Desconfianza
Lilia Arellano
Estado de los ESTADOS
Firman pacto de civilidad, ¿y…?
Riesgos
: narco y polarización
Elección “blindada”
, dice el IFE
Al menos 555 delitos electorales
Tranquilidad
, sólo en economía
“Democracia: es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística.- Jorge Luis Borges
Sí, firmaron. Sí, se comprometieron a respetar los resultados de las
elecciones de este domingo. Sí, suscribieron el “Compromiso por México”.
Sí, aseguraron que van a respetar las decisiones de las instituciones
en la materia, rechazar la violencia y la coacción del voto. Sí,
manifestaron su disposición para que la jornada electoral del 1 de julio
se realice de manera pacífica y con total apego a la ley. Enrique Peña
Nieto, candidato presidencial del PRI-PVEM, y Andrés Manuel López
Obrador, del PRD-PT-Movimiento Ciudadano, quienes se dieron la mano al
arribar al IFE; así como Josefina Vázquez Mota, del PAN, y Gabriel
Quadri de la Torre, del Panal, estamparon su rúbrica. Entonces, ¿por qué
prevalecen la desconfianza, la incertidumbre, el sospechosismo, la
duda, la inseguridad sobre lo que habrá de acontecer el día 1 de julio?
¿Por qué sigue latente el riesgo de descalificaciones y violencia tras
el proceso electoral? ¿Por qué el fantasma del fraude recorre el
territorio nacional?
La firma del compromiso por la civilidad tuvo como “testigos de honor” a
María Elena Morera, de Causa Común; a Gerardo Gutiérrez Candiani, del
Consejo Coordinador Empresarial (CCE); y a representantes de la Unión de
Voceadores y el secretario general del sindicato de ASA, Fernando
Perfecto. Los cuatro candidatos presidenciales al firmarlo, como lo
señaló con precisión el presidente consejero del IFE, Leonardo Valdés,
se comprometieron a instar a sus correligionarios a que los comicios
transcurran en un ambiente de “civilidad y tranquilidad”; expresaron su
confianza en los representantes de casilla; se opusieron al uso de
recursos públicos y programas sociales para coaccionar el voto; y
rechazaron todo acto de violencia que inhiba la participación ciudadana
en el proceso electoral… Y sin embargo…
Los electores en México siguen sin creer en la autonomía de los
organismos electorales y en la imparcialidad del gobierno federal como
consecuencia de la actuación de éstos durante los 90 días que duraron
las campañas electorales. Elevan las cejas en señal de desconfianza
cuando los funcionarios del calderonismo aseguran que garantizarán que
la jornada electoral se lleve a cabo en condiciones de “seguridad, paz
social y normalidad”, de conformidad con el convenio firmado entre el
Instituto Federal Electoral y la Secretaría de Gobernación, en diciembre
pasado. A José Alejandro Luna Ramos, presidente del Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), no se le cree cuando dice
que a pesar de que este año se espera una mayor cantidad de
inconformidades, el organismo a su cargo está debidamente preparado para
resolver cualquier conflicto, pues en esta ocasión serán tres y no dos
los magistrados quienes se encarguen de calificar el proceso electoral.
¿Será porque durante el periodo de campaña electoral (del 30 de marzo al
25 de junio de 2012), la Fiscalía Especializada para la Atención de
Delitos Electorales (Fapade) inició 555 averiguaciones previas en
materia de delitos electorales y no ha pasado nada, a pesar de que el
Instituto Federal Electoral (IFE) y la Procuraduría General de la
República (PGR), a través de la Fepade, institución responsable de la
procuración de justicia penal electoral, incrementaron el despliegue de
infraestructura y de personal en todo el territorio nacional, para estas
elecciones concurrentes, federales y quince estatales? ¿Por qué no se
cree a las autoridades electorales cuando dicen que las acciones
llevadas a cabo por la Fepade garantizan una actuación pronta y expedita
en materia de procuración de justicia penal electoral, bajo un esquema
de coordinación y colaboración con el IFE?
Mucho tiene que ver el hecho de que se denuncian delitos electorales,
presuntamente se investigan, pero nada pasa. Un ejemplo destacable es el
hecho de que el IFE detectó e investiga presuntamente 9 mil 924
tarjetas con un monto fondeado de 70 millones 815 mil 534 pesos
pertenecientes a la cuenta que una persona moral de carácter mercantil
contrató con Banca Monex. El PAN acusó al PRI de usar esta cuenta para
pagar a sus “operadores electorales”, que presumiblemente “compran”
votos para Enrique Peña Nieto. Los panistas sostienen que el dinero de
esas cuentas proviene de aportaciones privadas al PRI, lo que constituye
una violación a la ley. No obstante, la Comisión de Quejas y Denuncias
del IFE determinó no congelar la cuenta, por lo que ésta sigue operando,
porque, dijo, no existen elementos que comprueben que con este dinero
se comprarían o compran votos. Lo único que se hizo fue que la Unidad de
Fiscalización del IFE ordenó dar vista a la Fepade para que se
investigue la posible comisión de un delito. Eso fue todo.
Las denuncias sobre los oscuros convenios con empresas televisivas y
otras empresas dedicadas a la publicidad y propaganda, comprobados una y
otra vez, y los cuantiosos recursos utilizados por candidatos
presidenciales para sus traslados y logísticas, particularmente los
operados por el candidato priísta, duermen el sueño de los justos y no
preocupan mayormente a las autoridades electorales ocupadas únicamente
en que el mar de irregularidades antes, durante y después de los
comicios del 1 de julio no despierte al México bronco, por lo que están
concentradas en tratar de quitarle todos los argumentos posibles a
Andrés Manuel López Obrador para que no tenga elementos visibles de
inconformidad que deriven en acciones violentas o de resistencia civil
en caso de que no gane la elección presidencial, a pesar de que presuma
contar con la mayoría de votos.
Esas violaciones a las leyes electorales, comprobables, no preocupan a
los organismos electorales, a pesar de que descalifican la certeza e
imparcialidad de los comicios. El propio consejero presidente del IFE,
Leonardo Valdés, admite que “hoy, si una campaña de un diputado, senador
o de un candidato presidencial rebasa el tope de campaña –como todo
parece indicar ya lo hizo Enrique Peña Nieto— la sanción es para el
partido político. Es una sanción económica, son multas. Pueden ser muy
elevadas, pero no tiene consecuencias sobre el hecho de que si ese
candidato ganó la elección, rinda protesta y ocupe la posición para la
que fue postulado”, es decir, “haiga sido como haiga sido”. La pregunta
entonces es: “¿en el fondo, para qué sirve una unidad de fiscalización
en el IFE de los recursos de los partidos políticos, si se limita a
imponer sanciones económicas a partidos políticos pero no afecta el
resultado de la elección?
¿ELECCIÓN BLINDADA?
El IFE presume que la elección está blindada contra cualquier fraude;
dice estar preparado hasta para “el peor escenario”, que según su
presidente sería abrir y recontar las boletas de las más de 143 mil
casillas que se instalarán en todo el país; las expresiones que sugieren
que se preparan irregularidades durante el proceso comicial las
califica de “un análisis muy superficial”; destaca que se tiene un
padrón electoral muy actualizado, una adecuada capacitación electoral de
los funcionarios de casilla, un apropiado material electoral; juntas
distritales y consejos locales y distritales funcionando adecuadamente;
un modelo de comunicación política cuestionable porque espotizó las
campañas pero que operó; un millón de ciudadanos serán funcionarios
electorales, 600 mil de ellos propietarios que estarán en casillas; dos
millones de representantes de partidos políticos; un cómputo de la
votación transparente, etcétera, etcétera, y sin embargo, la
desconfianza ciudadana persiste.
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