¡¡Exijamos lo Imposible!!
Arrancó la precampaña priísta
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Es incuestionable la necesidad de que la nación recobre la paz y la estabilidad, factores ineludibles para frenar la dramática descomposición del tejido social. Una sociedad inmovilizada por el miedo, es fácil presa de intereses contrarios al fundamental de las mayorías de convivir en un ambiente que favorezca el desarrollo de actividades productivas. Por eso es un imperativo ineludible vencer las presiones de la oligarquía, orientadas a fortalecer sus privilegios, meta que sólo se podría conseguir favoreciendo avances democráticos.
En este orden de ideas, no tienen asidero las propuestas del aún gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, pues durante su mandato demostró claramente estar al servicio de la minoría que detenta el poder económico con objetivos antidemocráticos. Sus principales logros, la reducción de la deuda de la entidad en 25 por ciento, así como la construcción de infraestructura carretera, clínicas y hospitales, se minimiza ante la magnitud de los problemas sociales que habrá de dejar de herencia a su sucesor, quien a su vez, como presidente municipal de Ecatepec, amplió los niveles de pobreza y marginación en ese municipio.
Dijo Peña Nieto pertenecer a una nueva generación que tiene “el enorme reto de acabar con el miedo y renovar la esperanza de los mexicanos”. Obviamente, esto no se va a lograr siguiendo la ruta trazada hace casi tres décadas por los tecnócratas neoliberales al servicio de la Casa Blanca, ruta que sin duda seguiría el joven mexiquense por formar parte del grupo de poder que lucra con los bienes de la nación desde 1983. De ahí que su sexto informe de gobierno haya sido un acto de precampaña por la Presidencia, más que un mero compromiso protocolario.
Pidió que “no haya confusiones: México tiene un claro proyecto que está contenido en su Constitución; lo que hace falta es un Estado eficaz que lo haga realidad, que lo lleve a la práctica y a la vida cotidiana de todos los mexicanos”. Desde luego se equivoca, pues no es una cuestión de eficacia lo que hace falta, sino de patriotismo y de profundo sentido social, ambas categorías de las que carecen los tecnócratas neoliberales, como ha quedado plenamente demostrado en los hechos.
Sin duda es cierto que “el proyecto de futuro exige una transformación de fondo en todos los ámbitos, sin tabúes, sin limitaciones, sin temor a innovar o afectar intereses creados”. Sin embargo, no es creíble que él en Los Pinos estuviera dispuesto a proceder en contra de sus patrocinadores, como por ejemplo Televisa y el Grupo Atlacomulco al cual pertenece. Ni qué decir que sería incapaz de enfrentarse a Carlos Salinas de Gortari, a Diego Fernández de Cevallos, a Elba Esther Gordillo, cuestión ineludible si de hacer transformaciones de fondo se trata. Queda de manifiesto que aprendió muy bien el “arte” de la demagogia y el cinismo que tan bien domina la tecnocracia.
También es verdad que falta transitar de una democracia electoral a una de resultados, “a un régimen que logre generar acuerdos y promueva el buen funcionamiento de las instituciones”. Con todo, esto no se logrará bajo un régimen excluyente en grado extremo como es el que impera en el país desde hace casi tres décadas, cada vez en mayor medida, situación que se agravó dramáticamente en los dos sexenios del PAN como partido en el poder. Y no debemos olvidar que si los panistas llegaron a Los Pinos fue porque el PRI perdió el rumbo y se colocó incluso a la derecha del instituto blanquiazul.
No es fortuito que Televisa lleve de la mano a Peña Nieto para colocarlo en la silla presidencial. Tampoco lo es que Vicente Fox lo considere un mejor prospecto que cualquiera de los aspirantes de su partido. Lo es, sin duda, pero no porque garantice avances democráticos, sino porque sería quien con más eficacia defendería y promovería los intereses de la oligarquía. No es descabellado pensar que Felipe Calderón estaría de acuerdo en apoyar al mexiquense, en caso de serle imposible dejar de candidato del PAN a su delfín, Ernesto Cordero, el menos carismático de los pretendientes del blanquiazul.
Ello porque no hay diferencias ideológicas entre unos y otros, pues panistas y priístas son neoliberales hasta los huesos, no por razones políticas sino de mera conveniencia. Y hasta el momento el PRI no se ha deslindado del grupo que encabeza Salinas de Gortari, como lo patentiza la preeminencia en el Congreso de los legisladores provenientes de dicho grupo oligárquico. No por otra causa, Calderón ha podido actuar como ha querido, en contra de los intereses nacionales, sin encontrar resistencia en ambas cámaras. El caso más notorio y preocupante lo estamos viviendo en estos días, con el firme interés del inquilino de Los Pinos de negociar con Pemex como si fuera una empresa de su propiedad. Peña Nieto lo único que podría garantizar sería una entrega menos burda de los bienes de la nación a extranjeros.
(gmofavela2010@hotmail.com)
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