María Teresa Jardí
Los detractores de siempre ya se ensañan contra AMLO vaticinando de nuevo su derrota. A pesar de quedar claro que el pueblo quiere a Andrés Manuel como Presidente. Sabios que son los pueblos, incluso televisivamente deseducados y por medio de la educación escolarizada bajada a niveles inconcebibles.
La sociedad en su conjunto quiere sentar a Andrés Manuel como cabeza del Ejecutivo en 2012. Cuestión de inteligencia. Cuestión de sobrevivencia e incluso de prevalencia de lo poco que queda del tejido social hecho jirones a lo largo de doce terroríficos años de corrupción, a la mexicana, con el PAN como cabeza.
Corrupción que ha desarmado por entero el entramado ético de todas las instituciones y con la que se ha masacrado por completo al Estado de Derecho. Doce años terribles, aderezados, en los seis últimos años, con la limpia de pobres que realiza el usurpador panista, que se alza ya incluso ante los organismo internacionales como un genocida.
Pero Calderón no habría sido genocida si no hubiera contado con el apoyo de su partido, que además se exhibe como el exponente infame de la derecha más canalla y entreguista.
Efectivamente, Ebrard ha dado una muestra de humildad y de congruencia como señalan sus seguidores. Aunque haya que añadir que Marcelo supo siempre que el elegido por la sociedad era AMLO para ganar en 2012 la Presidencia. Pero pudo amacharse a la mexicana y decir que él iba con el apoyo de Manuel Camacho y de los Chuchos y habría obtenido todo el apoyo del PAN y también del PRI y hubiera contado también con la telebasura falsamente rendida a sus pies a su servicio. No para que se alzará ganador de la contienda. Eso no se habría dado con AMLO compitiendo por el PT y Ebrard por el PRD. Pero pudo elegir hacer el juego a la derecha, siendo él, como es también, un gobernante de derecha.
Laderecha lo ha contaminado todo en México. Pero Ebrard, a pesar de ser de derecha, es un hombre inteligente. Inteligencia de la que no gozan los panistas y la que ha ido a la baja por lo que toca a los priístas.
La inteligencia verdadera, la que se torna en sabiduría, hoy se encuentra como expresión política en los legisladores del PT como respuesta a lo que el pueblo espera de quienes lo representan. Mientras que los integrantes del resto de partidos, de esos que se conocen como la chiquillada, que en realidad son los apéndices acomodaticios para mantener el control del poder por parte de la mafia que lo controla, sólo son corruptos a secas.
AMLO está arropado por lo mejor de lo que en política le queda al sistema, cuenta con el apoyo de la sociedad y el pueblo lo necesita como la única esperanza de cambio.
Pero AMLO debe reconsiderar sus alianzas. No puede seguir imponiendo en todos los estados a los peores, desoyendo lo que le dicen los mejores. Recordar, con la certeza de los refranes, que del plato a la boca, a veces, se cae la sopa. Es momento de unir, sí, pero también de filtrar. Es momento de buscar el triunfo, sí, pero hay conductas que no se pueden perdonar. Es momento de construir la paz verdadera y la historia ha demostrado que no se construye la misma sobre las tumbas donde guardan los asesinos a los que ejecutan. Es falso que su triunfo dependa de que se decante al centro y no a la izquierda. En manos de la izquierda está la construcción de ese otro mundo para todos posible. Llegó el momento de que Andrés Manuel se deshaga del miedo que en el fondo siente por el pueblo que piensa. Debe verse retratado en Allende. De ahí vienen sus elecciones casi siempre incorrectas. Lo que el país se juega es su futuro como república digna y soberana. Y “El Peje” debe, por ende, obrar en consecuencia. No son los inteligentes sus enemigos, éstos se encuentran entre los mediocres y en los resentidos.
AMLO tiene el deber moral de cuidarse para que no lo asesinen sus enemigos. Sus detractores están sembrando el camino. Cuidarse de un atentado en el que a él también lo desaparezcan de la vida como están haciendo con la limpia de jóvenes pobres. La derecha es asesina. Debe pensar en Colosio y también en Abraham Polo Uscanga. Volar lo menos posible y sólo hacerlo en aviones de línea. Arroparse en el pueblo, como hasta ahora lo ha hecho, pero entendiendo plenamente la esperanza que su triunfo genera en los mexicanos, que se encuentra al alcance de la mano, con el que pueda cambiar de rumbo al país sin más derramamiento de sangre.
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