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Gravísimo revivir el “haiga sido”
Guillermo Fabela Quiñones
Es preciso insistir en la trascendencia de que el proceso electoral ya en marcha se realice de manera transparente, a efecto de que la vida política nacional transcurra sin conflictos, que pudieran influir en un fracaso cuyas consecuencias no podría resistir el país. Es impensable que se repita el “haiga sido como haiga sido” de hace cinco años, porque la ciudadanía no resistiría una burla más a su voto. Esto es así, porque sólo el respeto a la voluntad popular permitiría que bajen las tensiones en el país, acumuladas en un sexenio cargado de violencia y dramáticas penurias. Sería un gravísimo error suponer que la sociedad toleraría un fraude más, al pensar que “al fin, el pueblo pronto se acostumbra a los hechos consumados”.
Vale insistir en que la situación nacional no está para que los ciudadanos acepten, sin chistar, que las autoridades electorales les tomen el pelo. Los dramáticos y complejos problemas de todo tipo surgidos en el país en los últimos cinco años, sumados a los que se han venido acumulando desde hace tres décadas, politizaron a una masa antes reacia a participar en el acontecer nacional, acostumbrada como está a dejarse llevar por el grupo en el poder conforme a sus particulares intereses. Tantos abusos de la oligarquía, tanta violencia, tanta pobreza y tanto desempleo real son un caldo de cultivo que favoreció el despertar ciudadano como nunca antes en el pasado.
Por eso es oportuno reiterar la necesidad de que las elecciones del 2012 sean las más democráticas y limpias de la historia, pues sólo así será posible que la sociedad nacional recobre su fe en las instituciones, condición irrenunciable para que se pueda reconstruir el Estado de Derecho, ahora hecho añicos porque vivimos en un país sin leyes, donde impera la “ley de la selva”, como es fácil corroborarlo a lo largo y ancho del territorio nacional. Vale señalarlo en cuanto que resulta engañoso decir que porque caen tales o cuales capos y líderes del crimen organizado, se cumple con el Estado de Derecho. Por supuesto, no es así.
El Estado de Derecho existe cuando la justicia es igual para todos, independientemente de su condición social. Los hechos nos muestran claramente que no es así, porque la justicia en México es un producto más que se puede comprar y vender conforme a las condiciones del mercado. De ahí el peligro de que la oligarquía pretenda hacer valer su poder, y se deje llevar por la tentación autoritaria de burlarse nuevamente de la voluntad popular. Es válido tal señalamiento, por el afán de ponerle obstáculos al candidato de las fuerzas progresistas, Andrés Manuel López Obrador, como lo intentó Vicente Fox con el proceso de desafuero en el 2004.
Esto se advierte en la maniobra leguleya, mediante la cual se prohíbe a López Obrador que su imagen y voz aparezcan en “spots” en los medios electrónicos en la etapa de precampaña, porque “ya no tiene que convencer a simpatizantes y militantes de elegirlo candidato”, motivo por el que su actividad proselitista debe constreñirse “a mítines o encuentros sólo con sus militantes y adeptos”. En el mismo caso está Enrique Peña Nieto, pues ya es el candidato oficial del PRI, pero no se observa que el IFE lo tenga en la mira para impedir su labor proselitista como lo considere necesario.
Y por otro lado, con la trampa de que los precandidatos del PAN todavía están luchando por ganar la candidatura, tienen permitido estar en los medios electrónicos como les venga en gana, sin ningún impedimento. Así debería ser en el caso de López Obrador, pues los consejeros del IFE no están respetando la reforma electoral de 1997, que no hizo distingos de los derechos y restricciones de los precandidatos cuando estos son únicos. Como se dice coloquialmente, a la autoridad electoral “se le está haciendo bolas el engrudo”. No saben qué inventar, con tal de poner obstáculos al candidato de las fuerzas democráticas, situación que patentiza el gran temor que tiene la oligarquía a que México empiece a caminar por la senda de la democracia real y la justicia social.
El uso faccioso de las instituciones, tal como lo está haciendo el PAN y lo hizo el PRI durante décadas, tarde o temprano desencadena contradicciones insalvables que desembocan en crisis permanentes, cuya única solución es el cambio en el rumbo del Estado, ya sea con una orientación progresista, o mediante la instauración de un régimen autoritario. Lo recomendable, en las actuales condiciones del país, es que sea por la primera opción, para evitar males aún más graves a la sociedad en su conjunto.
Conviene recordar, por venir al caso, que el intento de desafuero contra López Obrador resultó fallido, pues los resultados fueron contraproducentes para Fox y su partido. Tanto así que gracias a esa malhadada decisión, el tabasqueño pudo crecer políticamente y alcanzar una estatura nacional, misma que hoy seguramente podría ser catapultada por los afanes del grupo en el poder de frenarlo a como dé lugar.
¡Vaya manera de complicar las cosas innecesariamente!
(guillermo.favela@hotmail.com)
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