Iniciar un nuevo ciclo
Alejandro Encinas Rodríguez
El
2 de julio, millones de ciudadanos amanecieron indignados ante la
flagrancia de una nueva imposición. No es para menos. Una campaña que se
convirtió en emblema de una causa de transformación social y la
irrupción de los jóvenes en la arena pública, multiplicaron las
expectativas de cambio, las que se toparon con las viejas trapacerías
del poder, con los cacicazgos priístas en los Estados, la compra del
voto, la manipulación mediática; con el dinero de los poderes fácticos,
con actividades ilícitas, y con el pacto de impunidad y alternancia
sellado entre los partidos de la derecha.
El escenario presenta un panorama sombrío que puede traer una involución
autoritaria en el país y la profundización del saqueo del patrimonio
nacional. Con los gobiernos del PAN nuestra transición a la democracia
se truncó, con la eventual imposición del PRI se corre el riesgo de que
ésta demore aún más.
Sin embargo, hay un dato alentador: de consumarse, esa imposición no va a
encontrar súbditos, sino ciudadanos con una creciente conciencia, ante
lo cual la izquierda mexicana no puede permitirse un solo día de
desaliento, menos aún con los resultados obtenidos pese a la inequidad
en la contienda y la omisión cómplice de las autoridades electorales.
La izquierda obtuvo la mayor votación de su historia: 15.8 millones de
votos. Este crecimiento no puede explicarse sin la efervescencia
juvenil, ya que en tanto el PRI obtuvo el voto de los ciudadanos mayores
a 50 años, los menores de 29 años optaron en su mayoría por la
izquierda, lo que da cuenta de la emergencia de un nuevo electorado
progresista.
Alcanzó, además, éxitos a nivel local, destacando el DF, donde tras 15
años de gobierno los capitalinos refrendaron su apoyo con 63.6% de la
votación; los triunfos en las gubernaturas de Morelos y Tabasco; un
significativo resultado en Jalisco. Se refrendó la mayoría en Guerrero;
ganó la elección presidencial en Oaxaca, Puebla, Quintana Roo y
Tlaxcala. En Veracruz e Hidalgo se terció la votación. En Nuevo León y
Baja California, obtuvo los mejores resultados de su historia. En el
Estado de México —donde se concentró la mayor compra de votos— recuperó
municipios como Nezahualcóyotl y Texcoco, y obtuvo 2.3 millones de
sufragios, 34.1% de la votación. Salvo Chiapas y Zacatecas, entidades
que registran el mayor desaseo, las fuerzas progresistas se
fortalecieron en entidades con tradición en la lucha social.
La sociedad mexicana ha cambiado, pero las instituciones permanecen en
el pasado. La brecha entre la ciudadanía y las esferas de la política
institucional se amplía. La izquierda partidista no es la excepción.
Mientras la derecha se articula de manera compacta y se apresta a
conservar los privilegios de los grupos de poder que la auspician, la
izquierda debe replantear sus estrategias y acciones para acompañar la
apertura de nuevos cauces participativos, principalmente para los
jóvenes que demandan una renovación tajante del pensamiento y el
quehacer político.
La izquierda es un abanico de ideas, intereses y grupos. Es innegable
que el actual modelo partidista debe iniciar un nuevo ciclo y que es
posible avanzar en crear un frente común de las fuerzas progresistas.
Mientras el proceso electoral sigue su curso institucional, la izquierda
debe hallar un modelo alternativo de convivencia democrática que
permita a la amplia diversidad de expresiones que la conforman habitar
bajo un mismo techo y construir consensos que permitan una acción
coordinada para hacer frente al desafío del eventual retorno del PRI a
la Presidencia.
Se debe consolidar el capital político que emergió de las urnas, superar
el pensamiento contestatario y conformar un bloque político con el
respaldo popular necesario para asumir la conducción del país.
Recordando a Salvador Allende, “no se detienen los procesos sociales, ni
con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los
pueblos”.
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