Salvador Allende, no te olvidamos
Salvador Allende pervive como el precursor del pensamiento socialista del siglo XXI, y su imagen mantiene toda la carga ideológica socialista en el imaginario colectivo de las fuerzas populares
David Garcia
Salvador Allende apostó por el pueblo que lo había elegido. El programa de gobierno de la Unidad Popular, como es sabido, contempló cuarenta medidas que fueron desarrolladas y llevadas a la práctica a gran velocidad. Entre ellas destacaron, en primer término, la nacionalización de los recursos básicos como el cobre, salitre, carbón, hierro, desplazando a las compañías norteamericanas de la explotación de décadas.
El programa popular también nacionalizó 16 bancos privados, compañías de seguros... dejando en manos del estado todos los mecanismos del comercio exterior. La acción patriótica del gobierno de la Unidad Popular significó, según el propio Allende, la segunda independencia de Chile.
Desde el primer año, el gobierno de Salvador Allende fue víctima de una derecha fanática empeñada en defenestrarlo. Sabotajes, desabastecimiento, guerra mediática... cualquier método era legítimo para derrocarlo.
A pesar del desgaste y de la encarnizada oposición, las últimas elecciones municipales favorecieron a Allende. El presidente de la República chilena subió del 36% al 42% en su contabilidad electoral. Fue entonces cuando la derecha comprendió que no podía derrotar a Salvador Allende en las urnas y recurrió al golpe de estado apoyado por EEUU.
Para el imperialismo fue absolutamente intolerable que a través de una vía pacífica, traducida en una elección popular, el doctor Allende se convirtiera en el primer presidente de un gobierno socialista por medio de un camino inédito hasta ese momento. La vía chilena hacia el socialismo habría nuevas expectativas en muchos revolucionarios honestos que hasta entonces sólo contemplaban la toma del poder por métodos violentos.
Pero la experiencia vivida durante el gobierno popular y los trágicos acontecimientos del 11 de setiembre de 1973 nos devolvieron a una dura realidad, que los poderes económicos de una gran potencia recurren a regímenes totalitarios, apoyados en sectores sociales afines en sus sucursales, y al asesinato sin límites de hombres y mujeres que tengan la osadía de alzarse contra la injusticia.
El imperialismo no se cruzó de brazos, jamás lo hace cuando los pueblos emprenden el camino de la liberación. Usará viejos y nuevos métodos con el objetivo de horadar los procesos revolucionarios y democráticos.
Esta es la gran lección que debemos aprender los vascos en los actuales momentos que vivimos. El imperialismo español no puede tolerar la vía democrática hacia la independencia y el socialismo aún ganando las elecciones (por más que nos intenten convencer aralares, izquierdas undidas, NaBai, EA y otros de lo contrario)... de ahí su negativa a reconocer, en las negociaciones con ETA, el derecho a la autodeterminación. Las ilegalizaciones y persecuciones de organizaciones políticas y personas de la izquierda independentista y revolucionaria no son más que una muestra de lo que decimos, que el Estado español es incapaz de encauzar dentro del sistema y su ordenamiento jurídico a la izquierda abertzale y sus reivindicaciones... criminalizar la lucha popular forma parte ahora del eje fundamental de actuación del imperialismo español para engordar las filas de esos partidos que se autodenominan independentistas o federalistas pero que en el fondo no son más que regionalistas sin futuro. El resto de conclusiones... las dejamos en manos del lector.
Hoy, en el centenario de su nacimiento, Salvador Allende pervive como el precursor del pensamiento socialista del siglo XXI, y su imagen incorruptible mantiene toda la carga ideológica socialista en el imaginario colectivo de las fuerzas populares, en especial en el de la clase trabajadora. Esperemos que muchos y muchas en Euskal Herria valoren las lecciones que la historia nos deja.
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