¡¡Exijamos lo Imposible!!
También ha sido ejecutado el derecho a pedir clemencia
María Teresa Jardí
¿Por qué habría de importarnos la seguridad de los soldados gringos? Si a fin de cuentas los gringos son los responsables de los males del planeta. No tienen perdón, no, al menos, los gobernantes de ese imperio maldito. Pero a lo mejor y también es cierto, en parte, al menos eso de que los pueblos tenemos los gobiernos que merecemos. Aquí por apatía social, allá por la credulidad patriotera que a fin de cuentas a la misma apatía social también alimenta. Qué bueno que se conozcan algunas de las muchas atrocidades cometidas por los gobiernos yanquis, que ya se sueñan eternas.
Las “guerras”, como enseña la historia y como decía en mi colaboración de ayer, son un muy buen negocio. El mejor de los negocios. Y a la guerra, aunque falsa, es a lo que le apuesta el imperio gringo para continuar sometiendo al mundo. No tiene vergüenza Hillary Clinton al pedir clemencia para los soldados del imperio gringo. Los que a fin de cuentas aceptan ser enviados a invadir otras naciones para regresar pirados y por lo mismo adictos a la droga que se siembra porque los gringos la compran, ya que la necesitan para sobrevivir, en particular los soldados que regresan mutilados. No. No tiene derecho a pedir piedad la Clinton frente a las aberrantes informaciones que circulan en el mundo como documentos filtrados por el autor de Wikileks. Documentos que confirman la verdadera historia del imperio canalla que sometiera al mundo a lo largo del siglo XX. Imperio empeñado en el XXI a hacer retroceder al mundo a las comparaciones aberrantes con lo que antes de Cristo sucedía una y otra vez. No merecen piedad los soldaditos de ese imperio aunque ellos mismos sean también víctimas a modo de los mismos bastardos intereses del gobierno del país al que pertenecen, ni aunque sean prófugos por hambre de los países centroamericanos. Desconocer la historia es condenarse a repetirla.
Porque la venganza ha suplido a la procuración de la Justicia, las sentencias hoy en México ya están siendo dictadas, cuando no por inmorales testigos protegidos a modo, por filtraciones de ilegales escuchas de llamadas telefónicas o con grabaciones de videos de dudosa procedencia, acabando de machacar así lo que pudiera haber quedado de una administración de la justicia tocada por un golpe de Estado dado por Zedillo a la cabeza del Poder Judicial, impartidor antaño de la misma. Desapareciendo de un plumazo, bien comprando a los entonces ministros, a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia, con el débil argumento de que uno de ellos tenía vínculos con el narcotráfico, para construir en el fondo, con ese golpe permitido por la cobardía de los bien comprados ministros, la conservadora corte a modo que coloquialmente se conoce entre los mexicanos como la tremenda corte de injusticia por ser la hacedora de resoluciones a modo de lo que el Ejecutivo, incluso usurpado, ordena a los ministros y como los vacíos de poder se llenan con filtraciones, ilegales, de conversaciones privadas y videos a modo por militares, narcos o policías filmados, se sentencia a ¿inocentes o culpables? Quién sabe. Pero lo que queda claro es que lo anterior nada tiene que ver ni con la procuración ni con administración de la justicia. Se acabó también con el derecho a un juicio justo. Ejecutada está también la justicia.
Nada tiene pues de extraño que a la ex procuradora de Chihuahua se la sentencie con un video que a todos tendría que horrorizarnos. Y no me refiero a la inocencia de Patricia González. Incluso hasta puede ser que lo que obligan, a punta de metralleta, impecables: ¿soldados?, ¿policías?, ¿narcos?, a declarar al hermano secuestrado, no sea del todo falso. Nunca tan cierto aquello de que la vida en México no vale nada, demostrando, el evento que involucra a la ex procuradora de Chihuahua, que la honra sólo alcanza a mantenerse mientras se tiene el puesto, para ser ejecutada, al perderlo, junto con la presunción de la inocencia. Tendrían que horrorizarnos a todos los mexicanos las formas perdidas que nos remiten al desastre del fondo en materias tan sensibles como la procuración y la administración de la justicia.
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