DELITOS Y DELINCUENCIA
por Bernardo Bátiz V.
por Bernardo Bátiz V.
Secretario de Justicia y Seguridad
del gobierno legítimo de México
La delincuencia no se combate con declaraciones enfáticas y desplantes; se necesita un programa que se ocupe de combatir las causas de los delitos y perseguirlos. Sin la primera de las acciones, difícilmente veremos el fruto de la segunda, entre otras cosas, porque no pocas veces los delincuentes son a su vez víctimas de una sociedad mal organizada e inicua, que les niega oportunidades, preparación y equipamiento para desenvolverse en la vida de sociedad, con solidaridad y apego a las normas.
Mientras no se toquen esas causas profundas del fenómeno social de poco valdrán las amenazas de pena de muerte, cientos de años de cárcel o más policías y armas de fuego más modernas. Los manifestantes de Iluminemos México se movilizaron en gran número en la capital del país y en otras ciudades, su grito fue el de “ya basta”, dirigido a los delincuentes, una expresión desesperada y espontánea pero inocua, en parte y principalmente, a las autoridades, a la federal y a las locales; sin embargo, en ninguna pancarta, en ninguna de las declaraciones tomadas por los micrófonos de radio y televisión, se escuchó una propuesta de fondo.
La exigencia es útil, en el Distrito Federal nos puso en contacto con algo que parece increíble: una madre que caminó al lado de los miles de manifestantes tuvo que pagar ese día, y mientras clamaba por seguridad, un rescate para que liberaran sano y salvo a su hijo. Del caso no se conoce mucho, pero la versión corrió, no como antes, de boca en boca, sino como corren ahora esas noticias, de nota en nota de prensa y micrófonos.
Según se informó, la victima que pagó el rescate, impelida por la angustia de recuperar a su hijo, tiene reticencia a presentar la denuncia formal ante el Ministerio Público por desconfianza, se ha dicho, quizás también por miedo a los secuestradores, que siempre advierten que no se denuncie, pero esa actitud no lleva a mucho, a lo más a contagiar a otros ciudadanos de temor y de rabia impotente.
El jefe de Gobierno de la ciudad sugirió que se haga la denuncia correspondiente y recordó que los secuestros en el Distrito Federal pueden denunciarse directamente al teléfono del procurador; sería de desearse que su llamado fuera escuchado, en materia de delitos y en especial en delitos como éste, es muy importante que la víctima, las víctimas —quien pierde su libertad y quien tiene que negociar con los delincuentes—, aporten datos útiles para la investigación y eventual detención y castigo de los autores del incalificable delito.
Las base de datos, las investigaciones, el cruce de información sobre rasgos, sonidos, timbres de voz y otros que conocen quienes sufren el calvario, pueden llevar a desmantelar bandas y dar con las casas de seguridad. Y esas bases de datos se alimentan de declaraciones de quienes estuvieron de un modo o de otro en contacto con los pillos. Con esos datos se pueden seguir pistas, se puede compartir información con otras entidades investigadoras y tejer la red para capturar a los enemigos de la sociedad.
Sin denuncia y sin declaraciones, sin información de los sujetos pasivos del delito, se apuesta sólo al azar de un soplón o de un encuentro fortuito; una medida práctica sería el convencer a la gente que debe denunciar. No se puede pasar del delito cometido al delito sancionado, sin pasar por la denuncia; así sea ésta difícil por la situación personal de crisis de la víctima o por la poca receptibilidad de las autoridades, sea esto último por negligencia o por exceso de trabajo.
Por eso es positivo el llamado de las autoridades de la ciudad a quien pagó el rescate en plena marcha, para que el delito y la burla no queden impunes, que ella cumpla su deber y con ello exija a los encargados de la investigación que cumplan con el suyo. Lo peor es no hacer nada y guardarnos nuestro dolor y nuestra indignación.
La delincuencia no se combate con declaraciones enfáticas y desplantes; se necesita un programa que se ocupe de combatir las causas de los delitos y perseguirlos. Sin la primera de las acciones, difícilmente veremos el fruto de la segunda, entre otras cosas, porque no pocas veces los delincuentes son a su vez víctimas de una sociedad mal organizada e inicua, que les niega oportunidades, preparación y equipamiento para desenvolverse en la vida de sociedad, con solidaridad y apego a las normas.
Mientras no se toquen esas causas profundas del fenómeno social de poco valdrán las amenazas de pena de muerte, cientos de años de cárcel o más policías y armas de fuego más modernas. Los manifestantes de Iluminemos México se movilizaron en gran número en la capital del país y en otras ciudades, su grito fue el de “ya basta”, dirigido a los delincuentes, una expresión desesperada y espontánea pero inocua, en parte y principalmente, a las autoridades, a la federal y a las locales; sin embargo, en ninguna pancarta, en ninguna de las declaraciones tomadas por los micrófonos de radio y televisión, se escuchó una propuesta de fondo.
La exigencia es útil, en el Distrito Federal nos puso en contacto con algo que parece increíble: una madre que caminó al lado de los miles de manifestantes tuvo que pagar ese día, y mientras clamaba por seguridad, un rescate para que liberaran sano y salvo a su hijo. Del caso no se conoce mucho, pero la versión corrió, no como antes, de boca en boca, sino como corren ahora esas noticias, de nota en nota de prensa y micrófonos.
Según se informó, la victima que pagó el rescate, impelida por la angustia de recuperar a su hijo, tiene reticencia a presentar la denuncia formal ante el Ministerio Público por desconfianza, se ha dicho, quizás también por miedo a los secuestradores, que siempre advierten que no se denuncie, pero esa actitud no lleva a mucho, a lo más a contagiar a otros ciudadanos de temor y de rabia impotente.
El jefe de Gobierno de la ciudad sugirió que se haga la denuncia correspondiente y recordó que los secuestros en el Distrito Federal pueden denunciarse directamente al teléfono del procurador; sería de desearse que su llamado fuera escuchado, en materia de delitos y en especial en delitos como éste, es muy importante que la víctima, las víctimas —quien pierde su libertad y quien tiene que negociar con los delincuentes—, aporten datos útiles para la investigación y eventual detención y castigo de los autores del incalificable delito.
Las base de datos, las investigaciones, el cruce de información sobre rasgos, sonidos, timbres de voz y otros que conocen quienes sufren el calvario, pueden llevar a desmantelar bandas y dar con las casas de seguridad. Y esas bases de datos se alimentan de declaraciones de quienes estuvieron de un modo o de otro en contacto con los pillos. Con esos datos se pueden seguir pistas, se puede compartir información con otras entidades investigadoras y tejer la red para capturar a los enemigos de la sociedad.
Sin denuncia y sin declaraciones, sin información de los sujetos pasivos del delito, se apuesta sólo al azar de un soplón o de un encuentro fortuito; una medida práctica sería el convencer a la gente que debe denunciar. No se puede pasar del delito cometido al delito sancionado, sin pasar por la denuncia; así sea ésta difícil por la situación personal de crisis de la víctima o por la poca receptibilidad de las autoridades, sea esto último por negligencia o por exceso de trabajo.
Por eso es positivo el llamado de las autoridades de la ciudad a quien pagó el rescate en plena marcha, para que el delito y la burla no queden impunes, que ella cumpla su deber y con ello exija a los encargados de la investigación que cumplan con el suyo. Lo peor es no hacer nada y guardarnos nuestro dolor y nuestra indignación.
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