GÓMEZ PALACIO, Dgo. (apro).- Seguramente, la mañana del 27 de mayo el puntero en las encuestas electorales, Enrique Peña Nieto, se levantó temprano, vio los reportes que su equipo de campaña le da y se espantó. Era la primera vez que no tenía los acostumbrados 25 puntos arriba en los sondeos.
Todas las mañanas, a las siete, el equipo de campaña peñista, Luis Videgaray, Luis Miranda y Luis Vega -los tres luises, como se les conoce- se reúnen en privado y hacen un primer balance del día anterior; verifican cómo aparece su candidato en los medios, quiénes lo criticaron, qué efecto puede tener determinado acontecimiento nacional en los sondeos y cómo va en los estados.
Quizá el 27 de mayo, el mismo Peña Nieto se percató del inicio de su caída, quizá se lo comunicó su primer círculo; no lo sabemos de cierto, lo único evidente fue el rostro agobiado que mostró en su primer acto de campaña de ese día.
Con una hora de retraso, el “favorito” en las encuestas llegó ante empresarios de la industria textil en la bella airosa, Pachuca, Hidalgo. Entró al salón a paso lento, con la cabeza, por vez primera, agachada. Cuando se incorporó por completo su mirada estaba perdida; atrás quedaron sus entradas triunfales, el arrebato por el teléfono celular para tomarse decenas de fotografías con sus admiradoras.
El candidato se veía y se sentía, preocupado. No era para menos, el periódico Reforma lo ubicaba por vez primera desde que arrancó formalmente la campaña electoral con varios puntos a la baja, aunque todavía por encima de sus tres competidores y aún a buena distancia de su inmediato contendiente.
Aunque hemos de reconocer que su debacle electoral arrancó el 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana al ser abucheado por la comunidad estudiantil, además de cuestionado y acosado a lo largo y ancho de las instalaciones.
Por cierto, dicen que desde ahora la Ibero ya no tiene cupo para el próximo curso, pues todos los jóvenes quieren estar ahora en la escuela que dio el primer salto y mostró al país que ahí sí se enseña a pensar y debatir. Dicen que hasta se ha ubicado en el top del prestigio, desbancando a la propia UNAM.
Pero volviendo a Peña, no fue sino hasta una quincena después cuando su rostro denotó preocupación: el 27 de mayo en Pachuca, Hidalgo.
Después del 11 de mayo el fantasma de la Ibero lo persiguió por cada una de las localidades que visitó; primero fue Saltillo, Coahuila, el 12 de mayo, donde un grupo de jóvenes intentó colocar una manta de repudio; le siguió la megamarcha estudiantil en el Distrito Federal el sábado 19 del mismo mes y donde según las autoridades capitalinas, ésta rebasó los 40 mil asistentes.
En contraparte, el lleno de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco en donde Andrés Manuel López Obrador logró congregar a por lo menos 10 mil muchachos. Le siguió otra marcha multitudinaria estudiantil anti Peña que salió del monumento a la corrupción del sexenio calderonista, la Estela de Luz, hasta el Zócalo, haciendo parada inevitable en las instalaciones de Televisa Chapultepec.
Y todo ello pasó a ser un coctel en contra del priista que devino en la primera caída en las encuestas: el 27 de mayo.
A partir de ahí, el rostro de Peña Nieto, la seguridad y los actos de campaña, se volvieron impredecibles. Un día aparecía mal encarado, sin siquiera querer hablar con la prensa, es más, ni mirarla pues se iba por donde los medios no podían acceder.
Luego, el capitán Cuevas, su jefe de escolta, se volvió triplemente precavido y malhumorado, pues cada vez que algún reportero o fan de Peña burlaba la seguridad, gritaba improperios. Y para rematar, su agenda: un día se anunciaba que estaría en Michoacán y al siguiente se suspendía, otro día en Tijuana y se cancelaba para La Paz.
Y por si eso no bastara, la agenda que se entrega a los medios de información para que puedan programar la cobertura, se empezó a proporcionar a medias. Es decir, se anunciaría la ciudad que el candidato visitaría pero hasta el último momento se daba a conocer el lugar exacto.
El 11 de mayo generó un caos en la campaña electoral de Peña Nieto y la alerta se intensificó después del ataque que sufrió una de las camionetas de campaña en la ciudad de Querétaro, donde un grupo de jóvenes (después se sabría que formaban parte del PAN) la zangoloteó pensando que ahí iba el candidato.
A la persecución de los jóvenes le siguió lo que parece ser fuego amigo del PRI y los embates en contra de algunos conocidos priistas. Por ejemplo, los documentos que llegaron a distintas redacciones sobre manejos financieros turbios de dos de sus principales operadores: Miguel Osorio Chong y Luis Videgaray.
Y como cereza de pastel, la causa administrativa de Estados Unidos en contra del exgobernador priista de Tamaulipas, Tomás Yarrington y el seguimiento que le dio el gobierno federal mexicano por presunto lavado de dinero del narcotráfico.
Todo lo anterior pasó a convertirse en una pesada loza para el candidato puntero, quien ahora en lugar de una sonrisa trae una mirada de angustia e irradia inseguridad que mientras más entra en contacto “con la estructura priista”, se desvanece y cambia por una más amable.
Y no es para menos, pues según la encuesta, de nuevo del periódico Reforma, el jueves pasado, lo ubicó a la baja, pero lo peor para él es que a tan sólo ¡cuatro puntos! de Andrés Manuel López Obrador; atrás quedaron los 25 puntos, aunque Mitofsky lo sigue ubicando como inalcanzable.
La actitud y el rostro de preocupación de Peña Nieto han sido tan evidentes que justo cuando explotó el caso Yarrington, en la conferencia improvisada para abordar el tema, una reportera le preguntó porqué en los últimos días se le estaba viendo tan decaído. “No sé porqué me ve así, yo sigo con el mismo entusiasmo”, respondió, palabras más, palabras menos.
Pero aunque el candidato lo sostenga, tanto él como su equipo de campaña no pueden evitar ocultar que están preocupados, y más si leen con cuidado eventos de su contrincante más cercano, López Obrador, con algunos empresarios, como por ejemplo el que tuvo con el dueño de Televisión Azteca, Ricardo Salinas Pliego, quien lo invitó a compartir con sus empleados de Elektra su proyecto electoral en Cancún.
Existe una encuesta que la propia televisora del Ajusco mandó a realizar recientemente a nivel nacional y los números, dicen, han dejado azorado al dueño pues hay un candidato que va en franca caída libre y otro, avanzando a paso lento.
Quién sabe si los tiempos le alcancen al más cercano contrincante de Peña Nieto para derrotarlo, pero por lo pronto más de un empresario y varios panistas están ya viendo hacia dónde van a poner su resto. Si no lo creen, basta con ver cómo en el pasado acto con los empresarios de La Laguna el equipo peñista tuvo que retirar por lo menos cien sillas para que no se vieran solitas, pues los destinatarios nunca llegaron.
¿Será por eso que al reunirse con “la estructura del PRI” en Durango, Peña les dijo que se quedaran con “un pedacito de mi corazón” y hasta anda pidiendo que lo adopten como hijo? A lo mejor no conmueve pero cómo se le parece ahora “al amoroso” del Peje.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
Twt @jesusaproceso
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