domingo, 13 de noviembre de 2011

Que conste Blake no merece monumento

¡¡Exijamos lo Imposible!!

Si bien es cierto que la muerte de cualquier persona es lamentable y la familia merecedora de condolencias; el que desde Los Pinos se intente hacer aparecer a Francisco Blake como un “patriota”, es no solo una falsedad, sino que es hasta ridículo.

Y el que afuera de la Casa Presidencial se haya puesto un inmenso moño en señal de luto, y desde San Lázaro se haya guardado un minuto de silencio en memoria del que fuera el Secretario de Gobernación del presente sexenio.

Cuando los otros cincuenta mil (o más) mexicanos que han muerto en la aberrante y fracasada guerra declarada por Calderón (muchos de ellos verdaderamente exponiendo el pecho y en el cumplimiento de su deber) no lo han merecido, es un insulto para todas las familias que han perdido a uno o varios de sus familiares.

Y solo falta que también Calderón quiera oficialmente hacerle una estatua, busto o monumento a Blake, como lo hizo con Juan Camilo Mouriño, cuyo mayor mérito fue hacer multimillonaria a su familia (y repartir las plazas y las rutas a los narcotraficantes, según lo hizo saber Wikileaks) para que el asunto se vuelva todavía más oprobioso.

Como también es ofensivo, violatorio de la Constitución y por ende del Estado de Derecho, el que Raúl Vera el obispo homosexual de Coahuila, le pida cuentas al Ejecutivo, al que además llamó Dictador; advirtiendo que esa actitud expone a Calderón a un juicio internacional por crímenes de lesa humanidad.

Sobre todo cuando el gremio de degenerados pederastas es también en mucho responsable de lo que lamentablemente le acontece a nuestro México; al que solo le falta la puntilla para acabar de desintegrarse.

Sin que se pueda dejar de comentar que el aparato de origen francés, según la propia Secretaría de la Defensa, estaba en perfectas condiciones mecánicas; y que es difícil que las condiciones climatológicas hayan sido las causantes del desastreComo el propio Calderón, propicio a opinar a botepronto, lo declaró.

Sin dejar de acotar que la experiencia de los pilotos militares estaba más que probada, y que los testigos oculares escucharon que “el aparato venía zumbando y que después se escuchó un tronido” antes que la aeronave se precipitara a tierra y quedara completamente destrozada.

Por otro lado, aunque ciertamente el Gobierno debe de dar las explicaciones pertinentes, el problema se presenta cuando a los mentirosos no se les puede creer, ni cuando dicen la verdad.  

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