¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
IFE: Problema estructural, no de tiempo
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El Consejo General del Instituto Federal
Electoral (IFE) decidió posponer una semana la discusión y votación de
los dictámenes de los informes de ingresos y gastos de campaña de los
candidatos presidenciales, para tener tiempo de revisar a detalle los
mismos e incluso solicitar a la Unidad de Fiscalización explicaciones
puntuales.
Sin duda es un buen paso pero no resuelve el mayor
problema que en estos momentos enfrenta el IFE: La deficiente
integración de dichos dictámenes.
Tras las millonarias multas al
PRI, PAN y PVEM en 2003 por los casos Pemexgate y Amigos de Fox, los
partidos políticos decidieron retirarle la responsabilidad de fiscalizar
los recursos de los partidos a una comisión de consejeros, expresamente
señalada en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales (Cofipe) y se la otorgaron a un área técnica con autonomía
de gestión.
En ambos casos (Pemexgate y Amigos de Fox) la
actuación de la Comisión de Fiscalización fue determinante para reunir
los elementos que permitieron demostrar las irregularidades y aplicar
una sanción ejemplar. Sin duda fue muy relevante la labor de la Unidad
de Fiscalización, adscrita a la Dirección Ejecutiva de Partidos
Políticos y Prerrogativas, pero se nutría y era exigida por consejeros
celosos de su deber.
Para evitar que esto se repitiera los
partidos políticos decidieron en la reforma de 2007 establecer en la
misma Constitución: “La fiscalización de las finanzas de los partidos
políticos nacionales estará a cargo de un órgano técnico del Consejo
General del Instituto Federal Electoral, dotado de autonomía de gestión,
cuyo titular será designado por el voto de las dos terceras partes del
propio Consejo a propuesta del Consejero Presidente. La ley desarrollará
la integración y funcionamiento de dicho órgano, así como los
procedimientos para la aplicación de sanciones por el Consejo General.
En el cumplimiento de sus atribuciones el órgano técnico no estará
limitado por los secretos bancario, fiduciario y fiscal”.
Dotaron
al IFE de mayores facultades pero no las pusieron en manos del Consejo
General sino de una unidad técnica, y por esa vía limitaron su
actuación. En el Cofipe establecieron que tanto las quejas en dicha
materia como los dictámenes y proyectos de resolución de los informes de
ingresos y gastos los integra autónomamente la Unidad de Fiscalización
sin pasar por una comisión de consejeros –como sí sucede en el caso de
las quejas ordinarias contra los partidos políticos– y los presenta
directamente al Consejo General con lo cual estrecha mucho el margen de
maniobra del Consejo.
La diferencia está muy claramente
establecida en el procedimiento señalado en el tratamiento de las quejas
ordinarias, en el artículo 366 del Cofipe, que prevé que la Comisión de
Quejas y Denuncias puede devolver el proyecto a la Secretaría
Ejecutiva, que es la responsable de sustanciarla, modificando su sentido
o incluso ordenándole realizar nuevas diligencias; y una vez que dicho
dictamen se presenta a consideración del Consejo, se establece entre las
posibilidades el “rechazarlo y ordenar a la Secretaría elaborar un
nuevo proyecto en el sentido de los argumentos, consideraciones y
razonamientos expresados por la mayoría…”.
Mientras tanto los
dictámenes que elabora la Unidad de Fiscalización se presentan
directamente al Consejo y en ningún momento se establece que éste puede
devolverlo y ordenar la realización de diligencias o incluso la
elaboración de un nuevo dictamen. Cierto que hay una puerta abierta por
la vía del párrafo 1 del artículo 85: “En casos de excepción, y previo
acuerdo del Consejo General, la Unidad podrá abrir procesos
extraordinarios de fiscalización…”, pero el mismo artículo indica que
dichos acuerdos pueden ser recurridos ante el tribunal, que bien puede
impedir dicho “proceso extraordinario”.
El saldo es que hoy el IFE
tiene más herramientas para investigar y revisar los informes de los
partidos políticos y sustanciar las quejas que se presenten, pero la
Unidad de Fiscalización no hace uso de ellas o, por lo menos, hace un
uso muy limitado, como quedó constancia en el caso de la queja sobre el
caso Monex, en el que el mismo dictamen reconoce la existencia de
triangulaciones de recursos y de participación de empresas fantasmas,
pero la autoridad decide abdicar de sus facultades de investigación,
pretextando que no le corresponde, y se limita simplemente a revisar la
información que le entregan los mismos partidos.
Lo mismo sucede
en los dictámenes de los ingresos y egresos de las campañas
presidenciales, pues hay aberraciones como la de asignarle
exclusivamente 3 millones 963 mil 163.30 pesos, de los 50 millones que
al desahogar la queja del caso Monex decidió contabilizar como gastos de
campaña, pues el partido decidió la proporción de dicha cantidad que se
contabilizaba en cada una de las campañas y el PRI pidió que a la
presidencial únicamente le cargarán 7.9%. No hay ninguna lógica en dicha
distribución, porque de acuerdo con el partido –aceptado por la
autoridad– dichos recursos se utilizaron para pagar a los representantes
generales del instituto político, que lo fueron para las tres
elecciones; así lo mínimo que le corresponde es la tercera parte de los
50 millones. Pero más contradictorio resulta que aunque le hubiesen
agregado 100% el actual presidente no hubiese rebasado los topes de
gastos de campaña, pues de acuerdo con el informe solamente había
gastado 241 millones 815 mil 461.39, lo cual implica casi 100 millones
menos del tope de 336 millones 112 mil 84.16, que estableció el mismo
Consejo.
A pesar de que hoy ya no se incluyen gastos por
publicidad en radio y televisión, pues está prohibido comprar tiempo y
todos los promocionales se difunden en los tiempos del Estado, la
realidad es que los candidatos de la tres principales fuerzas políticas
del país rebasaron los gastos de campaña. Fue tan evidente que de ello
dieron cuenta los medios masivos y generaron las quejas de los mismos
partidos.
Pero la autoridad electoral no puede sentarse a esperar a
que los mismos partidos se lo informen, sino que tiene que hacer su
propia labor de investigación y recopilación de información. Y eso es
precisamente lo que hoy no hace y, por lo mismo, lo que se convalida es
que se premia o sanciona la capacidad de llevar la contabilidad y
presentar los informes, pero no el respeto o la violación de la
legislación electoral y, por ende, de los topes de gastos de campaña.
Los
consejeros tendrán más tiempo para revisar los dictámenes, podrán
pedirle a la Unidad explicaciones puntuales y hasta podrán votar contra
los mismos, pero la actual estructura constitucional del IFE los limita
para profundizar en las investigaciones. Eso era claramente lo que
buscaba la reforma de 2007 y hoy se evidencia, pero el PAN y el PRD, que
hoy lo lamentan, son corresponsables de ello, pues estuvieron de
acuerdo con el nuevo diseño y allí están las versiones estenográficas y
las votaciones en el pleno de las cámaras del Congreso para constatarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario