Peligrosa ignorancia
AXEL DIDRIKSSON
2011-12-11
No hay político tradicional en México al que no le resulte satisfactorio
salir en sus spots, en sus mensajes televisivos o en sus fotos
personales con una biblioteca a sus espaldas, mostrando libros
encuadernados en cuero finísimo a un lado de su escritorio o a su
diestra, con todo y que ese entorno no sea más que un mero artificio
para dar una imagen ficticia de su nivel educativo y cultural.
Desde ese trasfondo imaginario está ocurriendo la mutación de una nueva
especie de político mexicano. Surgió hace un sexenio como una alteración
destemplada, con Vicente Fox y sus repetidas pifias literarias, si así
pudieran llamárseles, pero luego creció con una camada de tecnócratas y
burócratas cobijados en distintas secretarías del actual gobierno (el
lenguaje que frecuenta el titular de la Secretaría del Trabajo es más
que demostrativo) y de otros personajes gubernamentales (cómo no
recordar el grado alcanzado con la verborrea etílico-religiosa del
actual gobernador de Jalisco), pero continuó su evolución con los
vergonzosos desatinos y trabalenguazos de la lideresa del SNTE, y se ha
consagrado con los discursos monotemáticos de Felipe Calderón que
insiste en afirmar que su principal tarea
es la de combatir al crimen organizado, cuando nadie le ha señalado lo
contrario, pero no atina a reconocer que las críticas no son por ejercer
una responsabilidad hasta de sentido común, sino por la manera fallida
como lo está haciendo y por el tremendo desastre nacional que ha
generado su gobierno.
Sin embargo la consagración de la nueva estirpe de político mexicano la está demostrando el priista Enrique Peña Nieto
(y su descendencia se está reproduciendo con una rapidez insólita,
porque ya una de sus hijas está mostrando la misma naturaleza con un
talante extraordinario). Lo han querido emular algunos políticos de
otros partidos, pero no han alcanzado la altura de la especie que
representa Peña Nieto, al estar ubicado como el mejor político promotor
de la ignorancia durante la actual campaña hacia la Presidencia de la
República.
Existen dos tipos de ignorancia. Una proviene de la desigualdad social y
la pobreza, por la falta de oportunidades que tienen millones de niños y
jóvenes, de adultos y marginados del campo o de la ciudad para alcanzar
un grado de escolaridad básica que les permita leer y escribir con
soltura y conocimiento a lo largo de su vida.
Otro tipo de ignorancia proviene de quien cree que sabe pero sostiene y reproduce falacias, medias verdades o
mentiras,
como es el caso de la nueva estirpe del político mexicano, que ha
tenido la oportunidad de estudiar, sacar títulos, ir al extranjero a
sacar más títulos y cubrir un nivel de escolaridad media superior o
superior, y a pesar de ello no ha alcanzado a leer un libro entero
durante toda su vida, ni escribir lo que piensa, ni tienen una dicción
adecuada y que cuando se les pregunta, como ha ocurrido, sobre su nivel
de lectura sus respuestas sean totalmente pedestres.
Las mediciones que se han realizado respecto de las capacidades de los
alumnos del nivel básico en el país, a través de las denominadas pruebas
PISA (organizadas por la OCDE), evalúan sobre todo el desempeño de la
formación adquirida durante la primaria y la secundaria. Entre los
principales focos de atención de estas pruebas está el de la evaluación
de la comprensión de la lectura. En estas pruebas se consideran seis
niveles de desempeño, en donde los niveles 0 y 1 establecen que el
alumno tiene un tipo de competencia en lectura mínimo para el ejercicio
de su vida social y laboral. Los niveles 3 y 4 son intermedios y los 5 y
6 son demostrativos de actividades cognitivas más complejas.
Respecto del dominio de la lectura, en el ejercicio de la prueba PISA
2009 se define la competencia lectora como “la capacidad de un individuo
para comprender, emplear, reflexionar e interesarse en textos escritos
con el fin de lograr
metas propias, desarrollar sus conocimientos y su potencial personal y participar
en la sociedad”. En esta versión de la prueba se subrayó, a diferencia
de las anteriores, el término “interés” de la persona, para enfatizar su
motivación y su gusto por la lectura.
De acuerdo con los niveles señalados, el primero evalúa la capacidad del
lector para “localizar un dato en un contexto de información explícita y
resaltado en un texto breve, de sintaxis sencilla, con un tema y tipo
de texto conocidos, como una narrativa sencilla o una lista simple”; por
ejemplo, decir qué libro o título o frase se ha leído en alguna ocasión
durante la escolaridad de esa persona. El nivel tres hace referencia a
la capacidad lectora de la persona que puede comparar, contrastar o
categorizar las ideas principales de un texto. El nivel 5 evalúa la
capacidad del lector para ubicar lo relevante de un texto, su reflexión
crítica y la elaboración de hipótesis que vayan más allá del texto. El
nivel 6, el más alto, evalúa la comprensión global del lector respecto
de uno o más textos y su capacidad para debatir con ideas propias desde
categorías abstractas de interpretación.
La nueva estirpe de políticos mexicanos encabezada por el candidato a la Presidencia de la República Enrique Peña Nieto, con la reciente evaluación pública sobre su capacidad lectora, da cuenta de que se encuentra en el nivel 1 de la prueba PISA.
Cuando se trata de un ciudadano común y corriente que tiene problemas de expresión escrita, verbal o de lectura,
como ocurre de forma muy amplia en el país por las enormes deficiencias
educativas que se padecen y por la falta de políticas adecuadas para
elevar la cobertura y calidad de lo que se enseña y aprende, el asunto
resulta verdaderamente grave. Pero cuando eso ocurre con quien quiere
dirigir el país desde el Poder Ejecutivo, desde el rango más alto de
esta investidura, para que tome decisiones trascendentales sobre el
desarrollo cultural, educativo, científico, social y económico a nivel nacional e internacional, el asunto rebasa cualquier límite de aceptabilidad.
A la sociedad de la ignorancia en la que se vive se le ha agregado un
factor de altísimo riesgo con esta serie de políticos que, con todo y
estudios, dan cuenta de la existencia de un nuevo analfabetismo
funcional –porque con su incultura, en lugar de permitir en un futuro
cercano superar la crisis que se vive, abren un escenario de mayor
incertidumbre
derivada de una
dificultad demostrada para discriminar sobre lo que es importante de lo
superfluo–, y de la existencia de una personalidad que vive dentro de
una realidad imaginada llena de frivolidad, alimentada por los medios
televisivos y la superficialidad de su imagen, para hacer frente a lo que padecen millones de mexicanos. Un abismo total.
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