comprenda, cuando ésta será la principal característica de su “administración”. La gran corrupción, la que deja millones de dólares, se magnificó en este sexenio. Allí está el caso del antipatriótico contrato de Pemex con Repsol para probarlo.

Por su parte, Salinas se queja de que “ya no tenemos bancos mexicanos, sino subsidiarias de matrices extranjeras que inevitablemente deben corresponder a las circunstancias del país de origen”. ¿Acaso no fue él quien inició la entrega de los bancos mexicanos a capitales extranjeros? ¿No fue él quien contra viento y marea logró la firma del Tratado de Libre Comercio, que acabó con la economía campesina, con cientos de miles de pequeñas y medianas empresas, y facilitó la entrega de los minerales de México a canadienses y norteamericanos? Y ahora se queja de que él nunca dijo que el TLC era una panacea, que faltó darle viabilidad con las reformas indispensables.


Salinas sabe que el legado de Calderón puede facilitar un cambio de fondo a la realidad nacional. Dejará al país hecho un desastre en todos los ámbitos, con los peores resultados en materia económica, después de los del sexenio de Miguel de la Madrid, con la violencia como principal factor en el entramado social, una inseguridad pública sin precedentes y niveles de pobreza jamás conocidos. De ahí que Salinas se muestre seriamente preocupado, pues él sería de los más afectados si llegaran a producirse los cambios que demanda el país para superar la crisis estructural luego de tres décadas de neoliberalismo.

El trato dado a Pemex puede ser la gota que derrame el vaso. Es tan brutal la afectación a la principal empresa del Estado mexicano, que incluso miembros de la oligarquía no están de acuerdo en la nefasta negociación con la empresa española Repsol, que según el nuevo secretario de Hacienda, José Antonio Meade, “es una operación bien pensada, bien ejecutada, que le va a dar valor a la empresa (Pemex)”, cuando en realidad la debilitaría gravemente al permitir que las leyes españolas se entrometan en la vida de la paraestatal, porque así lo decidieron los abogados ibéricos y el gobierno de Madrid defiende a capa y espada la “españolidad” de sus negocios, lo que no hacen los funcionarios “mexicanos”.

Calderón y sus principales subalternos han abusado a extremos inauditos, esto lo sabe bien Salinas, de ahí su decisión de saltar a la palestra para que las lógicas reacciones de la sociedad no vayan a afectar sus planes. Es curioso que los dos mandatarios espurios ahora caminen tomados de la mano.

(gmofavela2010@hotmail.com)

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