La Jornada
Arbitrariedad y criminalización de la protesta
La Procuraduría General de la República confirmó ayer el envío a penales de máxima seguridad de Nayarit y Veracruz de 11 de los detenidos en la manifestación del pasado 20 de noviembre en el centro de la ciudad de México, que se efectuó en protesta por los 43 normalistas desaparecidos en Iguala desde hace casi dos meses.
Es lamentable, en primer lugar, que una manifestación de protesta por un crimen perpetrado por una fuerza policial, como es el asesinato y la desaparición de estudiantes normalistas en Iguala en septiembre pasado, se salde con abusos de autoridad contra ciudadanos inocentes. Las detenciones arbitrarias y sin fundamento se traducen en una vulneración de la legalidad por quienes están encargados de hacerla prevalecer, lo que debilita el estado de derecho, acelera el descrédito de las instituciones y multiplica el descontento, de por sí vasto, que recorre el país.
Por lo demás, tan condenable como el atropello policial reiterado contra ciudadanos inocentes, la incapacidad de las fuerzas del orden para distinguir entre inocentes y presuntos culpables, y la detención injustificada de personas al azar, es el hecho de que los ciudadanos que son arrestados en esas circunstancias reciban, unas cuantas horas después, un trato jurídico equiparable al de asesinos, narcotraficantes y secuestradores, y que sean enviados a penales federales con una velocidad inusual para las instituciones nacionales de procuración e impartición de justicia.
Según puede verse, esa tendencia ha pasado del discurso a los hechos, pues la arbitrariedad con que actuaron los uniformados que dispersaron la concentración, así como los agentes del Ministerio Público que consignaron a los detenidos, no puede entenderse si no es como una forma de amedrentar a quienes han participado en esos actos masivos y de inhibir la realización de próximas movilizaciones.
Semejante perspectiva es inadmisible, porque revelaría una institucionalidad que no sólo no ha podido aportar un solo dato duro y verosímil sobre el paradero de los 43 normalistas desaparecidos, sino que, además, comienza a concentrarse más en acallar y reprimir las expresiones de descontento suscitadas por ese crimen que en esclarecerlo
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