El despertar
¿Otra vez al filo del agua?
José Agustín Ortiz Pinchetti
Mi padre nació en 1909, la víspera del estallido de la Revolución mexicana. Hoy seguramente sigue tan campante haciendo su voluntad en el cielo como lo había hecho en la tierra. Según los periódicos de la época la gente no estaba preocupada por una posible revolución. Las declaraciones del presidente Porfirio Díaz en el sentido de que no buscaría su enésima relección habían causado revuelo en la clase política. Alentado por ellas, Francisco I. Madero había iniciado su actividad como candidato presidencial. El secretario de Estado de Estados Unidos, Elihu Root, había hecho meses antes una visita para estrechar los lazos entre los dos países. El presidente Díaz preparaba las fiestas del centenario. En marzo se incendió la Cámara de Diputados. Salvo raros visionarios, nadie creía que estábamos al filo del agua” es decir, en la víspera de una tormenta que costaría un millón de vidas.
El paralelismo con nuestra época es difícil de sostener. Tenemos hoy mucho más información de lo que acontece en el país, aunque los indicios de turbulencia y conflicto son mucho mayores de los que existían hace un siglo. La sociedad entonces estaba sumergida en una beatífica negación. Hoy estamos más alertas. Los que nos observan desde Estados Unidos están más preocupados que nosotros. Un síntoma: la designación de Carlos Pascual como nuevo embajador estadunidense experto en estados fallidos y sociedades convulsas.
En México, a pesar de que está creciendo la inquietud y hasta la angustia por la difícil situación económica, la desastrosa guerra contra el narcotráfico, la violación constante de los derechos humanos y la desigualdad monstruosa en la que vivimos nadie se atreve a pronosticar en serio una revolución. Incluso los que diagnostican graves dificultades son descalificados como “catastrofistas”.
La historia no se repite y el México de 2009 es radicalmente distinto al de 1909. Sin embargo, de modo inequívoco podemos aceptar que los niveles de ruptura están creciendo debido a la pésima administración de los recientes presidentes del PRI y del PAN.
Uno podría sentirse inclinado a crear un escenario de desastre porque no hay salida para los problemas financieros y tampoco para la guerra contra el narcotráfico. Sin embargo, la sociedad mexicana es más conciente y repudia la violencia. Se está organizando alrededor de AMLO un movimiento que quiere encauzar la inconformidad de modo pacífico y legal, y es la única auténtica oposición.
La importancia de este movimiento se ha demostrado en dos hechos recientes: la convención nacional de comités municipales del gobierno legítimo, que atrajo a unos 12 mil cuadros de todo el país. Acudieron miembros de grupos de más de mil 800 municipios, 90% de los de régimen de partido del país, Revisaron las propuestas del equipo de Andrés Manuel, tomaron protesta y resoluciones, e iniciaron una tarea de expansión. Al día siguiente, AMLO llenó otra vez el Zócalo. La 33va. vez que colma la plancha en cinco años. Los que han vaticinado, incluso certificado, la muerte política del tabasqueño y de su organización tendrían que revisar sus conclusiones. Es seguro que no lo harán. Mejor así.
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