El PRI de Beltrones y el de Peña Nieto y Televisa
Álvaro Cepeda Neri
Aunque ambos precandidatos (Enrique Peña Nieto más candidato por sus maniobras) guarden las apariencias, todavía existe la vieja unidad que significa uno, cuando el presidente en turno con sus mozos de cordel,
desde los expresidentes Plutarco Elías Calles a Ernesto Zedillo,
decidía todo. Esa unidad se resquebrajó cuando ya ungido Luis Donaldo
Colosio dio muestras de deslinde, y Carlos Salinas de Gortari y José
Córdoba Montoya (exasesor de éste) decidieron deshacerse del sonorense y
sustituirlo por Zedillo, más perverso que Salinas (hoy ambos son niños de pecho frente al presidente Felipe Calderón, quien ejecuta al pie de la letra los consejos de El príncipe, Nicolás Maquiavelo, y El padrino, Mario Puzo. Al final de 1993 (y a principios de 1994) esa unidad entró en crisis.
Ahora, en ese viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI) se
vive la unión, que es mejor que la unidad, pues dos de sus militantes
inauguran con tanteos la competencia por obtener la candidatura
presidencial que, hasta 2000, el inquilino de Los Pinos nombraba. Y los
que se oponían eran disciplinados con la promesa de un hueso, o
expulsados, como el general Juan Andreu Almazán, que protestó contra
Lázaro Cárdenas; o el político Miguel Henríquez Guzmán y, Maximino Ávila
Camacho. El resto de los inconformes se sometieron, salvo Manuel
Camacho Solís que repudió a su camarada Salinas de Gortari y se fue a la
oposición. Hoy asesora a su pupilo Marcelo Ebrard y aconseja a
Calderón, pues ambos odian al PRI y a ningún precio quieren que recobre
el cargo presidencial.
Dos PRI y sin árbitro. No como endenantes, cuando el
presidente designaba al sucesor, con el corporativismo obtenían la
“victoria” mayoritaria y se adueñaban de todo. El que ganaba, ganaba
todo y los panistas, como los chinitos, “nomás milando”.
El PRI de Manlio Fabio Beltrones quiere compartir con los gobiernos de
coalición de carácter semiparlamentario, tanto el Congreso de la Unión
como en las secretarías del despacho, con un jefe de gobierno
responsable ante los senadores y diputados. Y un presidente de la
República como jefe de Estado. En cambio, el PRI de Peña Nieto (y
Televisa), si gana el cargo, quiere tener derecho a una mayoría postiza en el Congreso, no compartir ninguna dependencia y ejercer la gobernabilidad administrativa y legislativa.
Beltrones, al aprender de su experiencia, propone abrir espacios a
los partidos que resulten en segundo y tercer lugar de las votaciones,
para garantizar más democracia y republicanismo, jugando al “todos
ganan” y no al “llévate todo”. Y dispuesto a rectificar plantea dejar
atrás el autoritarismo que define al PRI de Peña Nieto por uno que
responda a la cuestión beltronista de “¿para qué queremos regresar?” al
poder presidencial, con el lema de “resolver con más democracia los
problemas de la democracia”.
Peña Nieto hizo su tesis para graduarse en una universidad equis,
sobre el presidencialismo y la reelección de Álvaro Obregón y,
estancado en su pasado, a esos tiempos quiere regresar; mientras, el PRI
de Beltrones pone al día sus fines políticos y el acento en la política
económica (obtuvo su licenciatura en economía en la Universidad
Nacional Autónoma de México), para atender a los 52 millones de pobres y
otras soluciones. Un PRI que mira para atrás y uno que mira al presente, porque la política es para el presente y para “un futuro que es hoy”.
*Periodista
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