Los enemigos, adentro
La detención de Lorena González Hernández puso en un predicamento a la Secretaría de Seguridad Pública Federal: además de las contradicciones en que incurrieron el subprocurador Facundo Rosas y su jefe, Genaro García Luna, salieron a la luz evidencias de que las corporaciones federales no tienen control alguno sobre sus elementos. Muchos de ellos cuentan con la información y la preparación suficientes para cometer delitos de alto impacto
La detención de Lorena González Hernández puso en un predicamento a la Secretaría de Seguridad Pública Federal: además de las contradicciones en que incurrieron el subprocurador Facundo Rosas y su jefe, Genaro García Luna, salieron a la luz evidencias de que las corporaciones federales no tienen control alguno sobre sus elementos. Muchos de ellos cuentan con la información y la preparación suficientes para cometer delitos de alto impacto
La noche del viernes 22 de agosto, un día después de la firma del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Legalidad y la Justicia en Palacio Nacional, el procurador general de Justicia del Distrito Federal, Miguel Angel Mancera Espinosa, recibió en sus oficinas de la Colonia Doctores la llamada telefónica de una persona que no quiso identificarse, pero le dijo: “Ahí les dejamos al que secuestró y mató a Fernando Martí. Eso le pasó por cabrón”.
Según se desprende de la averiguación previa iniciada por esos hechos, Ortiz Juárez circulaba por las calles de Acoxpa y División del Norte en un Derby gris, cuando un motociclista se le emparejó y le disparó a quemarropa en tres ocasiones. Un impacto le dañó la columna vertebral.
Auxiliado en un primer momento por los policías preventivos, Miguel Bautista Santiago y Oscar Muñoz Ramírez, y, después, por paramédicos de los servicios de emergencia, Ortiz Juárez fue trasladado en una ambulancia al hospital del IMSS, cuyas instalaciones fueron inauguradas en junio pasado por el espurio Felipe Calderón.
Al rastrear los antecedentes del baleado, de 63 años, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) descubrió que se trataba de un policía retirado, que había transitado por la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), que dirigió Francisco Sahagún Baca, cuando Arturo Durazo Moreno estuvo al frente de la Dirección General de Policía y Tránsito (DGPyT), así como por las policías Judicial del Distrito Federal (PJDF) y Judicial Federal (PJF).
A pesar de que contaba con esos datos, la PGJDF no encontraba hasta ese momento ningún hilo conductor con el secuestro y asesinato de Fernando Martí, como había asegurado el informante anónimo.
SIGUE EL DESMADRE:
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